Diego Valeriano
La militancia es un trabajo más, casi como cualquier otro, hipervalorizado por quien lo ejerce, demasiado denostado por el resto. El pejotismo y La Cámpora no existen, es verdad que juntos (por omisión o acción) perdieron la provincia, pero no existen en términos vitales. No dieron nada en este último tramo de la campaña, no tenían nada para dar. La izquierda oficial con mucho financiamiento y minutos en los medios llamo a votar en blanco, me hicieron acordar bastante a mí cuando me colaba en los cumpleaños de 15. Los militantes no se van a replantear nada, pero imagino que aquel que genuinamente es de izquierda los abandono para nunca más volver. Cambiemos en una banda de cuadros de derecha sin líder, ni liderazgos. Muy oportunos para ser oposición, pero me cuesta verlos en la ingrata tarea de ser gobierno. También están los militantes silvestres, eso que van de Monsanto a los talleres clandestinos, esos gustan de ser imprescindibles.
Este ballotaje fue la primavera de los comunes, después de la vuelta de la política, después de la resignificacion de la militancia, la elección termino pasando por otro lado. Los comunes de ambos bandos pasaron por arriba a la militancia.
Una vieja que putea contra la corrupción en la verdulería, un flaco con un cartelito bancando el procrear, un pibe que no sabe lo que es el 2001 y en verdad no le importa, una multitud tomando a Scioli y transformándolo en algo que él jamás imagino. Wasap, posteos, rupturas familiares, puteadas, discusiones en la cola del super, cartelitos, cantar la marcha peronista en el bautismo de tu sobrina. La primavera de los comunes es la novedad de este noviembre y es el dato desde hoy en adelante. Tan de los comunes es esta elección que se define entre dos muy comunes.
Macri ni se imagina el quilombo que le van a armar. El problema no es el PJ bonaerense o los planta permanente que le dejo Cristina, el verdadero problema son los comunes que en este último tiempo construyeron una identidad más allá del bolsillo.