María Pía López y Diego Sztulwark reflexionaron en conversación con Lalengua sobre la situación de excepción que se vive en el mundo y las posibles salidas políticas al laberinto de la pandemia. En un escenario ambiguo e incierto hablaron del rol del Estado, de las posibilidades de un realineamiento de fuerzas en el escenario nacional, de la solidaridad y el control, del protagonismo de las fuerzas de seguridad.
Por: Juan Funes | Fotos: Sebastián Freire y Moro Anghileri
El mundo no va a ser el mismo cuando logre salir de la emergencia de la pandemia del Covid – 19. La gran pregunta es hacia dónde girará la forma en que los estados y el Capital reaccionarán cuando la crisis sanitaria mundial pase a ser, simplemente, una profunda crisis económica. En diálogo con Lalengua, la socióloga y militante feminista María Pía López y politólogo Diego Sztulwark reflexionaron acerca de la ambigüedad de los días que corren. El escenario de la cuarentena plantea una situación de laboratorio social en la que se ensayan forzosamente modelos de trabajo a distancia, relaciones virtuales entre las personas, nuevas formas de control sobre la población; se han visto reacciones sociales diversas que van desde la solidaridad de miles de voluntarios y voluntarias, hasta el individualismo más hedonista; desde la revalorización de lo colectivo frente a lo privado, hasta el goce por denunciar al otro que esté por fuera de la norma.
La revalorización del Estado es una nota constante, pero con demandas heterogéneas: se reclama inversión estatal para la reactivación de la economía, distribución de la riqueza para ayudar a los sectores más vulnerables, la salud pública volvió a aparecer como un pilar fundamental de la comunidad en conjunto con la investigación científica, pero también se le demanda al Estado más mano dura y rigurosidad en la vigilancia, y el clásico salvataje de las grandes empresas y bancos castigados por la crisis. ¿Qué pasará con el mundo y cómo reinventará el presidente Alberto Fernández, frente a estas tensiones, el gobierno que encabeza?
Dentro del tubo de ensayo
La tendencia de la descentralización del trabajo no es nueva. Comenzó hace casi cincuenta años y su avance ha sido brutal en la creciente precarización del empleo. El peligro es que esta lógica se profundice luego de esta pandemia y se filtre en otros terrenos de la vida. “Lo que ahora me parece que tal vez ocurra, con este nuevo impulso, es que esto llega a espacios de educación, llega a los espacios de psicoanálisis, se va metiendo en sectores en donde todavía había una apuesta a la presencia”, opinó Sztulwark. En la misma línea, María Pía apuntó que “hay algo de ese laboratorio también en algunas universidades. Se empieza a pensar que es una ocasión para virtualizar las clases, con todo lo que eso significa también de suspensión de ese espacio áulico, donde parte de los intercambios no tienen que ver con el aprendizaje de contenidos, sino con otro tipo de conversación o de circulación”.
La autora de Apuntes para las militancias: feminismos, promesas y combates, remarcó la tendencia hacia “un tipo de maximización del tiempo que yo lo siento como bastante brutal”. “En general se trabaja más. Hay todo un tiempo sociabilidad de los espacios de trabajo, el que compartís con otres. Todo eso quedó postergado frente a la necesidad de construir una nueva productividad. Es complejo, porque aplacar los términos muertos sobre la perspectiva de la productividad no necesariamente redunda en aumentar el ocio o el tiempo disponible para otras cosas, en sociedades en las que quedó demostrado que tienen una especial capacidad para capturar la lógica del ocio y ponerla en servicio de la lógica de la producción de ganancias”.
La otra cara del trabajo en cuarentena es la del empleo informal y precario, “que en estas condiciones no van a poder obedecer las pautas que el Estado está proponiendo si no se baja suficiente dinero”, señaló Sztulwark. El Gobierno, según el autor de La ofensiva sensible, se encuentra en una tensión muy difícil de resolver, “entre una necesidad de enfriar el movimiento de la población y de calentar la economía. Es muy complicado. Si se enfría todo acá se muere medio país de hambre; y si se calienta todo se muere medio país por virus. El Gobierno está negociando entre empresarios, intendentes, sanitaristas, y van buscando la combinación posible”. Se trata del aspecto más delicado – por fuera de la situación sanitaria – que el Gobierno tiene que enfrentar. “Para poder gobernar esta situación hace falta también inventar mecanismos de gobierno que no se han creado. Uno se pregunta si de manera paralela no está habiendo un conjunto de inquietudes en la base social, o pueden irrumpir también mecanismos de descontento o de invención. En una situación de crisis como ésta, el gobierno del mundo no está asegurado”, amplió el politólogo.
