por Fernando Barraza
(Plottier, Patagonia Argentina)
No alcanzo a entender si el que Teodoro Boot en Un prócer sorprendente está más enojado con Suárez o con los que no consideramos tan grave lo que Suárez hizo. En todo caso -más allá de los motivos de «indignación» que genera este escrito- varias de los postulados «equilibrados» que se proponen son bastante desequilibrados. Decir con cierta socarronería que se tiñe de discurso anti-imperialista la crítica a la sanción es, por qué no, desentenderse alegremente de las estrategias totalitarias de la FIFA. Usar la ironía en este caso es bastante fácil, lo difícil es no quedar entrampado en el doble discurso moral que ellos proponen: una mordida en la cancha es más grave que la imposición rigurosa de un calendario de futbol a cada continente, avalar sin tapujos a Mussolini, hacer que Chile juegue un partido sin su rival enfrente (guglealo) para sostener la ideología pinochetista, vivir en una connivencia ejemplar con dictadores latinoamericanos, europeos y africanos como si nada. Se puede seguir, podemos hablar de los comités de «seguridad y control» que armaron con elementos parapoliciales en Sudafrica 2010 pasando por sobre encima de la justicia de ese país, o como -entre otras cosas impuestas para este mundial- se cagaron soberanamente en la legislación vigente en todo Brasil imponiendo la obligatoriedad de venta de cerveza (Budweiser, no otra, porque es sponsor oficial) en los estadios siendo que en Brasil, por LEY NACIONAL, la venta de alcohol está prohibida. No quiero ser ni presumido ni aburrido, pero la lista es muy larga y en todos los casos la criminalidad que existe en cada uno de esos actos de la federación dueña del torneo supera exponencialmente a la reacción casi inconsciente de un jugador con problemas.
Ahora dejemos la FIFA de lado y volvamos a nosotros mismos: ¿de dónde es que creímos tener suficiente altura moral para culpar a Suarez de todo esto que lo estamos culpando?, ¿de dónde se nos puede ocurrir que está MAL «confundir» durante una copa mundial a la selección con un país, un sentido de nación, exactamente dónde es que eso «hace mal», «hiere» o quita dignidad y lucidez?
Por último interpelo personalmente a quien escribió esta nota: ¿de dónde sacó usted que el Presidente de Uruguay confunde selección con país denigrando su investidura? Escúchelo, léalo, solo ha hablado para dos o tres medios y en todos separó bien una cosa de otra.
Finalmente, tengo mi propia manera de interpretar lo que pasó entre dientes (lo deducirá usted de esto que escribí, ¿verdad?), pero si tengo que escoger una de las tantas definiciones que usted le ha dado a lo que hizo Suárez, me quedo con «taradez», que fue la más piadosa. Quizá a su texto le falte un poco de eso, y menos «implacabilidad». Para implacables y maniqueos están los de la FIFA, empresarios mafiosos y rayanos a lo inhumano.
Por más que usted se desentienda con un «¿a quién le importa eso?», ellos siguen allí, mordiendo mucho más fuerte que cualquier jugador del planeta, pobre, rico, negro o blanco.