Por La Casona de Flores
Así se llamó la actividad que hicimos en La Casona de Flores (http://casonadeflores.blogspot.com/) hace poco tiempo, donde se presentaron simultáneamente el libro De chuequistas y overlockas. Una discusión en torno a los talleres textiles (realizado por el Colectivo Simbiosis/Colectivo Situaciones), la película Hacerme feriante (realizada por Julián D’Angolillo) y el número 3 de la revista Crisis, titulado «La Argentina está Salada».
Este título fue, para nosotrxs, un hallazgo porque concentra varias cosas a la vez. A saber:
1. Por un lado la cuestión del trabajo una y otra vez abierta como problema.
Argentina cuenta con una historia reciente riquísima, gracias a que los movimientos de desocupados abrieron e instalaron, hace poco más de una década, un debate social sobre el estatuto del trabajo. Lo hicieron en un momento durísimo, en el cual las cifras de desempleo marcaban récords históricos. La crisis era una realidad cotidiana y, sin embargo, fue momento propicio para hacer preguntas muy profundas: ¿qué es trabajo y qué no?, ¿qué significa trabajar cuando se está desocupado?, ¿qué quiere decir que los pibes y pibas más jóvenes no desean el trabajo del mismo modo que lo hicieron sus padres y/o abuelos?, ¿qué se hace cuando el trabajo no es fuente de dignidad ni un modo de acceso a derechos?, ¿qué implica inventar otras formas de trabajo?, etc.
De manera similar pero diferente, también las fábricas recuperadas por sus trabajadoxs pusieron en marcha una nueva forma de experimentar y pensar el trabajo: ¿qué significa trabajar sin patrón?, ¿qué implica ocupar fábricas vacías?, ¿qué es un colectivo de trabajo?, ¿cómo se sostiene la autogestión?, ¿cómo se piensa la relación con el mercado?, etc.
Esas preguntas quedaron para siempre. Son nuestras. Arrastran capas de conquistas, experiencias, saberes, problemas, historias, fracasos, vidas. No hay manera de pensar la cuestión del trabajo eludiéndolas. Están ahí, resuenan, delinean un camino recorrido, envuelven trayectos sinuosos, condensan dilemas colectivos.
Desde hace varios años, la realidad que vivimos no es de crisis en el mismo sentido que ésta tuvo en 2001-2002. Más bien presenciamos una recomposición del mundo del trabajo y del consumo. Sin embargo, este mundo del trabajo-consumo no es ajeno ni se ha sacado de encima aquellas preguntas. El trabajo vuelve, pero lo hace de maneras multiformes. Por ejemplo:
+ El trabajo vuelve muchas veces superpuesto con el lenguaje de los planes sociales. Argentina trabaja. Sí, de eso no hay dudas. Pero, ¿qué significa el trabajo en cooperativas financiadas y controladas por los gobiernos municipales?, ¿qué estrategias de aprovechamiento de esas cooperativas inventan lxs jóvenes?, ¿a qué disputas someten con los empleados municipales y los sindicatos?, ¿qué tipo de tareas se le asignan?, ¿hay posibilidades de definir de manera autónoma cómo utilizar el dinero y qué trabajo realizar?, ¿por qué el trabajo tiene que ser hoy financiado con subsidios sociales?
+ El trabajo vuelve para esconderse en los talleres textiles. Se hace clandestino cuando lxs trabajadorxs son migrantes. Y se hace de noche cuando sus protagonistas son feriantes. La noche de los proletarios de hoy transcurre al borde de Lomas de Zamora en la mega feria La Salada. No es, como en siglos anteriores, secreta y de unos pocos. Convoca a millones, mueve mucho dinero, moviliza la iniciativa popular y nutre un comercio transfronterizo. Su relación con el taller clandestino es íntima. Ambas son formas de trabajo que utlizan saberes ancestrales y comunitarios para formar parte de cadenas transnacionales de comercio y también para piratear marcas y tecnología. Inventan trabajo más allá del trabajo. Movilizan a miles de personas que reorganizan y redefinen la práctica misma de trabajo y, sobre todo, desafían que ese trabajo tenga los límes de un mercado (y un mapa) nacional.
2. Lo multiforme como potencia.
Lo multiforme es una potencia, decimos, porque está creando formas múltiples cuando ya no hay una forma de trabajar, ni de conseguir dinero, ni de darle sentido a nuestra labor, ni mucho menos de conquistar dignidad. Lo multiforme es potente porque es experimentación viva. Innova más allá de la moral, del Estado y de las normas. Inventa con razones prácticas. Construye modos de hacer que tienen fuerza expansiva: crean realidad, sustentan vidas, impulsan desplazamientos. Y en esa potencia lo multiforme hace ciudad. Incluso conquista y amplía derechos. Algo que el trabajo (precario, flexible, en negro) ya de por sí no garantiza.