El tema de la producción aparece, más que nunca, desencajado, escindido del dinero. “Se puede ir haciendo evidente que no es necesario producir tanto”, sostuvo María Pía, una afirmación que abre un abanico de cuestiones. “Esa evidencia tendría que ser correlativa a la evidencia de que entonces hay que separar el tema de los ingresos de la producción o del esfuerzo, o de reconocer otro tipo de esfuerzos, otro tipo de producciones, y pensar ahí algo del orden de una renta universal, que la vida se garantice más allá de esas condiciones de trabajo”. El laboratorio se complejiza y, según la socióloga, “puede ser un laboratorio del que salgan formas de hiper explotación mucho más acentuadas”, o bien a partir del cual “podamos dar una discusión con formas más libertarias de organización de la existencia”.
“Por un lado puede avanzar una conciencia crítica y pueden avanzar una serie de protagonismos en el campo de la salud, de la alimentación, entre otros. Pero, por otro lado, es un momento peligroso en relación a los mecanismos de control. Cada una de las instituciones está en disputa: o se convierte en ‘pública’ o se convierte en ‘de control’”.
“La conducción del Estado está en manos de personas con mucho compromiso democrático y mucha lucidez para pensar estos problemas. No veo que en el Gobierno no haya una tensión muy cuidadosa con respecto a ese costado represivo que puede tener la situación, porque de hecho desde el Gobierno no se anuncian argumentos represivos. No tenemos ese escenario”
Las ambivalencias del Estado
Como en toda crisis, el escenario de la pandemia del coronavirus no deja dudas sobre la necesidad de estados fuertes. Pero, ¿qué tipo de “estado fuerte”? Sztulwark recordó, en primer lugar, el rol que cumplió históricamente el estado ante las crisis económicas: el de salvar empresas y bancos, es decir, “el estado capitalista relanzando al mercado, un estado neoliberal que actúa para relanzar la dinámica neoliberal, que siempre tiene base fuerte en el Estado”. Otra cosa es hablar de un estado fuerte, “en el sentido de que es necesario que el Estado de cuenta de un mínimo común para la existencia. Ahí ya no está actuando solamente para defender las condiciones de un relanzamiento del Capital; está actuando de manera tal de permitir que la población se reproduzca y que haya un mínimo estándar de vida en común”, explicó. Esta segunda acepción implicaría “expandir la salud pública, extender una garantía de la alimentación mientras y el transporte a la gente, o está obligado a fortalecer vías de comunicación entre la gente que después también pueden ser utilizadas como instrumento político”. El objeto de la disputa es, entonces, a qué llamamos “estado fuerte”, y cómo se logra resignificar la función estatal. “Para pensar un Estado diferente no alcanza con pedir estado fuerte, también hay que mirar muy bien qué fuerza es la del Estado, qué sectores son los que están influyendo sobre ese Estado y a quiénes está beneficiando ese Estado”, sintetizó Sztulwark.
María Pía consideró otros aspectos de la ambigüedad estatal, del campo en disputa abierto que se profundizó con la pandemia. La salud aparece, más que nunca, como pilar fundamental de la sociedad y podría convertirse en un significante reordenador de las prioridades estatales. “A mí me parece que hay algo muy interesante cuando el presidente recorre un territorio en el Conurbano Bonarense y aparece lo que pasa en Moreno, hay 500 mil habitantes y un solo hospital. Si una crisis de esta índole nos lleva a poder pensar que tendría que haber diez hospitales en Moreno, que tendría que haber condiciones de salud para toda la población, agua potable para todo el mundo porque sino no podés hablar de higiene, y pensar el Estado desde esa perspectiva”, esbozó la socióloga.
Como contracara, también gana terreno la demanda de “seguridad”. En este sentido, María Pía apuntó que “hay personas que llaman Estado a la parte represiva de ese Estado. Hay mucho sueño de orden funcionando, de personas que están muy subidas a la lógica de que por fin hay orden callejero, por fin la policía está en la calle pidiendo que circulen. Personas que ven en este aislamiento obligatorio una promesa de sociedad”. Esa promesa se condensa hoy en un reclamo concreto: el estado de sitio. Sztulwark sintetizó el conflicto de la siguiente forma: “por un lado puede avanzar una conciencia crítica y pueden avanzar una serie de protagonismos en el campo de la salud, de la alimentación, entre otros. Pero, por otro lado, es un momento peligroso en relación a los mecanismos de control. Cada una de las instituciones está en disputa: o se convierte en ‘pública’ o se convierte en ‘de control’. Eso está en disputa, está abierto, no está resuelto todavía”.
