I
Es lo difícil no decir nada. Sobre la poesía, por demás incomparable, de Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Sobre su lengua, lengua bustriaza. Y estaríamos tentados, y/o tentadas —porque no cabría soslayar las voces femeninas que (nos) hablan también aquí, comenzando tal vez por las de Violeta Parra y de Emma Villazón—, tentados y/o tentadas, decimos, de no decir nada de nada y solo demorarnos, solo solazarnos leyendo y releyendo, voceando, bocando y desbocando hasta el trance o encantamiento acaso, los poemas del poeta nochernícola de la Pampa (Libro del Ghenpín, 2004, p. 62, con nota y prólogo de Dora Battistón): rozándolos, saboreándolos aun allende y aquende sus efectos de significación, más allá del silabario, al decir de Emma Villazón[2] o, llanamente, desnudos en lo fonético, al decir de la “Cuadragésimo Tercera Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 62).
Es lo difícil no decir nada, empero, sobre todo si hemos sido tan generosamente invitados a exponer y exponernos, a tomar fugazmente la palabra en esta conversación en el medio de la Pampa. Es lo difícil no decir nada fuera por demás verso o fraseo de Recorrer esta distancia, del paceño Jaime Saenz, poeta de La noche (La Paz, 1984) – y que solo en cuanto incomparable, sin simetría alguna, pudiera encontrarse, constelarse acaso, en cierto incierto punto suspensivo con la escritura de Bustriazo.[3] De Juan Carlos Bustriazo Ortiz, de cierta meridiana constelación meridional, a su modo incomparable, habrá tiempo de subrayar al paso, aquí, dos o tres destellos.
II
¿Lengua bustriaza? Desde ya, la oímos, desnuda en lo fonético; con sones, sonerías y sonajuras, acentos, canciones y escansiones —“luz de labio” “nómade”— en la punta de la lengua a ratos:
Ay semoviente, austral humano mágico,
nómade Juan, desnudo en lo fonético? [sbs.]
concluye la “Cuadragésimo Tercera Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 62).
“Luz de labio”, de su parte, viene en “Bordona / Pasa la Niebla con el pelo recogido” (Las yescas. Canciones del enterrado, in Herejía bermeja, Buenos Aires, 2008, edición de Cristian Aliaga, p. 35):
[…] la boca, luz de labio, juan, la mano ceniza cuando ras-
ga su rasguido de niebla, cuando
tona la tonada del hueso, enhechi-
zada, juan, qué yema, qué sonrisa, sonri-
sura […] [sbs.].
(Luz de labio habrá venido entretanto a nombrar el violáceo libro de “ensayos de habla poética” de la puntana Gabriela Milone, que en sus palabras preliminares atesta lozanamente que el título del libro es “un robo luminoso a Juan Carlos Bustriazo Ortiz, estela bajo la cual se ubican estas indagaciones sobre la voz y el lenguaje, la boca y su apertura hacia la palabra, los labios y el murmullo, el sonido y el grito, el habla poética y las múltiples formas de amar la lengua” [sbs.]; Luz de labio, Córdoba, 2015, p. 7).
“Habla lozana”, poema de Canción rupestre (1972), lleva esta desnudez —que tona su tonada y ras-/ ga su rasguido— a un punto de la alta propensión gloto-sísmica, de indecidibilidad extrema – desnudez entre lenguas, entre glosolalias (vocalizaciones de fonemas sin significación alguna) en una lengua y en otra, para el caso: entre la castellana pampa-migrante, lengua bustriaza, y la semoviente, nómade, aónikenk —alias tehuelche o patagona (chon). Pues “Habla lozana” reitera (y acaso cita à la lettre) una vez en cada una de sus once líneas, esa desnudez: tal oióiém iém. Acaso cita, decimos, refrendando un paso de tayil tehuelche. El poema convoca de entrada a una figura de apelativo tehuelche o aónikenk, “la vieja Kamserr”, “bardodosa abualaira”, suerte de ñaña, machi y cantora tehuelche, o mapuche-tehuelche, acaso del País de las Manzanas. Parte “Habla lozana”:
y la vieja Kamserr de mata negra de varilla canela oióiém iém
la de mata nevada la bardosa abualaira del mapu oióiém iém
de sus ojos me vienen las tormentas las ovejas paridas oióiém iém
(in Herejía bermeja, p. 66; sbs.).
