Lo común sensible: apuestas por una política de los afectos // Andrés Abril

(sobre ¿Cómo salvar lo común del comunismo?, de Érik Bordeleau) 
La publicación de un libro es siempre una aventura, una apuesta. No solamente porque se «arriesgue algo», sino en la medida en que es un asunto de «colocación» (apponĕre), de «poner sobre la mesa». Un libro, pues, no hace más que ubicarse, situarse en un lugar determinado, y de ahí en más desplegarse y desencadenar toda una serie de reacciones y consecuencias: todo libro es peligroso (mas no dañino). En el año 2014, bajo el sello de la casa editorial Le Quartanier, aparecería Comment sauver le commun du communisme ?, libro del filósofo y autor quebequense Érik Bordeleau. Se ponía así sobre la mesa para los lectores francófonos, quienes seguramente dispondrán de él a su antojo. Pero ahora, la apuesta se da en otro nicho, otro espacio para proliferar y mutar, pues en mayo de este año Edicions Bellaterra llevó a cabo la publicación de ¿Cómo salvar lo común del comunismo?, traducción al castellano del libro de Bordeleau.

A la manera de una sugestiva reflexión, ¿Cómo salvar lo común del comunismo? desarrolla una cuestión espinosa pero indudablemente fundamental: cómo pensar y abordar lo común en el mundo contemporáneo. ¿Cómo rescatar lo común de las nefastas manifestaciones del comunismo voluntarista que dieron lugar a regímenes disfuncionales y a formas tiránicas de subjetivación sin dejarnos seducir por la absurda banalización que el capitalismo ha operado sobre la noción de «comunidad»? ¿Cómo tomar distancia del «comunismo de la voluntad» sin caer en las lógicas de la «barbarie neoliberal»? En suma, ¿cómo salvar lo común del comunismo… y cómo arrebatarlo del capitalismo? Trazando los contornos de una política de los afectos y lejos de cualquier respuesta facilista, el libro de Bordeleau constituye una apuesta por imaginar nuevas formas de estar-con. Sigue, por tanto, la estela de importantes pensadores de «la comunidad» como Giorgio Agamben, Jean-Luc Nancy, Maurice Blanchot y Georges Bataille, a la vez que renueva y refresca las reflexiones sobre lo común en un diálogo incomparablemente productivo con autores de la talla de Sartre, Merleau-Ponty, Badiou, Žižek, Sloterdijk, Deleuze, Latour, Stengers, entre otros.

Pero ¿cuál es el telón de fondo de estas reflexiones? O más bien, ¿cuáles son los acontecimientos, circunstancias o historias que las animan y las activan? Tenemos, por un lado, una caracterización del capitalismo contemporáneo a partir de la formidable exploración de tres obras audiovisuales de la artista Melanie Gilligan. En ellas, el capitalismo financiero aparece como un espíritu, un sistema brujo que captura nuestros sueños, expectativas, emociones y formas de relacionarnos. Mediante el escrutinio de las obras de Gilligan, Bordeleau pone de manifiesto la dimensión ética y terapéutica del capital y esboza el terreno en el que lo común se mueve hoy en día; es allí donde se pone en juego y se ve amenazada la posibilidad de «concertar juntos nuestros actos y nuestros pensamientos». El capitalismo exige un trabajo sobre nuestro propio ser, y a través de esa exigencia ha sabido llegar a nuestras almas, a las a las fibras más íntimas de nuestra existencia. En pocas palabras, se ha apoderado de aquello que nos hace desear, amar, vivir… 

Ahora bien, en un segundo movimiento, el libro despliega una lúcida lectura histórica de la China contemporánea: un examen de los idearios, las imágenes y las políticas movilizadas durante la Revolución Cultural en pro de la configuración del «hombre nuevo» y un acercamiento a las reivindicaciones artísticas que se gestarían en aquella época y algunos años después. Demostrando un amplio conocimiento de China y su historia, Bordeleau orienta su mirada a la dimensión subjetiva y estética de la Revolución, es decir, a las implicaciones de las políticas culturales de Mao en la constitución de un sujeto revolucionario ideal —y, por supuesto, a las reacciones que de allí se derivarían. De esa manera, la producción artística y el pensamiento no aparecen como dimensiones separadas del «mundo social», un cielo por encima de nuestras cabezas, sino como parte constitutiva de la realidad: lo estético, lo ético y lo político se conjugan y se articulan siempre en la producción de subjetividades y en medio de la lucha de fuerzas que buscan moldear lo real.

