Lo Diego // Diego Valeriano

Bancar, defender, segundear, cuidar lo Diego que todavía queda, nos queda.  Tres meses, un instante, siempre. Cuidar esa manera de ser, de andar, de habitar, de plantarse, de experimentarse. Hay que cuidar ese estado de ánimo tan particular, esa forma espiritual de encarnar las cosas, la vida, el tiempo, la tierra. Hay que cuidarlo frente al olvido, la memoria y los recuerdos falopa. Frente a los panelistas, los entornos, los abogados y familiares. Hay que cuidar lo Diego que aun tenemos a mano, que todavía late. La prepotencia, desobediencia, el amor, esa forma de intoxicarse, de reírse. Cuidarlo porque es lo único que nos salva en este mundo cada vez más lleno de vigilancia, médicos, enjuiciamientos, obediencias, Masterchef y posteos. 

Hay que construir territorios para cuidarlo, no a él, no a su recuerdo, sino a lo Diego que aún hoy retumba haciendo mundo. Mapear santuarios, murales, fiestas, encerronas, la noche. Mapear todo y borrar el mapa para que no lo vean, para que no se descubra, para que no se note. Andar todo el día sin rumbo para encontrar su mirada en los guachines, su insistencia en los gedes, su desobediencia en las rochas. Su manera de morir y resucitar cada vez. Romperse uno y esperar que se nos aparezca en forma de palabras, risas, sueños. 

Esto Diego que tenemos, no es que lo tenemos, no lo tiene alguien, nadie es propietaria,  está ahí, en el aire, en la calle, en las paredes, en la piel, en la vagancia. No son sus casacas, sus autos, su oro, ni sus goles. Es una energía que se re nota, se vive, se practica, seguramente se inventa, se comprueba en los efectos. Lo Diego es una forma de que se vaya la angustia, de desertar, de intentar vivir mejor, de no rendirse frente a todo esto horrible que se nos presenta de manera tan inexorable.

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