El croata-esloveno Juan Benigar (1883-1950), matrimoniado con la machi tehuelche-huilliche Sheypuquiñ, celebrada cantora de tayiles al oeste de Neuquén, apunta: “los conocedores dicen que los tayiles de nuestros araucanos pampas [esto es, descendientes de mapuches y/o de tehuelches ‘argentinos’] son de origen tehuelche”. Y agrega: “Compónese cada uno [cada tayil] de pocos grupos de sonidos articulados, repetidos a voluntad, sin fin, si se quiere”. Y, remarcando el carácter asémico de tales “sonidos”, añade: “Esos grupos de sonidos no son palabra de ninguna lengua humana” [sbs.]. Algo parecido dice el cacique Pascual Coña en las memorias de su paso por Argentina a fines del siglo XIX (Cf. A. Ajens, La flor del extérmino, Buenos Aires, 2011, p. 74-75). Oióiém iém, repetido a voluntad, oióiém iém, juego rítmico desnudo en lo fonético fuera tanto para la tehuelche sino mapudungun hablante, para el caso la abuela “Kamserr”, como para el habla lozana (bermeja, barda y semoviente) bustriaza, que, reiterándolo, lo relanza: oióiém iém.
Bustriazo Ortiz comparte tal acento (bardo nochernícola) no sólo con la bardosa abuelaira Kamserr sino también, expresamente, con Dylan Thomas, el poeta de Swansea, es decir, con ese Dylan Thomas bermejo que Bustriazo Ortiz creyó ver tal vez entre un grupo de gaiteros escoceses (o galeses) de paso por Santa Rosa, según consta en hoja que le hiciera llegar al editor de Herejía bermeja, Cristian Aliaga (cf. nota en p. 133).
La noche, lo nochernícola ondeante ondulante y aun lampagueante, se da a oír y a figurar de entrada en la “Cuadragésimo Sexta Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 65), poema que evoca tanto “la pupila celta en llamas” como la “loca lengua” (y no poco quemante) del Dylan Thomas bermejo:
renacido pasaba con su gaita era él era él la noche ondeaba
ondulaba el gentío y él pasaba con su rostro rosillo lampagueaba […] [sbs.].
Y luego:
[…] regresaba dylan thomas bermejo con su gaita
dylan rojo gemido dylan odre de alcohol balido panza
loca lengua caliente bofe entraña de los clanes remotos se asomaba
me rozó su quemor porque él se alzaba del hervor de vivir soplo soplaba […] [id.].
El quemor de la loca lengua de Dylan Thomas, lengua (también) de la noche —era él la noche, acentúa la “Cuadragésimo Sexta Palabra”—, roza, pues, la lengua bustriaza. Roce que no deja de marcarla, co-marcarla, como la de la bardosa abualaira. “Loca lengua” que, como la “materia alucinada” de Gabriela Mistral fuera, meridianamente a ratos, otro nombre de la poesía (Mistral, en nota a Tala, Buenos Aires, Sur, 1938, mienta esa “materia alucinada que es la poesía”[4]). El quemor de la loca lengua del bardo bermejo en Santa Rosa no calcina sin más ni enloquece del todo la lengua del otro, la bustriaza ni —si tal hubiera— su gramática. Exagera entonces una pizca sino nonada María Negroni cuando, en un texto por demás airoso, afirma que en el caso de Bustriazo Ortiz la gramática enloquece del todo y norma gramatical alguna queda en pie a su paso:
“No exagero —afirma (y a la vez desafirma, exagera diciendo que no exagera) María Negroni— si afirmo que, en Bustriazo, […] [e]n su caso, la gramática enloquece del todo. Ninguna normativa queda en pie”
(La Nación, supl. ADN Cultura, Buenos Aires, 6 de abril de 2012, p. 14; sbs.).
