La matrix en la escuela // Silvia Duschatzky

Con la ayuda de una app el gobierno saldrá a buscar a los que abandonen la escuela. Así titulan los diarios la última novedad educativa. Será una herramienta online para los preceptores de los colegios y funciona en cualquier tipo de dispositivo, como móviles o PC de escritorio. La advertencia se disparará cada vez que un estudiante falte tres veces en una semana sin justificación.

En esta nota dejaré de lado la discusión específica en torno a la problemática del mal llamado abandono escolar y me centraré en la inauguración de un nuevo lenguaje cuyos efectos se dejarán sentir en el borramiento sigiloso y estridente al mismo tiempo de la sensibilidad. Un software reemplazará la proximidad inquietante con lo que nos acontece en la escuela y nos ahorrará el trabajo de la pregunta y el tanteo en la ambigüedad.

¿Son los pibes los que abandonan la escuela o es la “escuela” la que abandona?. Un programa computacional calmará la ansiedad de lo que se nos escapa. De ahora en más no será necesaria la experimentación, ni las charlas entre maestros, ni el trabajo en torno de la perplejidad, ni las apuestas, ni la lectura de los fracasos, ni los pequeños gestos.

No son los cuerpos los que activan sus sentidos frente a los choques con lo real sino un programa el que dará la señal de alerta.

La nueva APP anula todo combate en torno de lo que hace sentido en la escuela. La “neolengua” (término que acuña Orwell en su novela 1984) avanza inoculándose en cada célula adormeciendo las sensaciones y las preguntas. ¿Cómo estamos viviendo?. ¿Qué universo de relaciones gestamos con los pibes y pibas que aunque intermitentemente circulan por la escuela? . ¿Qué pasa entre ellos y nosotros? ¿qué les (nos) pasa cuando estamos expuestos a los avatares del mundo?. ¿Dónde se deja advertir el malestar, las resistencias, los repliegues, las ebulliciones vitales? ¿De qué fugan?. ¿Cómo pensar en la escuela, con los pibes, con nuestros compañeros, eso que vivimos, nos desborda y nos arroja a toda clase de pruebas?

La App carga con un espíritu “innovador”. Lo curioso es que este impulso de cambio no está en lo que anuncia, sino en la penetración de un muevo lenguaje de automatización de las relaciones educativas. No habría problemas que rozan sensibilidades y abren su “solución” en los desplazamientos de las maneras de existir, sino riesgos a ser conjurados mediante las incontrovertibles planillas de cálculo.

Orwell en 1984 describía el funcionamiento de un nuevo diccionario del Ministerio de la Verdad . Su objetivo era evitar el “crimental” o el crimen de pensar cualquier diferencia a los modos standarizados de vida. Limitar la ambigüedad y la afectividad que hace al lenguaje . Que no haya más que una palabra que lo describa todo, o ninguna opacidad significante. Pero no sólo Orwell, también Huxley exponía los artilugios de Un mundo feliz. Sólo un gramo de soma, escribe , cura diez sentimientos meláncolicos.

¿Será esta nueva APP equivalente al soma?. ¿La hipertecnificación de las vidas la nueva aspiración de orden y felicidad? ¿Cuántas aplicaciones, softwares, deberemos consumir para aplanar una inquietud que no se conjuga con un sistema de símbolos y reglas precisamente definidos y especificados?

La “neolengua” nos somete a un nuevo Dios inequívoco, obsesionado por las puntuaciones. ¿Podrá la memoria computacional capturar los índices que expresan el universo afectivo de los pibes y pibas que habitan los barrios del conurbano?.

La advertencia se disparará , reza el instructivo de la nueva aplicación. La “neolengua” procesa el problema como peligro o en verdad borra toda dimensión problemática en pos de la detección de cualquier interferencia a la matrix del orden.

La señal llegará al director de la escuela y a las autoridades, y disparará un procedimiento tendiente a evitar que esas faltas sean el primer paso del abandono escolar. Cuando esto ocurra, un asistente social buscará al chico en la casa para relevar los motivos de la falta. En el hogar, determinará si la causa se trata de un problema netamente pedagógico o más complejo.

Y entonces una tropa de especialistas tomará en sus manos los casos “problemáticos” y procederá. El universo de vidas, ahora devenido byte, será destinado a un programa de atención según marque el código de clasificación de déficits: adicciones, dificultades pedagógicas, violencia, etc.

Los novedosos registros pasarán a ser la única verdad. La incomodidad, la ambivalencia, la afectividad, las errancias se evaporarán del engranaje de un sistema de simples alternativas binarias.

No habrá lugar para la duda, la pregunta, la experimentación, la ignorancia, la invención. En este nuevo universo pedagógico sólo cabe la alerta, la amenaza y las intervenciones modelizantes, cuando no vigilantes y aún coercitivas.

Lo que se presenta como “revolucionario” no hace más que superponerse al binarismo de una forma histórica de entendimiento del mundo, que regía la moral pedagógica. Pero ahora con un agravante. El borramiento de las disputas discursivas y el barrido de la sensibilidad.

No obstante, arriesgo una sospecha. Los pibes se las arreglarán para escapar al nuevo panóptico, los maestros continuarán agobiados y al mismo tiempo echando mano a sus tentativas artesanales.

El problema del “ abandono” escolar podría abrir una oportunidad en la escuela; sólo si tomamos lo que se le cuela a las viejas representaciones pedagógicas y a un lenguaje que hace de las vidas indefinidas “unidad mínima de información”.

 

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