El control horizontal
¿Qué pasa cuando la vida en comunidad despunta en una vigilancia entre pares? En la emergencia de la pandemia miles de personas se sumaron como voluntarios a diferentes instituciones – convocados por la Universidad de Buenos Aires, Pami, Cascos Blancos, entre otros – con el fin de fortalecer el cuerpo colectivo ante la crisis. Pero al mismo tiempo creció la tendencia de controlar y denunciar a quienes no cumplen la nuevas reglas impuestas por el Estado. Sztulwark compartió la imagen de los médicos cubanos bajando de un avión en un aeropuerto de Italia: “hice un post en el que escribí ‘fascistas que aplauden a comunistas’. Me parece que habría que pensar hasta qué punto en este momento lo que se pone muy cerca es el comunismo del fascismo, en el sentido de que todas las personas juntas intentando producir criterios comunitarios, generar reglas para poner las cosas en común – a ésto se refiere con comunismo -, nos acerca a una imagen más comunista de la gestión de la sociedad. Pero si esas personas lo que hacen es juntarse a controlar, denunciar con odio toda diferencia, toda autonomía con forma de existir o de la manera de gozar, y reprimir, eso que pareciera ser comunista se vuelve fascista. Me parece que eso realmente está en disputa”.
El miedo, la sensación de amenaza, puede ser un afecto muy propenso para el resurgimiento de las demandas de orden y repliegue de las libertades tanto individuales como colectivas. Para María Pía es “muy posible” que se codifique esta amenaza “en términos de lo que serían las derechas clásicas”. ¿Cuál es la mejor forma de preservarse ante un peligro? “Teniendo una lógica de la seguridad, teniendo a alguien que dispone del monopolio de la fuerza y puede impedir que las personas hagan; hay una identificación con ese lugar que es muy problemática”, sostuvo la socióloga. “Hubo todo un esfuerzo de los sectores democráticos en Argentina de tratar de pensar que el Estado que reivindicamos es el Estado que pidió perdón por los crímenes del terrorismo de Estado – continuó -. Ahora, en un contexto del sueño del orden, pareciera que es posible postergar éso, no de parte del Gobierno, sino de parte de cierto tipo de resonancia social que está teniendo la pandemia”. María Pía consideró interesante plantear esa situación en términos de goce, “como algo que satisface a esas personas por su propia identificación con el orden”, y apuntó que también está ligado “con el fondo anti igualitarista que hay en muchos momentos”.
En este contexto surge la pregunta por el rol que deben cumplir las fuerzas de seguridad. Sztulwark planteó que la policía en las calles puede ser vista de dos maneras: “o ellos son los héroes que logran evitar que la población hedonista y neoliberal salga a consumir o a contaminar a los otros, como los ‘héroes de la seguridad’; o bien los héroes son los ‘héroes de la salud pública’, y la policía puede ser vista como un apéndice”. Los actores son los mismos, pero no quién encabeza el manejo de la crisis, dado que “no es lo mismo pensar que son la seguridad y el control los que organizan todo, que pensar que lo que organiza todo es el lazo que se puede instalar a partir de la idea de lo público”. La policía puede tomar la forma de “agente sanitario”, “distribuyendo comida o ayudando a establecer criterios de cómo moverse, apoyando la posibilidad de la salud pública”, describió el politólogo, y luego aclaró que “si la salud pública queda reducida a un dispositivo policial, ahí ya nos encontramos con una situación muy diferente y muy complicada”.
Dentro de esa tensión, María Pía opinó que la ventaja es que en Argentina “la conducción del Estado está en manos de personas con mucho compromiso democrático y mucha lucidez para pensar estos problemas. No veo que en el Gobierno no haya una tensión muy cuidadosa con respecto a ese costado represivo que puede tener la situación, porque de hecho desde el Gobierno no se anuncian argumentos represivos. No tenemos ese escenario”.
El plano local
Una de las lecturas más comunes entre las izquierdas ante la catástrofe sanitaria mundial, es que nunca fue tan visible que el proyecto neoliberal es irreconciliable con la posibilidad de dar lugar a una civilización, a la mera posibilidad de reproducción social. Para María Pía la situación de la pandemia no marca un punto de quiebre, sino de continuidad con catástrofes que se repiten desde hace años: “lo vemos con el cambio climático, con los incendios del Amazonas y después Australia. Sabemos que estamos en un horizonte en donde esa destrucción va a ser sistemática. Lo que está pasando con el virus me parece que no se puede desligar de los modos en que esa especie trata a otras especies, y cómo produce industrialmente a los animales. Es lo que pasa cuando la lógica del Capital se convierte en la lógica dominante. Cuando eso pone en riesgo a la propia especie que lleva adelante el desastre, quizás obliga a parar y a volver a pensar. Pero no soy muy optimista con en ese aspecto; creo que también puede dar otras cosas, que es la gestión de la pandemia, alumbrar un mundo que sea aún más horrible”. La socióloga trabaja sobre este tema desde la óptica de los feminismos y los antiespecismos, y consideró que la posibilidad de construir un mundo distinto a partir de esta crisis dependerá de cómo “construir una hipótesis de conflicto, y también fuerzas que den lugar a ese conflicto, fuerzas que puedan encarnarlo”.