¿Ninguna norma queda en pie? Fuera lo que la retórica clásica denomina amplificatio, tomar la parte por el todo, generalizar, exagerar (de puro negrónico cariño acaso, como para acentuar una singularidad despampanante, la de Bustriazo). Indudablemente la lengua bustriaza, y su gramática si se quiere, con su sintaxis semoviente y a ratos inzanjable, conmociona y desestabiliza toda norma recibida, toda tradición normativa; pero ello ni es sistemático (hay zonas y/o acontecimientos de indecidibilidad y de suspensión normativa) ni ello conlleva la destrucción de la gramática de la lengua (aun plural) recibida.[5]
En Bustriazo Ortiz la lengua viene como tal, como “lengua” (es decir, indecidiblemente a ratos, entre lenguaje o habla y lengua junto al paladar, en la boca) “desbordada”, “ansiosa”, “enmohecida”, “de la tribu” (y de canto ahí entonces también contra-mallarmeana[6]) e incluso como destinataria, interlocutora: “Adiós, adiós. Hasta mañana, lengua” (Libro del Ghenpín, p. 33).[7]
En cualquier caso, la lengua en la boca, en Bustriazo, jamás habrá estado o venido completamente en seco. No sólo por la saliva y “la musa l’agua riente” (Libro del Ghenpín, p. 58); desde ya regada con vino, tinto mayormente, o ginebra o grapa. ¿Qué tiene que ver la lengua con el vino y el alcohol en general, qué entrevero se enlaza desde ya entre la lengua bustriaza y la parra, tal “otra parra”? (La última “Palabra” del Libro del Ghenpín, la “Quincuagésima Primera”, comienza:
MUJER MUJER TE DIGO HAST’ OTRA PARRA
HAST’ OTRO AMOR DE PARRA HAST’ OTROVINO).
III
Hablando en primera persona, en “Bustriazo Ortiz en primera persona”, conversación con Andrés Cursaro (in Herejía Bermeja, pp. 167-175), el bardo nochernícola precisa:
“Tomé vino desde muy joven […] Siempre el tinto tomé. Y ginebra […]. Pero, bueno, también he tomado grapa y otras bebidas blancas […]. Mirá, hubo una época que tomaba tanto, pero tanto, unos siete litros de alcohol al día; pero no me hacía mal nada, nada”.
Y, un poco más adelante, en un gesto aparentemente contradictorio, señala:
“La inspiración bajaba del cielo. Y el vino no tenía nada que ver con eso” (p. 174).
Para desentrañar esta aparente contradicción —tomar tantísimo alcohol y, a la vez, que sus poemas no fueran el producto de una simple borrachera— vale la pena dar un breve rodeo por una parrafada de Martín Heidegger, el pensador de la poesía de Hölderlin. Luego retomaremos, de un solo trago acaso, lo que el “alcol” templa en los poemas de Bustriazo.
Heidegger comenta el siguiente pasaje del poema Andenken (‘Recuerdo’), de Hölderlin:
Pero, ahora, que alguien
me alcance, rebosante de luz oscura
la copa fragante [den duftenden Becher][8]
El pensador de la Selva Negra recordará entonces, como es habitual en otros contextos, el valor o la instancia de reunión o congregación que suscita el vino [Sammlung; ‘reunión’ y a la vez ‘cosecha’, y aun, en Heidegger, ‘recolección’ como ‘lectura’], ya en la vendimia, ya en las fiestas en que el pueblo se reúne, pero también el don [Geschenk] a que da lugar el vino en el brindis y sobre todo en la escansión [Guss] a los celestes. Todos estos valores unificantes vienen a interrumpirse, sin embargo, cuando habla de borrachera [Rausch], diferenciándola en parte de la embriaguez [Trunkenheit]; hay más de una borrachera, subraya Heidegger: la borrachera no se deja sin más reunir en una (cosa, experiencia) única. Pero aun así, insistirá en no confundir curda o borrachera con embriaguez. En un estado de temperancia difícil de precisar, escribe el filósofo alemán:
“¿Es la embriaguez meramente borrachera [ist denn Trunkenheit nur Rausch]? En primer lugar, hay ”borracheras” y “borracheras”. La borrachera como mera curda o curadera [Betrunkenheit] es distinta de la «borrachera» del entusiasmo [Begeisterung]. Pero la embriaguez [Trunkenheit] sigue siendo diferente de cualquiera de estos [tipos de borrachera]. Significa un ser [o un estar] pleno [Erfülltsein], que no es un frenesí ciego ni un éxtasis sin sentido [Hingerissenheit]. La embriaguez significa un ser [estar] pleno, que incluye una adecuada recolección [Sammlung; reunión, cosecha, concentración] y preparación” [GA 52: 147, sbs.].
Ahora bien, la embriaguez del poeta de “Memoria” (Andenken), el de la “fragante copa”, no solo remite en Heidegger al estado de plenitud sino también a un elevado temple o estado de ánimo: resuelto, decidido a templarse, a con-templarse o consonar con (y a favor de) lo que él llama la alteridad más extrema [äußersten Anderen]:
“La embriaguez es esa sublimidad del estado de ánimo que ha decidido [se ha resuelto] a favor del otro más extremo; decidido no como resultado de un cálculo, pero, sino resuelto a dejarse portar por el temple de ánimo que determina [o templa] enteramente la embriaguez. [GA 52: 147, sbs.].
