Lo peor de Alberto son tus posteos. Esos posteos donde de toque se te cayó la ficha de lo vigilante que eras, como tenías el teclado fácil para señalar, marcar, acusar, explicar. Todas esas veces que escribiste Tío Alberto, capitán Beto, Alberta. Que dijiste todo lo orgullosa que te sentías por tener un presidente que sabe hablar, explicar, contener, que es profesor, que la UBA, que los científicos, que Lito Nebia, que la educación pública, que giladas. Tweets, historias, estados delegando tu estado de ánimo, tus ganas, tu tiempo, tu manija. Refugiado, gobernada, responsable, catador de distancias en fotos ajenas. Agradeciste que te cuide, que te explique de manera certera con filminas, que te reten. Le hiciste hacer a tu pobre hija un dibujito para que le llegue a él, la hiciste decir pavadas corte buchona para subir el videito o que agradezca la vacuna de la abuela. Tuiteaste para pedirle que te diga feliz cumpleaños, que te desee suerte en un examen, empezaste a seguir la cuenta de Dylan. Cómo te cabió Alberto y tu viveza que se te volvió en contra después de termear todo el año pasado a tus primos macristas en el grupo de wasap. Ahora viene el vuelto, ahora se te ríen fuerte, ahora sos un pancho, un chiste, un meme y tiene que saltar tu mamá a defenderte, a pedir que no hablen de política en el grupo familiar. Quedaste como festejante de cualquier gilada, idea, consigna, fake. Excitación, ansiedad, reseteo y aturdimiento. Caíste en la trampa ruidosa que pide obediencia, vigilancia, servilismo y likes. Flasheaste politización de los proyectos personales que son de otros, que no convidan, que se la quedan. Lo peor de Alberto somos nosotros que entramos todo el tiempo en batallas culturales que cuando pasan apenas unos meses ya son puro chamuyo.
PEDRO ROSEMBLAT ES UN HOLOGRAMA // Francisca Lysionek
Publicada originalmente en el blog Victorica Es pertinente que la IA nos