Pasar la vida a la espera, hacer de la espera un modo de vivir, sostener – como el aliento en la boca – la esperanza de que algo pase. Y cuando por fin sucede; y se está en presencia del acontecimiento; y el orden natural de las cosas se altera, la espera se torna una sombra, un anhelo expectante y apesadumbrado. Una búsqueda quieta, silenciosa. Una súplica.
Para Bifo, la sensibilidad es la capacidad de interpretar lo que no está codificado, lo que no es discurso. Interpretar las señales del río, percibir la densidad de una atmósfera a punto de estallar. Hablar el lenguaje del agua. Nuestra sensibilidad hecha de escasos momentos de elaboración común, la comunidad de lxs desahuciadxs, lxs desdichadxs, lxs enfermxs, lxs que no encajan. A quienes les falta o sobra algo, quienes no tienen el rasgo-código, el signo que es posible oir. Cuando el río habla somos la parte dañada de la historia.
El paisaje está vivo.
Las personas están muertas.
Todo puede ser, desgracia o posibilidad.
¿Hay alguna lengua para salirse de la lengua? pregunta Ocean Vuong. ¿Hay acaso un esfuerzo mayor que hablar de lo que fue arrasado y – al mismo tiempo – nace, lleno de belleza, como las flores que crecen en los pantanos?
Todo lo que no se dice tiene más poder que lo que se narra.
A la espera es un libro en el que no hay hipótesis. Hay una pequeña multitud de humanxs y sus tragedias. Hay un tiempo que se desarma con la crecida. Hay imágenes. Hay una relación con lxs muertxs que puebla de palabras las horas de lxs vivxs
Hay una boca que se abre y se cierra; traga y vomita. El río como labios, que no hablan, no besan, no prometen, no traicionan. Y ahí estamos, nosotrxs, que no sabemos que todavía esperamos.