Las bestias posibles // Nicolás Garibaldi

 

Del Zote, ¿qué podemos decir?

Solo había uno y lo hemos visto morir.

Edward Gorey. “Utter Zoo Alphabet”

 Los filósofos perros

¿Tienen las bestias algo para decirnos acerca de cómo vivimos? Michel Onfray dirá que  son expertas en sabiduría.

Las anécdotas de los filósofos cínicos, los llamados filósofos perros, son un ejemplo de esto. Allí todo un pensamiento puede aparecer expresado a través de las bestias, como lo muestra Diógenes: del perro deviene una pedagogía del ladrido y de la mordida, que va a contrapelo de la reducción de todo fluir del pensamiento a la tolerancia de la palabra regulada, a los intercambios verbales de baja intensidad, al simulacro de la diferencia -hay un gesto, un interpelar al otro desde la irritación, tensionando los nervios en un morder a los amigos con la intención de salvarlos-; el ratón nos enseñará un andar en la oscuridad, veloz y sin descanso, encontrando el alimento ahí donde sólo parece haber desperdicio, arrojando la pregunta sobre qué es una vida confortable; el pez con su particular modo de saciar su deseo, frotándose contra una superficie rugosa, eyaculando y continuando con el nado, romperá la relación entre el deseo-esfuerzo y el deseo-lamento.

 

Los filósofos perros y el zen

El poeta brasilero Paulo Leminski, traza un paralelismo entre los filósofos perros y el zen, al encontrar en ambos un singular uso de la anécdota y el gesto, en el que dan lugar al pensamiento para habilitar posibles modos de vida.

Los filósofos cínicos, así como toda la filosofía griega antigua, se caracterizan por proponer modos de vida. No está en sus objetivos plantear sistemas filosóficos totales, sino proponer maneras de resolver problemas concretos de la vida mediante ciertos ejercicios espirituales.

En el zen no sólo las palabras pueden generar conceptos. Las imágenes, los gestos, las actitudes y las situaciones materiales, también tienen una productividad en este sentido. Se trata de un conocimiento, una experiencia singular que es susceptible de ser alcanzada mediante ejercicios llamados do. Do no significa otra cosa que camino.

Desde la perspectiva occidental las pedagogías del zen son pedagogías aberrantes: golpes, palizas y pedidos absurdos que están por fuera de la palabra, que es el modo en el cual occidente concibe un proceso de aprendizaje.

Hay ciertas anécdotas ejemplares atribuidas a maestros en el zen que aparecen bajo el nombre de koans. Allí las bestias nuevamente tendrán un lugar privilegiado. Tal es el caso del cuervo que, secándose sobre el techo después de una lluvia intensa, mueve un ala e involuntariamente rompe una teja. Donde en apariencia sólo había una fragilidad, aparece una potencia.

 

Las bestias que ya no podremos ser

En su ensayo “Los mecanismos”, Christian Ferrer pone en cuestión la supuesta neutralidad de las máquinas. Al fin y al cabo todo artefacto hogareño está manchado de sangre, y no habrá posibilidad de reversibilidad en los usos.

A la par, entre párrafo y párrafo, narra el proceso de extinción de animales como consecuencia de las máquinas puestas en funcionamiento en los territorios con el objetivo de la acumulación de capital. Pero no narra desde un ecologismo indolente -que empatiza con las bestias como compensación de la incapacidad de sentir como propio el dolor de los de su misma especie-, sino encontrando en esa extinción una vitalidad perdida.

Junto a las bestias se extinguen gestos posibles.

La imposibilidad de ser al modo de dodos, tigres de Tasmania, rinocerontes negros, zorro-lobos o palomas migratorias salvajes.

 

Bestias indóciles

¿Tienen las bestias algo para decirnos sobre la servidumbre voluntaria, sobre el extraño deseo de sometimiento que algunos experimentan? ¿Qué hacen las bestias cuando se las quiere someter? Ettiene de La Boetie se interesó por la resistencia que las bestias ofrecen.

Unas que se dejan morir apenas son apresadas. Otras que resisten con sus pezuñas, sus cuerpos, sus picos. Otras que una vez cautivas, dan tantas señales aparentes del sentimiento de su desgracia que es hermoso ver cómo prefieren languidecer que vivir, sin jamás poder complacerse en la servidumbre.