Sztulwark propone algo similar, al argumentar que “sin un tipo de subjetivación revolucionaria que diga ‘este sistema no lo queremos, queremos otros’. Este inevitablemente tiene que estar hecho de luchas”. Para ello es necesario que “deje de haber alianzas entre los populismos y los reformismos con las élites neoliberales, y por una vez tiene que haber un procesamiento del conjunto de saberes y demandas populares”, y en esta dirección “darle fuerza y poder a sujetos efectivos que sean capaces de ordenar la sociedad de otra manera: movimientos feministas, movimientos indígenas, movimientos campesinos, movimientos de trabajadores”.
Pensando en éstos términos, ¿en qué lugar quedará parado el gobierno de Alberto Fernández cuando termine la pandemia? El politólogo planteó que Fernández llegó al gobierno gracias a la estrategia de Cristina Fernández de “ocupar el centro y evitar que lo ocupe la derecha”, lo cual fue, para él, impecable desde el punto de vista táctico, pero al mismo tiempo obturó la posibilidad de construir una coalición antineoliberal. “Lo que sería interesante es que, como efecto de estas circunstancias, cambie de hecho la alianza; que se cambie de lo que fue la alianza electoral, a la alianza de los actores que pueden empezar a sostener una pregunta sobre cómo abandonar el neoliberalismo. Una vez que pase esta crisis, ese cambio de componentes puede estar ocurriendo o puede llegar a ocurrir, y me parece que nos tocaría a todos ser claros en señalar esto. Por ejemplo, en el sendero de algo así como la renta básica, sería algo mayoritario o minoritario dentro de la coalición de Fernández. Hay que forzar un realinamiento en relación a las nuevas tensiones que esta crisis plantea y ojalá se pueda dar”, amplió.
“Para poder gobernar esta situación hace falta también inventar mecanismos de gobierno que no se han creado. Uno se pregunta si de manera paralela no está habiendo un conjunto de inquietudes en la base social, o pueden irrumpir también mecanismos de descontento o de invención. En una situación de crisis como ésta, el gobierno del mundo no está asegurado”
“Hay mucho sueño de orden funcionando, de personas que están muy subidas a la lógica de que por fin hay orden callejero, por fin la policía está en la calle pidiendo que circulen. Personas que ven en este aislamiento obligatorio una promesa de sociedad”.
Para el politólogo esta reconfiguración puede pensarse con “un mapa más abierto al realinamiento que había antes de la crisis. Puede ser que haya sectores de movimientos sociales, de la izquierda, católicos, entre muchos otros, que puedan apoyar con más fuerza esto, y otros sectores empresariales que puedan haber apoyado al desarrollismo de Fernández, pero que no se jugarían tanto. Lo que digo es que puede haber un realineamiento de actores y que ese realineamiento no necesariamente lo va a impulsar o lo va a entender rápido Alberto Fernández. No sé si él es el líder de ese reagrupamiento”.
Tanto él como María Pía destacaron que la coordinación del Mercado Central se le haya dado, por parte del Gobierno, a Marcos Levaggi, referente de la Unión de los Trabajadores de la Tierra (UTT), como uno de los gestos más interesantes del oficialismo. “Ese un dato fundamental, es quién elegís para garantizar cadenas de producción de alimentos”, indicó la socióloga. “No elegís la Sociedad Rural, no elegís la Federación Agraria. Elegís a la UTT, el sector agrario que viene marcando precisamente, en relación a lo que mencionábamos antes de qué fuerzas se ponen en juego, una capacidad de incidencia, de organización y de construcción muy interseccional de las cuestiones. Pensemos que la UTT es también el conjunto de las mujeres rurales; los contenidos feministas que ponen en juego las compañeras y es la agroecología en la discusión sobre los agrotóxicos. Todo eso, es decir, todo lo que pone en crisis al capitalismo la UTT, es quizás una de las fuerzas sociales que lo ponen en discusión ahora”, explicó.