La última esperanza negra de Pedro Yagüe // Valeriano

Leer es como colgarla, es otra forma de ser vagabunda, desertor, anónimo. A veces leer nos sirve para estar en una muy nuestra en medio de este ruido tan falopa, frenético, hater que nos desconecta todo el tiempo de lo piola. Está bueno creer que leer es otra forma de defender nuestro estado de ánimo. La última esperanza negra de Pedro Yagüe (Cordero editor 2021) es una buena invitación a colgarla, a estar en una, a rajar del ruido, a entrar en su laberinto vertical con códigos propios de porteños y a su vez tan universal, íntimo, cercano. Cada departamento es un mundo lleno de historias y el mundo está en juego en esos departamentos, en esas historias, en cada detalle, en cada derrota. En cada departamento alguien se la juega a muerte sin saber tal vez que ya está muerta.  Nada se escapa del laberinto que es este edificio, nadie se escapa del laberinto que armó Yagüe. Todos la quedamos, todas ya fuimos y a su vez acá estamos leyendo, escapando, colgando. Pedro Yagüe nos lleva a una historia hasta hacernos creer que es la nuestra, hasta hacernos creer que este es nuestro destino, que eso que está pasando ahora, eso que dice la tele, ese precio del dólar, ese ruido en el pasillo, eso nos está pasando ahora.  Propietarios, pastillas, vidas muertas, inquilinas, ausencias, porteros, destinos oscuros de este laberinto vertical que es La última esperan a negra del que no se sale ni siquiera por arriba.

 

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