Del acto por el cierre de listas al posteo y de ahí al patrullero ¿Quien no quiere estar cheto? Los cierres, los nombres, las risas, las fotos, las listas, la jefa, las twiteras, los panelistas, la caja y las ideas que ya no dicen nada porque son ideas nada, ideas paja. Termear fuerte como única forma de militancia. Gritar, obedecer, sumarse al ruido, flashear causas sin cambiar de vida, esquivar lo genuino, no dejar el teléfono, no respirar, tener miedo. ¿Es necesario opinar tanto? ¿Ser tan vigilante? ¿Tener un timeline coherente? ¿Un muro militante? ¿Ser parte del espectáculo? Odiar lo cheto pero admirarlo en secreto, envidiarlo, desearlo, querer vivir sus vidas. Votarlo, hacer caso, hacer miau miua por Whiskas, hacer todo lo que lo cheto necesita. Repostear, denunciar, festejar, estar atentos, estar en línea. Afirmar, señalar, ser parte de esta época llena de ruido, de haters, de acoso, de vigilantes que flashean militancia, de lo personal que se volvió policial y de lo policial que es político. Olvidar para seguir militando. Olvido patrulla, scroll, urgencia, kiosco, posteo. Olvido bien cheto. Excitación, ansiedad, reseteo y aturdimiento. Ser pollo, ser odio, ser gato de los proyectos personales de otros, caer siempre en la trampa. No segundear, perdonar solo por conveniencia, que te importe la víctima según quien sea el victimario, explicar un desalojo, una deuda infinita, el billete que no alcanza, la tristeza que nos gana. Justificar todo, vivir la vida que quieren otros, viciar el aire de palabras hasta que no quede nada por respirar. Scrollear rápido para volver a empezar, para no ver, para no acordarte, para poder seguir militando, para estar cheto.
Ignacio Lewkowicz, el pensamiento como presentificación
Un pensamiento laico, que no cree en Dios -mejor digamos no tiene