¿Qué es esto? ¿Qué es consonar (y no simplemente resonar) con el más extremo, el más lejano, el más otro otro, esto es, indecidiblemente también, la otra más otra [äußersten Anderen]? Dejemos estas cuestiones por ahora en vilo. Retomemos por ahora la copa, el “otrovino” del poeta de la Pampa.
Tal como la copa rebosante de luz oscura de Hölderlin, el otrovino de Bustriazo Ortiz no fuera simple curda o curadera, y el poeta le puede confidenciar entonces a Andrés Cursaro tanto que solía beber alcohol en abundancia como que la “inspiración”, la escritura de sus poemas, “bajaba del cielo. Y el vino no tenía nada que ver con eso”. (Borrachera y memoria: así se llama por demás un hermoso libro editado por el historiador Thierry Saignes en Bolivia en 1993, que atestigua cómo en las llamadas “borracheras andinas” la gente bebe en común para recordar, y no para olvidar. Lo expresa Bustriazo, a su modo, en una entrevista tardía: “Cuando tomo vino tinto, aunque esté solo, digo: ¡yapai peñi! que significa ¡salud hermano!, en mapuche”).[9]
Ya como “gema de [un] Dios”, “monstruo de la uva”, ya como “la-cepa-o-ya-la-borra-de-tu gente”, ya como “taller de horrípilas-ginebras”, o como “yo” como “racimo” —“Aquí estoy yo, racimo alabancioso” parte el Libro del Ghenpín (p. 17)—, la lengua bustriaza no deja de entreverarse, pues, con otro “don” como “otrovino”:
Quién me dirá qué-buscas-en-lo-huyente?-,
La-cepa-o-ya-la-borra-de-tu gente?
Aquí estoy yo, racimo alabancioso. (LG I: 17)
Y luego:
[…] Milenaria
gema de Dios, tu vino, don, me lava
el corazón, lo cunde, lo arrebata
de toda sed, de toda boca flaca. (LG, XXXII: 50)
Y también, un poco antes:
Renqueante voy bajo esta luz, confuso,
a tu fulgor, ay vino. Yo me acuso
de ir a robarte donde un dios te puso
en el mesón sabido. (LG XVII: 34)
Ya sea el fulgor del vino o la ginebra, ya el silbido del aire, ya el viento y el paisaje de la Pampa, ya el canto de la diuca en la mañana, ya la fibrura del caldén, ya la calandria, el trarilonco, la yesca, los zorzales o un poema, esto es, la experiencia misma de la apertura de un mundo cada vez singular y templante, da lugar a efectos embriagantes, conmocionantes, con los cuales el poeta, el bardo bermejo de la Pampa, consuena y restalla.
IV
Para ir ya interrumpiendo este saludo: otro tono, otro ritmo, levemente telegráfico. Otro tono bustriazo, pudiéramos decir también, recordando sus andanzas como radiotelegrafista en Santa Rosa, Santa Isabel, Guatraché, Colonia Santa Teresa, Rolón, Rancul y Bernasconi, como lo recuerda Sergio de Matteo en los datos biográficos incluidos en Herejía bermeja (pp. 177-186). Otro tono, entonces: en cuatro telegramas.
[Primer telegrama]
No es enteramente improbable, en ningún caso imposible, que Bustriazo Ortiz y Violeta Parra se hayan entreverado en una calle o en una peña de Santa Rosa en marzo o abril de 1962, cuando Violeta vivía temporalmente en General Pico (donde colaboró con la peña “El alero”) y se apersonó fugazmente por Santa Rosa (hay quien afirma que dio recitales en una peña de esta ciudad[10]). Por demás, dicho también telegráficamente: no es posible no escuchar (también) a Violeta Parra si leemos, si escuchamos la poesía de Bustriazo Ortiz. La lengua bustriaza no sólo está regada de parras, mostos y lagares de diversa índole, sino que la violeta, lo violeta, la palabra como el color (pero no sólo el color) violeta sobreviene como tal casi a cada vuelta de verso en sus poemas: “este vino violeta” (HB: 142), “ando en dolor violeta” (LG XVII: 34); “en la esquina violeta” (Canción rupestre; HB: 65); “ángel violeta” (Caja amarilla, HB: 98); “un ejército violeta” (HB: 151) e incluso el miembro del poeta, su sexo nochernícola, es dicho violeta: “sobre mi miembro de piel violeta” (Caja amarilla, HB: 105). Violeta fuera por demás también el nombre de una hermana de Bustriazo Ortiz, la mayor, Yolanda Violeta.
