Leer a Maneiro hoy // César Panza

A la memoria de Fabián David Arráez, militante de Los Pibes

 

Hay un comentario de Augusto Mijares sobre los inconvenientes de la incomunicación entre las generaciones, cómo afectan la libertad del criterio, que vale la pena apuntar: los viejos la pierden cuando el desgaste biológico les endurece el pensamiento, los jóvenes no pueden ejercitarse en ella porque el grupo les exige que “se definan” y les hace creer que es cobardía la duda intelectual y virtud la intolerancia.(1) Es común que así, a los viejos las convicciones se les conviertan en manías, mientras que los jóvenes tengan consignas en vez de convicciones. Hoy, leer a Maneiro parece la oportunidad de romper con ese desfase, tendencia que atenta contra el acumulado de memoria histórica. Es imperativo el descongelamiento de la conversación entre viejos y jóvenes.

Sostengo esto porque he tenido la suerte de poder leer a los trabajos de Alfredo Maneiro en varias oportunidades, incluso desde intereses diversos. En principio, gracias a dos iniciativas editoriales: un viejo cuadernillo de las famosas Notas Negativas, publicado en 1971 por Ediciones Venezuela 83, y los Escritos de filosofía y política, que reeditase el Ministerio del Poder Popular para la Energía Eléctrica, como libro gratuito, en 2012. Cada una de estas lecturas ha sido una ocasión para lanzar luz sobre puntos que cualquiera que haya nacido después de 1982, año en que prematuramente murió Alfredo, puede encontrar fatalmente confusos u oscuros; puntos aparentemente heterogéneos, como las discusiones sobre el compromiso de los intelectuales con el país, los detalles que la educación formal nos negó sobre la historia de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX, la importancia de la enseñanza de la filosofía, o cuánto hay de real y determinante en las técnicas de manipulación financiera que retóricamente nos acostumbramos a llamar guerra económica, de acuerdo a lo que brevemente explica al principio de una nota Sobre Chile. La generosidad de su inteligencia y su escritura es evidente, quizás porque las puso en función de revalorizar el poder de la palabra para liberar a las opiniones políticas o, como él mismo diría, para formar criterios más refinados y elevar la condición de la razón; y porque además parece haber entendido al pueblo y al territorio venezolano más allá de su tiempo: Maneiro, como Maquiavelo, escribió para una nación futura, una nación más noble en tanto que el fin de la plebe es más honesto y acendrado que el de los grandes (2). Maneiro y Maquiavelo, ambos teóricos de los interregnos, de la transición y las olas de transformación. Como diría Ociel López:

 

Estamos en el agua mansa. En el ojo del huracán. Parece que nada se mueve, pero por debajo, por arriba, por la atmósfera, por el subterráneo, todo se está moviendo, todo está razonando, “hay que escuchar crecer la yerba” decía Marx; nos llenamos de valores y vamos nuevamente, después de este receso de embates económicos, en el que la revolución produce un partido como el que criticó Maneiro, un ideologicismo como el que despreció Maneiro y un Estado como el que Mezsaros pide disolver. Se cayó la hipoteca, murieron los potes de humo, vuelve la política, vuelve el pensamiento, vuelve la radicalidad como raíz. (3)

 

No se trata de una alabanza vana o desproporcionada, pues allí está el nervio de lo que quiero celebrar con la edición del texto Maquiavelo, política y filosofía, por parte de la Fundación Editorial El perro y la rana, ahora en el 2019, y con el que estamos obligados a polemizar. Maneiro, adjunto a la tradición de Maquiavelo, Spinoza, Marx y Gramsci, se aproxima «científicamente» a la política. Aunque él mismo aseveraría, con una actitud contra-dogmática, que no le interesa la discusión sobre el carácter científico de la política, sobre todo porque reporta una dificultad filosófica de alto calibre, pues se trataría de una ciencia donde sujeto y objeto se intercambian constantemente y de forma absolutamente no lineal, la realidad es que Maneiro pensó, escribió y operó «conforme a fines», como él mismo diría que Maquiavelo hizo: escribió «para la comprensión y también, para la acción. A riesgo de un esquematismo vulnerable a la mala interpretación, digamos que, siempre en términos gruesos, su método sirve a la explicación y su estilo se adecúa a la intención.» (4) No podía ser de otra manera, dada la fortuna de las luchas populares en la Venezuela de los años 60, el tiempo histórico exigía entonces una virtù que las empujase a sobreponerse a las vicisitudes internas y externas, responsabilidad que Maneiro, dentro de un intrépido movimiento de movimientos, asumió. Hago énfasis en esa segunda categoría maquiavélica, la virtù, porque Maneiro, al conversar con el viejo Maquiavelo, logró distinguir dos de sus elementos constitutivos: la eficacia política y la calidad revolucionaria, términos que demandan una discusión más extensa y prolija.

 

Estamos en tiempo de grandes vicisitudes, la fortuna parece darnos la espalda, sea por haber confundido el poder político con el económico, por no adivinar el porvenir de los proyectos de liberación nacional en épocas globalistas, o sea por haber subestimado a los adversarios históricos. Es una necesidad librarnos del lastre de las consignas y las manías, para aumentar la calidad y efectividad de la acción, conversando con los viejos sobre la historia nuestra, sobre sus experiencias de organización y política, sus triunfos y derrotas. En particular, leer a Maneiro y buscar en el orden de su lectura a Maquiavelo –el tiempo, el territorio y la política, el filósofo, su método y las interpretaciones– los posibles rastros de ese esquema racional que lo orientó con relativo éxito en su práctica, un método de análisis de todos los elementos que constituyen al hecho geopolítico, esa forma de aproximación “científica” que elevaría nuestro criterio y compromiso, nuestro nivel de conciencia y organización, para refinar la virtud revolucionaria que este momento nos exige con urgencia. Es posible que ese sea el mejor homenaje a Alfredo Maneiro.

 

Referencias

(1) Augusto Mijares, Lo afirmativo venezolano. Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998, p. 221

(2) Cfr. El príncipe, capítulo IX. De los principados civiles.

(3) Ociel López, ¡Dale más gasolina! Chavismo, Sifrinismo y Burocracia. Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2015, p. 99

(4) Alfredo Maneiro, Maquiavelo, filosofía y política. Fundación Escuela Editorial el perro y la rana, 2019, p.

 

Texto basado en la presentación al libro “Maquiavelo, filosofía y política”  de Alfredo Maneiro el 30 de Enero del 2019

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