La fiesta siempre tiene razón. Una razón que solo entienden quienes la viven. Es manija, exceso, catarsis, alivio, combate. Es otra forma de decir democracia, una forma más real, más genuina, más exigente. La fiesta no negocia, no traiciona, no chamuya. Es todo lo que puede un cuerpo. Es otra forma de decir chau Macri, la más certera, la más genuina.
La fiesta tensiona la representación, no se delega, nadie festeja a través de sus representantes. Es tan primitiva como los mejores sentimientos, como los verdaderos encuentros, como la mejor amenza. Pogo, gritos, puteadas, canciones y escabio. Banderas hechas con el corazón, consignas que solo valen por quien la escribe. Recuerdos que mienten un poco y una memoria construida con retazos de encuentros, perdones y abrazos.
Espontánea, esperada, entrenada miles de veces. Es inteligencia colectiva, nuevas y efímeras reglas, pura solidaridad y amor. La fiesta de la Plaza de Mayo legítima más que cualquier elección, más que cualquier recuento definitivo, más que la visita de todas las delegaciones extranjeras. La fiesta es el modo en que queremos vivir, queremos trabajar, pelear, encontrarnos con nuestros amigos, proyectarnos hacia adelante y dejar en claro quienes somos. Es el modo más tenaz de marcarle la cancha a quienes nos gobiernan.
Foto M.A.F.I.A
Excelente y verdadero