“Nadie tiene realmente las agallas para decirlo,
pero si pudiéramos hacer mejores seres humanos,
sabiendo cómo agregar genes, ¿por qué no hacerlo?”
James Watson, 1998.
Lenguaje que acaricias nuestros sentidos,
pocas veces conscientemente hemos podido verte.
Los mitos de la creación te han querido atrapar,
pero no te dejas enjaular por nuestras vidas ensueños.
Hermosa creación siempre naciente,
alimento natal que haces sentir los cuerpos,
cuántas veces tú nos pronuncias,
nos desnudas a carcajadas señalándonos desafiante.
Tu estridencia agiganta tu potencia de vivir.
Irradiante ensanchas nuestros árboles de vida.
Haces nuestros instantes eternos y presentes infinitos.
Dormidos nos dejamos llevar por tu nacer.
Secas las bocas con la vibración del universo que se vuelve latido.
Huella musical en la que los dioses danzan nobles círculos eternos.
Pero hemos creado la reproducción de imágenes.
Mundo pantalla semidiós, latiente de impulso eléctrico.
Mundo pantalla ego humano.
Pantallas que agujerean nuestros cuerpos de carne.
Imagen del universo que nos mortificas con implantes de siliconas.
Conviertes a nuestro cuerpo en una máquina sobreexcitada
en transeúntes fondos de pantalla de proyección de publicidades.
Haces del cuerpo sagrado éxtasis en carne pornográfica.
Ya no somos pobres problemas de identidad,
porque secas las imágenes nos secas la fantasía real de vivir poéticamente.
Imagen petrificante del lenguaje,
haces de nuestro erotismo un abuso descabellado,
un laberinto transexual de medios.
Las redes sociales hiperventilan nuestro ser como desechos aplastados.
El volumen artístico de nuestros dedos deja de sentir los senos amantes.
Las manos que saludan la amistad con nuestros recuerdos dejan de saludarte.
Ya no podemos acariciar tu pubis de palabras.
Porque la pantalla se metió adentro de nuestros deseos.
Hemos perdido el querer que suspira en los silencios
y dibujan las caras de los antepasados.
La pantalla nos excita haciéndonos piel deseante, huellas erógenas,
pantalla que tornas el cuerpo como deseo.
Nuestros sueños afloran como una gran imagen.
Toda pantalla se torna fuente de energía pseudohereje.
Somos un transgénero de los medios.
Entonces aquellas palabras que nos pronunciaban nos dejan de decir.
Ya no hay silencios, solamente ruidos e intercambios de datos.
Quedamos sueltos y libres incontenidos desparramados,
sin potencia de hacer palabras,
sin vocabulario que nos enseñe la pobreza de la trascendencia.
Ahora descendemos al desierto,
mundo iluminado por proyecciones.
Secos sin que nadie nos pronuncie, sin otredad que amar u odiar,
el ser de la vida ya no nos atiende.
Perdemos rectas yendo,
ganamos velocidad viniendo.
Ya no tenemos geometría para ser en otros.
Nos autoreproducimos autoinseminándonos pantallas.
Somos transespecie.