Por otro lado, y en un tono similar, el libro presenta una aproximación a las articulaciones entre política y estética en la Unión Soviética, un examen de la relación entre las vanguardias artísticas rusas y el realismo socialista como arte oficial del Estado. Si los artistas son «ingenieros del alma», como bien decía Stalin, el realismo socialista en cuanto arte de Estado no podría hacer otra cosa que integrar «la voluntad de potencia suprematista y su experiencia de la nada absoluta al servicio de la educación popular»… Finalmente, encontramos un sesudo examen de las posturas intelectuales de Sartre y Merleau-Ponty. En dos orillas distintas, las apuestas de cada uno de estos filósofos conllevan dos maneras distintas de concebir el sujeto y la acción: mientras Sartre moviliza un pensamiento del compromiso y del voluntarismo, una política «en la que cada consciencia puede devenir, si ella lo decide, si ella lo quiere, la tabula rasa de un mundo nuevo», Merleau-Ponty «prefigura un pensamiento de la presencia y del anonimato como dimensión de apertura colectiva», un pensamiento que se opone a un «voluntarismo trascendental para el que la existencia se reduce a la elección y a la consciencia de sí». Lo común, en esa medida, no puede sino tomar distintas formas: surgirá un contraste entre un comunismo de la voluntad sartriano y un comunismo sensible merleau-pontiano.

Bajo el signo del comunismo sensible, y poniendo en cuestión el estatismo, el exagerado voluntarismo unificador de deseos y la imperiosa llamada a una homegeneizante pertenencia colectiva de los movimientos políticos y de cualquier otra forma de organización social en general, ¿Cómo salvar lo común del comunismo? propende por una manera de estar en común que pasa por la resonancia entre las almas. Se trata aquí de un estar-con vibrátil en donde lo colectivo emerge no a partir de un único criterio ideológico o una voluntad suprema, sino de conexiones parciales y siempre ajustables entre los seres. Lo afectivo, la posibilidad de afectar y ser afectado, adquiere entonces un papel fundamental, pues es a ese nivel principalmente en que los vínculos son establecidos y los fines movilizados. El estar-con o, en otras palabras, la posibilidad de componer, requiere no de una ideología política o de un voluntarismo teleológico sino de una estética de la existencia que apela a una constante resistencia extática.

Si aceptamos que el neoliberalismo es un sistema de brujería sin brujos que intenta constantemente capturar las formas de sociabilidad y los encuentros entre los seres, como sugestivamente han señalado Pignarre y Stengers (2005), trabajos del talante de ¿Cómo salvar lo común del comunismo? se hacen más necesarios que nunca para recapturar y arrebatar tácticamente aquellos afectos e hilos de conectividad que el capitalismo ha puesto al servicio del mercado. En tanto herramienta de reflexión y pensamiento, el texto de Érik Bordeleau se torna táctico, y permite, en esa medida, esbozar nuevos horizontes de lo político y lo afectivo. ¿Cómo salvar lo común del comunismo? es, en ese sentido, eminentemente contemporáneo. No necesariamente porque su exploración atienda a dinámicas de una época reciente, o porque sus efectos sean aún evidentes hoy en día, sino porque con la mirada fija en su tiempo, puede vislumbrar lo que de funesto hay en él, esas oscuridades que la luz cegadora de los siglos neutraliza. Como magníficamente dirá Agamben, «pertenece en verdad a su tiempo, es en verdad contemporáneo, aquel que no coincide a la perfección con este ni se adecua a sus pretensiones, y entonces, en este sentido es inactual; pero, justamente por esto, a partir de ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aferrar su tiempo» (Agamben, 2011, p. 18).

Referencias
Agamben, Giorgio. (2011). ¿Qué es lo contemporáneo? En Desnudez (pp. 17-29). (Mercedes Ruvituso, María Teresa D’Meza y Cristina Sardoy, Trads.). Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Bordeleau, Érik. (2014). Comment sauver le commun du communisme ?Montreal: Le Quartanier.
________. (2017). ¿Cómo salvar lo común del comunismo? (Andrés Abril, Trad.). Barcelona: Edicions Bellaterra.
Pignarre, Philippe y Stengers, Isabelle. (2005). La sorcellerie capitaliste. Pratiques de désenvoûtement. París: La Découverte.

1 Comment

  1. Fe de erratas: Donde dice «homegeneizante» debe leerse «homogeneizante». Además, la expresión «En tanto» (en el último párrafo) debe reemplazarse por «En cuanto».

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