Decir que el intelectual está en vías de extinción (González) puede responder a dos motivos.
O bien es una fórmula retórica para coquetear con la realidad y romantizar -agachando la cabeza- el rol del intelectual, exponiendo la fragilidad de su condición y realizando una llamada secreta y heroica a su rescate, dado el rol fundamental que cumplirían los intelectuales en la «transformación de la realidad» (Rozitchner).
O bien nos lo tomamos en serio y lo que estaba en vías de extinción en 1996 sencillamente siguió su vía y acabó por extinguirse nomás. Claro, el cadáver está tibio y uno puede acomodarlo y maquillarlo durante un tiempo. Debate público dicen (decían), pero el círculo se hace cada vez mas chico. Fatalidad circular en lugar de fatalidad social (González).
Basta con comprobar la trilogía de enemigos que enumeraban hace 30 años: grandes medios de comunicación, tecnocracia estatal, partidos tradicionales. Si esos son los enemigos de hoy, entonces el intelectual individual merece ser rescatado heroicamente. Si el escenario es otro, si es muy otro, entonces hay que inventar figuras de pensamiento que no sean las que arrastramos del siglo XX (esto lo teníamos claro hace 20 años… es extraño como funciona el olvido).
Cualquier otra maniobra de rescate es hacer trampa. Aunque ya ni siquiera la trampa, el ser cínico y servil (Viñas) parece funcionar. A ver, cínicos y serviles no faltan, pero ya no son intelectuales ni pretenden serlo. Sabemos que se nos imponen nuevas maneras de complejizar la relación entre pensamiento y política, nuevas formas de lo público, que no son las que ya agonizaban en 1996. Quizás haya que tomarse en serio la extinción para darle lugar a otra cosa.
Decir que el intelectual está en vías de extinción (González) puede responder a dos motivos.
O bien es una fórmula retórica para coquetear con la realidad y romantizar -agachando la cabeza- el rol del intelectual, exponiendo la fragilidad de su condición y realizando una llamada secreta y heroica a su rescate, dado el rol fundamental que cumplirían los intelectuales en la «transformación de la realidad» (Rozitchner).
O bien nos lo tomamos en serio y lo que estaba en vías de extinción en 1996 sencillamente siguió su vía y acabó por extinguirse nomás. Claro, el cadáver está tibio y uno puede acomodarlo y maquillarlo durante un tiempo. Debate público dicen (decían), pero el círculo se hace cada vez mas chico. Fatalidad circular en lugar de fatalidad social (González).
Basta con comprobar la trilogía de enemigos que enumeraban hace 30 años: grandes medios de comunicación, tecnocracia estatal, partidos tradicionales. Si esos son los enemigos de hoy, entonces el intelectual individual merece ser rescatado heroicamente. Si el escenario es otro, si es muy otro, entonces hay que inventar figuras de pensamiento que no sean las que arrastramos del siglo XX (esto lo teníamos claro hace 20 años… es extraño como funciona el olvido).
Cualquier otra maniobra de rescate es hacer trampa. Aunque ya ni siquiera la trampa, el ser cínico y servil (Viñas) parece funcionar. A ver, cínicos y serviles no faltan, pero ya no son intelectuales ni pretenden serlo. Sabemos que se nos imponen nuevas maneras de complejizar la relación entre pensamiento y política, nuevas formas de lo público, que no son las que ya agonizaban en 1996. Quizás haya que tomarse en serio la extinción para darle lugar a otra cosa.