[Segundo telegrama]
¿Un entrevero en Santa Rosa? ¿Entre Bustriazo Ortiz y Violeta Parra? Un entrevero, sí, pero, a la bustriaza.
A diferencia del sentido estabilizado de (la palabra) entrevero en la institución léxica por antonomasia de la lengua castellana, para el caso, el Diccionario de la Real Academia Española, que (luego de remarcar su carácter “coloquial” y sólo de uso en el “Cono sur”) enfatiza unilateralmente casi nomás su acepción de mero desorden, confusión o mezcla desordenada (“Entrevero. / 1. Mezcla desordenada de personas, animales o cosas”[11]), pero a diferencia también del sentido abierto, repartido en la tradición literaria (Borges, Mistral, Guimarães Rosa, Girondo, Hernández, entre tantxs[12]), que oscila entre ‘encuentro hostil’, a menudo armado (el Gaucho Martín Fierro desde ya, es decir: Hernández, Borges, Guimarães Rosa, etc.) y ‘encuentro amoroso’, mayormente sexual o sexualizado (Borges, Mistral, Girondo, etc.), Bustriazo Ortiz, con su entre-/vero remarcado en Las Yescas. Canciones del enterrado (1970-1972), abre juego allende la monotonía (de la RAE) como de la polar duplicidad (encuentro / desencuentro), sin por ello simplemente contrariar y menos aniquilar tales acepciones. El “entre-vero” bustriazo, es decir, la cesura o escansión en el entrevero “mismo” (en la “materialidad” o cristalización del término), viene, pues, a con-mover y aun a embriagar la bipartición (por demás oscilante) literaria.[13] Es de noche en el poema: “la noche, juan, la copa”, dice “Pasa Niebla con el pelo suelto”, una de las Canciones del enterrado, justo antes de dar paso al entre-/ vero, entrevero fisurado:
[…] de palacio quemado son sus pájaros, de alma suelta se viene […] / va volando, suelta suelta, cortada
de la niebla, con su pelo de niebla bor-
doneando, juan, la noche, la copa, el entre-
vero recóndito […] (HB: 35).
¿Qué se habrán dicho en entre-vero tal — recóndito? ¿Violeta y Bustriazo? ¿Qué no se habrán dicho? De “improviso”, por caso o caída, Violeta Parra abre los fuegos:
[Tercer telegrama]
(Violeta Parra a Bustriazo Ortiz)
Toco vihuela, improviso,
compongo mis melodías,
las noches las hago días
pensando si lo preciso;
buscando el oro macizo
salgo volando al camino
y el versear “a lo divino”
es oro de gran quilate.
Si pa’ vos es disparate,
pa’ mi no, santarrosino.
Está, casi textual, en Décimas. Autobiografía en verso, Sudamericana, Santiago, 1998.[14]
[Cuarto telegrama]
(Bustriazo Ortiz a Violeta Parra)
en la esquina violeta te sabía te pensaba llegando consumido yo
venía del temple de la muerte de mi muerte más fresca bien parido
[…] en la esquina violeta y
desasido te encontré por pensarte y por pensada te di talvez
en un rasguido en un soplo […]
(Canción rupestre, HB: 65).
(Y también):
MUJER MUJER TE DIGO HAST’ OTRA PARRA
HAST’ OTRO AMOR DE PARRA HAST’ OTROVINO
HAST’OTRA PIEDRA QUE CAMINA MÁGICA […] !
Está firmado un “22 de abril” — en Pampa.[15]
[1] Textil leído en una mesa redonda, junto a Edgar Morisoli y Cacho Arenas, en Santa Rosa de la Pampa, el 18 de septiembre de 2019, en el marco y desmarco del XX Congreso nacional de Literaturas de la Argentina.
[2] E. Villazón, en “El río y lo audible”, in Temporarias y otros poemas, Santiago / La Paz, pp. 39-40 y 40-41.
[3] Tal vez, en una suerte de diálogo no historicista, el verso de Saenz fuera respuesta al primer verso de la “Cuadragésimo Cuarta Palabra” del Libro del Ghenpín, donde leemos de entrada: no digas nada.
