La hiena y su pantalla // Franco «Bifo» Berardi

A un periodista que le preguntaba qué pensaba de los «nouveaux philosophes» Gilles Deleuze un día le respondió que no pensaba nada porque de nada no se puede pensar nada.

Me permito disentir de Deleuze, si puedo: creo que sea necesario pensar en el nihilismo, la violencia intelectual, el conformismo abyecto. Hay que pensarlos, porque también de estas cosas está entretejida la tragedia contemporánea.

Por ejemplo, ¿qué pensar de Bernard Henry Levy? Nunca se me ocurrió que fuera un filósofo. De sus libros se desprende únicamente la superficialidad de un aficionado entusiasta de sí mismo.

Incluso el periodismo se avergüenza de sus obras enfáticas y llenas de exhibicionismo patético. No es un filósofo ni un periodista.

Él es un sádico.

Un sádico voyeur al que le gusta ver el sufrimiento más brutal, le gusta la aventura extrema con colores de puesta de sol en el desierto. Un Limónov versión NATO.

Los muertos, posiblemente cientos de miles, son parte del espectáculo.

No sé cuántas son las víctimas de la guerra en Siria, nadie lo sabrá nunca, pero recuerdo la pasión con la que BHL se apresuraba para convertir una revuelta popular en una guerra sangrienta.

La última aventura del tenebroso parisino es una visita al vicecomandante del batallón Azov, punta avanzada del mundo libre. El resultado fue un emocionante artículo publicado por La Repubblica.

De Illya Samoilenko se describe en primer lugar la homérica pálida belleza. Luego se pasa a disipar el rumor de que el batallón del que el homérico es subcomandante está compuesto por nazis. «Solo somos», dice Saimolenko, «nacionalistas radicales.» que es otra manera de decir lo mismo, pero BHL, enamorado, no es tan sutil.

Poco le importa a BHL que sus valientes no quisieran dejar salir de sus búnkeres a los civiles que la ONU pretendía evacuar, como se desprende de la entrevista que Illya Samoilenko emitió a The Guardian hace unos días.

Pero el intrépido concluye: «Preferimos morir antes que sufrir la humillación de una rendición. La palabra rendición no existe, en nuestro diccionario”.

El dia después los heroes se rindieron sin cambiar el diccionario.

Puedo respetar los nazis del batallón Azov porque arriesgan su vida. Lo que no puedo que despreciar profundamente ese el cantor de muerte, la hiena emocionada frente a su pantalla. Lo que me repugna en la actuación henrileviana no es la exaltación de los tatuados con la esvástica y el hipernacionalismo banderista, sino la retórica rancia y romántica del héroe.

La modernidad ha tardado cinco siglos en sustituir a los héroes dispuestos a morir y, sobre todo, a matar por delirios patriotas con el pacifico burgués y el exigente intelectual. Tardó cinco siglos en calmar la agresividad masculina y convertir a los bárbaros en ciudadanos.

Pero a Bernard Henri Levy (y a muchos otros de su generación, que también es la mía), a esa vida cobarde le ha llegado por fin el aburrimiento.

A las armas, como el joven de 18 años de Buffalo. Los héroes están destinados a multiplicarse en todas partes del mundo, gracias también a los artículos de esta desafortunada philosophe de mis botas.

También en Rusia crece naturalmente el culto al héroe. Los Bernard Henry Levy de esa parte, escriben poemas para cantar la reencuentro heroica alma rusa. Como Ivan Okhlobystine, autor del verso sublime:

«Gracias a ti, Ukraina, que nos enseñaste a ser rusos de nuevo.»

 

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