La belleza del gesto indócil.

 

Las malas victorias

Cuenta Pascal Quignard que los ciervos huyen para ser vistos lo menos posible y se internan en la profundidad del bosque.

Hubo un tiempo en el que caballos y ciervos competían en la naturaleza. La belleza del ciervo se le hacía insoportable al caballo que lo enfrentaba sin lograr una victoria.

El hombre, al tanto de dicha competencia, le dice al caballo que si lo deja montar en su espalda finalmente podrá doblegar al ciervo. El caballo acepta y el hombre montado decapita de un espadazo al ciervo.

Aún hoy el caballo, con la cabeza fija en el suelo mientras pasta, cavila. Reflexiona que no todas las victorias son buenas. Y esta fue una de esas, una mala victoria.

 

El universo zoológico policial

El universo zoológico para la policía se reduce a dos especies: perros y caballos. El escuadrón antinarcóticos y la montada.

Claro que no es el caso del caballo legendario de Mettius Curtius, que prefirió arrojarse a un lago y ahogarse con caballero y todo antes que servir al hombre para la guerra.

 

Bestias y fisonomía

Las bestias guardan en su fisonomía un saber histórico. Charles Fourier observa en los elefantes sus orejas aplastadas de escuchar tantas falsedades.

¿Qué es lo que soportan nuestros cuerpos?

¿Qué fisonomías patológicas toman de tanto soportar?

 

Las bestias y la creación de nuevos territorios

Según Paolo Virno toda pregunta por la naturaleza humana es una pregunta radical sobre las instituciones políticas, así como cuando nos preguntamos por las instituciones políticas del presente nos encontramos con definiciones de la naturaleza humana.

¿Cuál será entonces la diferencia entre la naturaleza humana y las naturalezas de las otras bestias?

Los animales desarrollan un repertorio de comportamientos en un ambiente dado, en ciertas condiciones y con ciertos estimulos. El humano es un animal desambientado, abierto al mundo, con un  cierto grado de desapego del propio contexto vital, con la negación de sí como posibilidad autodestructiva. Este animal es ambivalente, oscila, inquieta, se inquieta y cuenta con una propia y terrorífica plasticidad e indeterminación.

Por esta desambientación del humano es que aparecen en las otras bestias posibilidades, modos con los cuales se pueden establecer relaciones con el ambiente, hacerse de territorios, lidiar con las fuerzas anti-todo. Esas fuerzas de las que habla el Colectivo Jueguetes Perdidos, fuerzas que dinamitan hasta las propias condiciones de vida.

Las bestias nos llaman a buscar los picotazos, rasguños, ladridos y mordidas que estén a  la altura de nuestra época.

 

Los perros de Quilmes

Los perros callejeros de Quilmes son indomesticables. Persiguen dementes a las ruedas (¿acaso lo que persiguen es un carácter civilizatorio?), ladran, muestran los dientes y a veces muerden. Aúllan y en su aullido contagian a los perros guardianes de los patios delanteros de las casas (triste vida la de los perros guardianes, pocas son las veces que les toca morder en relación al sentido que a sus vidas le otorgaron, morder al ladrón).

Cuando los transeúntes ven perros callejeros se cruzan de vereda. Hasta a veces enfrentan sus ladridos con pedazos de ladrillos tomados de los escombros o con algún palo. Si los perros muerden se activa la medicina. Anti-tetánicas, anti-rábicas y deseo de sacrificio.

Pero alguien los defiende, alguien los alimenta a escondidas, alguien les tira una frazada vieja donde apoyan su cuerpo herido de sarna y pulgas. No aceptan las caricias. Su comportamiento no es predecible, a veces pasás y ni te ladran. El mayor reconocimiento que a alguien le otorgaron fue el de la indiferencia.

No es el perro callejero amado de Alberto Cortéz. Dócil, amado y propiedad privada porque lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad. Tampoco en honor a él se erigió el monumento al perro callejero que luce en alguna plaza perdida de Berazategui. No representa la afectividad mascotil de la que habla Agustín Valle. Afectividad panfleteada al nivel de la política oficial con el perro Balcarce sentado en el sillón presidencial.