[4] Se trata de una suerte de nota (de excusa) a las notas de Tala, suerte de nota a las notas: “Alfonso Reyes creó entre nosotros el precedente de las notas de autor sobre su propio libro. Cargue él, sabio y bueno, con la responsabilidad de las que siguen. / Es justa y útil la novedad. Entre el derecho del crítico capaz —llamémosle Monsieur Sage— y el que usa el eterno Don Palurdo, para tratar de la pieza que cae a sus manos, cabe una lonja de derecho para que el autor diga alguna cosa. En especial el autor que es poeta y no puede dar sus razones entre la materia alucinada que es la poesía. Monsieur Sage dirá que sí a la pretensión; Don Palurdo dirá, naturalmente que no” (G. M., “Excusa a unas notas”, in Tala, sbs.).
[5] En este sentido al menos, la poesía de Bustriazo Ortiz ya no se inscribiría sin más en la “tradición moderna” (Paz) ni menos en el filón dominante (cartesiano) de las vanguardias.
[6] El verso de S. Mallarmé en “Tombeau d’Edgar Poe”: Donner un sens plus pur aux mots de la tribu (in. S. M., Œuvres complètes, Pléiade, Gallimard, Paris, 1945, p. 189). En otro poema, con todo, Bustriazo consuena explícitamente con el golpe de dados mallarmeano (cf. “Oh viñas del pasado!”, in HB: 166).
[7] Por caso: “Quid de la sien, la lengua” (Libro del Ghenpín, XXVII, p. 45); “lengua de la tribu” (Unca bermeja, HB: 88); “lengua ansiosa” (Unca bermeja, HB, p. 82); “lengua enmohecida” (Caja amarilla, HB: 97); “de-hojura-desbordada / la-lengua (Libro del Ghenpín, XLII, p. 61) . Y de la lengua en tanto sólo idioma, el bermejo esta vez se alía con el oscuro: “este idioma rojo y negro” (Las yescas, HB: 47).
[8] Es reiche aber, / Des dunkeln Lichtes voll, /Mir einer den duftenden Becher. La traducción está tomada de M. Heidegger, Aclaración a la poesía de Hölderlin [1944], H. Cortés y A. Leyte, Alianza, Madrid, 2005, p. 131, ligeramente modificada. Para los párrafos que vienen enseguida, traducción (nuestra) de la traducción al inglés del seminario dao por Heidegger en Friburgo en el semestre de invierno 1941-1942; M. Heidegger, Hölderlin’s Hymn / “Remembrance”, trad. W. McNeill y J. Ireland, Indiana U. P., 2018, §49, p. 125., el que remite a GA 52. Para un análisis de conjunto de la embraiguez en Heidegger: Andrew J. Mitchell, «What Is Called Drinking? Heidegger, Wine, and Loss», Emory University, Washington, 2017.
[9] Entrevista con Viviana Abnur (enero 2010), en: http://www.revistalamasmedula.com.ar/nro2/nota5.htm
[10] Sobre Violeta Parra en General Pico y Santa Rosa, a comienzos de 1962, cf. La Arena, 31.12.2011, “Hace 50 años Violeta Parra se radicaba en General Pico” (http://archivo.laarena.com.ar/culturales-hace_50_anos_violeta_parra_se_radicaba_en_general_pico-69151-118.html); Radio Universidad de Chile, «Los días argentinos de Violeta Parra» (https://radio.uchile.cl/violeta/losdias.html) P.s. Edgar Morisoli, poeta y compañero de vueltas de Bustriazo Ortiz, confirmó, en la mesa redonda en que fue leído este textil, que Violeta efectivamente cantó en Santa Rosa, en el Club universitario pampeano.
[11] La RAE incluye también, en calidad de “coloquial Argentina” (lo que, teniendo a la vista los ejemplos de Gabriela Mistral como de João Guimarães Rosa es rigurosamente “falso”): “Relación sentimental o amorío”.
[12] J. L. Borges: Trinchera (1920), Hombres pelearon (1928), El muerto (El Aleph, 1949), La otra muerte (1949), El fin (Ficciones, 1956), Milonga de Jacinto Chiclana (1965); O. Girondo, En la másmédula (1954); G. Mistral: Hallazgo (Poema de Chile, 1967), Valle del Elqui (1967). J. Guimarães Rosa: Discurso de posse (1967).
[13] Cf. A. A., El entrevero, Cuarto Propio / Plural, Santiago / La Paz, 2009 (contratapa).
[14] El último verso ahí: “pa’ mi no, pues, Secundino” (op. cit., p. 38).
[15] “Quincuagésima Primera [y última] Palabra” del Libro del Ghenpín (p. 70).