Emmanuel Rodríguez (@emmanuelrog))
Lo anunció el pasado jueves: el BCE deja de financiar a los bancos griegos. El expediente es tan sencillo como que a partir de ahora no aceptará deuda pública como garantía de liquidez. ¿Podemos entender esta medida como una carta de negociación para que el gobierno de Syriza no vaya demasiado lejos en el impago de la deuda y acepte los programas de austeridad? Sin duda. Despues del dia 28, al gobierno griego apenas le queda más recurso de financiación que el acceso al llamado ELA. Un mecanismo extraordinario de liquidez que en principio se va a seguir empleando. La supresión de este instrumento sería poco menos que una declaración de guerra del BCE al gobierno griego.
La victoria de Syriza en las elecciones griegas ha escenificado la batalla entre los mercados, y su aliado (Alemania), y las poblaciones del sur de Europa. Tras cuatro años de ofensiva financiera, parece que ahora le toca a Grecia responder con sus cartas. La principal: la amenaza de un impago no negociado, que sea percibido como una nueva ronda de “desorden” en la Eurozona , precisamente por parte de esos mismos “mercados”. De acuerdo con esta misma metáfora belicista, no hay nada más importante que anticipar la postura del adversario, esto es, de los mercados.
Basta leer los informes estratégicos de los agentes financieros. Curiosamente hay diferencias notables entre ellos. El Deustche Bank, como era previsible, pide la respuesta política más contundente: exige que se utilice la amenaza de supresión del ELA para disciplinar al gobierno griego y con ello hacerle tragar el pago integro de la deuda y las medidas de austeridad. Los intereses del Deustche Bank en Grecia van más allá de la simple teneduría de bonos. Afectan a activos clave obtenidos por la via de las privatizaciones asociadas a los programas de austeridad: puertos, aeropuertos, empresas públicas, etc. Por su parte, las casas de finanzas atlánticas, como es el caso del Royal Bank of Scotland y Goldmann Sachs, anticipan un pacto. El primero avisa de que los mercados han “infravalorado la legitimidad democrática del gobierno griego” y el segundo, más hostil, se refiere a la posición política de Tsipras y Varoufakis como “postureo”, aunque también lo hace con la del BCE. Ambos agentes, y de una forma más enfática Goldman Sachs, preveen un posible escenario de ruptura del sistema monetario europeo si el pacto no se alcanza. Ergo, hay que negociar.
Por concluir rápido: no hay unanimidad en la estrategia de los agentes de mercado. La primera consecuencia es que es improbable un ataque “con todo las armas” sobre Grecia. Por ejemplo, Goldman Sachs, quizá más preocupado por obtener una contención negociada en Grecia que no se extienda al resto de la UE , anticipa un escenario europeo postimpago favorable a las finanzas, con primas de riesgo más altas pero sin que alcancen los viejos niveles estrangulantes, bajos precios del petróleo y bajada del Euro. Sea como sea, la alternativa, aun cuando jamás se emplee este lenguaje, es la de cómo se va a producir el impago: ¿por arriba, por medio de quitas?, ¿por abajo, con un impago democrático? Aun cuando en las negociaciones concretas sea difícil dirimir cuál es cuál, manifestaciones como las de el jueves y el viernes en Atenas en apoyo a la postura del gobierno griego, y en general, el enorme tirón popular, y no sólo en Grecia, que están teniendo las medidas de Syriza, empujan a una lectura propiamente política de la negociación. Cualquier arreglo puede ser percibido como una prueba de fuerza del gobierno heleno, llevando más allá los futuros pulsos, en los que además Grecia podrá contar con nuevos aliados políticos.
Por eso, lo más importante es entender que no estamos ya en el terreno de la economía, sino en el de la política. La decisión del BCE es fundamentalmente polítca; tiene en su mira al resto de los países europeos, y de manera preferencial a España. El BCE busca, entre otras cosas, dar material a los aparatos ideológicos pro-finanzas: vender un “estrangulamiento” de Syriza dirigido a las propias poblaciones internas de estos países. Por supuesto, nuestra prensa (la del régimen) no ha tardado en aceptar el regalito que les ofrece el Banco Central Europeo. Apenas sin excepciones, ha decretado la merecida ruina griega por haber cometido la osadía de cuestionar el actual orden político europeo. La acelerada revisión al alza de las cifras de crecimiento previstas para España, por parte de la UE , forma también parte de esta linea de ataque ideológico/disciplinario.
No obstante, conviene recordar que el BCE lleva desde el principio de la crisis hablando en términos disciplinarios, cuando lo que hace es notablemente diferente.El BCE no ha dejado de operar contra los riesgos de subversión del orden neoliberal provocados por la inestabilidad política en los países del Sur, y esto en contra de sus propios estatutos. Los ejemplos en este sentido van desde los mecanismos de compra de deuda nacional, puestos en marcha a pesar de estar explícitamente prohibidos, hasta los programas de expansión monetaria de las últimas semanas. La ideología Merkel no debe ocultarnos que el impacto de la resistencia política y social está siendo real, poderosa y sobre todo efectiva.
Desde esta perspectiva, es preciso también reconsiderar nuestro relato sobre Europa e insistir en que Grecia no existe como realidad económica independendiente. Existen las instituciones económicas europeas y un orden neoliberal, que intenta descargar responsabilidades políticas sobre el estado heleno y sobre el resto de estados europeos, aun cuando estos no tengan ya entidad política y económica suficiente. En última instancia, la victoria de Syriza y su posición política en el orden europeo, ha creado la primera articulación para un escenario de luchas de clases supra nacional y supra estatal. En la medida en que los aparatos políticos nacionales dejen de contener y gestionar las realidades políticas territorializadas, se aclarará el campo en la misma dirección que en los años treinta cuando Karl Polanyi decía que en el capitalismo de mercado sólo hay dos partidos políticos posibles: el de la economía y el de la democracia. Curiosamente, desde los años cincuenta, las élites europeas han pensado que la integración económica, y la monetaria luego, traerían inexorablemente la unión política. Lo que no esperaban es que esa unión sólo la pudiera hacer la gente y no las élites. Y eso, exactamente es lo que está empezando a suceder en Grecia: el nacimiento, o al menos la posibilidad, de una Europa democrática.
(Fuente: http://blogs.publico.es)