Me sería muy caro articular mis pasiones con las de otros. Con mi mascota tengo el afecto y me ahorro el conflicto en esta época de empatías anestesiadas.

Pascal Quignard en los Desarzonados ensaya la idea de que los perros, antes de ser perros fueron lobos que eligieron un camino de sumisión para obtener un benificio vital que desde la predación era más difícil de conseguir. Hay algo en la memoria corporal de los perros quilmeños que los remonta a esos tiempos y les hace saber que el camino de la sumisión fue el equivocado. Deambulan entonces por la ciudad, híbridos, queriendo volver a ser los lobos que sus cuerpos ahora no les permiten.

 

Fanonismo invertido

En Paterson, película de Jim Jarmusch, el personaje principal es poeta y colectivero. Cada día recorre el mismo camino, y en su casa las cosas también tienden a la repetición.

El perro doméstico es parte de esa rutina. Hay que alimentarlo, sacarlo a pasear cada día. Parece un ser vivo. Pero unos pibes que pasan en un auto deportivo le dicen “mirá que eso que estás paseando es carísimo”. Advierten su condición de mercancia.

El perro parece estar ahí para reglar un recorrido. Una vuelta de manzana que dure lo que dura un meo. Sin embargo el poeta decide dejar al perro atado y meterse en el bar cada vez a tomar una cerveza. El bar en apariencia también es repetición: beber, jugar al pool, poner una canción en la rocola. Pero sobre ese guión que parece escrito de antemano, aparecen vibraciones singulares de cada una de las personas que componen la situación. En el bar se crean situaciones como se crea música raga.

Occidente cree en la idea de músico creador, de compositor original. El raga cuenta con un repertorio acotado de músicas y es la vibración singular del intérprete lo que abre el espacio de la creación.

El bar y la amistad, esos fragiles standards sobre los que se improvisan variaciones, como diría Ricardo Piglia en los diarios de Renzi. Variaciones que se dan, ya no en color raga, sino en color jazz,  una acción-un gesto- que insiste y reaparece y dice más que todo lo que yo pueda decir de mi mismo.

La advertencia de los pibes genera una micro-tensión, ¿será pungueado el perro? El olvido del poeta, el desentendimiento con el bicho, restituye la animalidad del perro.

Toda domesticación de una bestia es una operación de domesticación doble. La bestia y el humano son domesticados con las rutinas que les son impuestas y se auto-imponen.

La domesticación es Fanonismo invertido. Ya no es la doble muerte -muerto el opresor muerto el esclavo y nacido el hombre libre-, sino la doble domesticación: domesticada la bestia, domesticado el humano.

La poesía no se compone con la domesticación. La domesticación se devora a la poesía, como sucede literalmente en Paterson.

 

La amistad con lo no humano

Francis Ponge observa al caracol, su fisonomía, sus gestos, su movimientos y extrae de cada uno de ellos una enseñanza. Una enseñanza que es para la vida tanto como para la escritura.

¿Es posible saber crear sin saber vivir?

La relación que tiene el caracol con la humedad -la atraviesa y es atravesado por ella en su andar- nos sugiere un modo singular de relacionarnos con los caminos, sin finalismos. Para el caracol no es lo mismo lo húmedo y lo mojado, esto nos llama a estar atentos y a preguntarnos sobre cuáles superficies se potencia nuestro movimiento.

Afinar la percepción: lo húmedo y lo mojado no son una misma cosa.

El modo en el que el caracol se activa y realiza un movimiento apenas es desnudado o se desnuda. La casa del caracol es una liviandad, dado que es una casa que no implica un sedentarismo, que permite el movimiento. Pero es también una pesadez, que impone una lentitud, un  nomadismo lento, que rompe con las ideas románticas que nos hacemos de los nomadismos.

La soledad del caracol es una posibilidad de amistad con la naturaleza. Como diría Juanele Ortiz, es la posibilidad de una constatación de lo que hacemos con las cosas que no responden. Correrse del tandem humano-humano y entablar amistades con lo que no lo es.

 

* Fotografía: Lucía Allende

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