La fatiga del material // Norman Briski

Uspallata 15

Banda Sonora para maqueta de trenes

 

La fatiga del material

 

Se despide el hierro.

 

Un férreo saludo de los puentes y la neblina oxidando adoquines. Transpiran rojo en las esquinas. Con otra sangre los mecánicos nocturnos caen por 8 horas de trabajo.  Noche de cielos cóncavos y amaneceres planos con olor a caballo jubilado. Duermen vigilados por el horario de la guillotina del salario. Soñando palmeras, íngles y corsarios. La inercia del otro pasado hiere al mármol de dedos lesionados. Incandescentes vidas con su propias usinas. Huesos luminosos encubiertos con un perro ladrando. Y en la letrina una niña alpinista no sufre la ingravidez de las cumbres, allí donde descarrila el viento, con miedo orina los arbusto de su vejiga. Sabionda no grita por la inutilidad y adopta silencio, ese de los animales y supo descender hasta las vías del nivel del mar. No hay barreras por eso espera el tren que pasa, que viene comiendo distancias, de otro idioma y del mismo metal. Cargando extranjeros, gente morena con mercurio en sus ojos hermosos importados de la obscuridad.

 

El hierro vuelve a la montaña.

 

Los durmientes aguantan la embestida hasta el alba. Los forjadores del odio doblegando los hierros agotados de tantas armas, de tantas espadas santas, de reinos de un solo señor. Metales perfumados de piedras de urano y de otras durezas para durar. Émbolo precoz del tren que pasa para la niñez que espera el monstruo del agua hirviendo con los esclavos engrillados ¿de qué revuelta nacerán? Otra niña otra, abusada en los suburbios cerca de las vacunas de las cloacas. Y ningún excremento se expone, todos están embutidos. Solo las aves ciudadanas que se aprecian por su vuelo se aparean con la velocidad de sus trinos y apuntan con su pequeño ano al transeúnte de la plaza. Ese que va a buscar al menos moreno del tren que va a llegar es el herrero el que acopia libertad, el que tiene el fuego del árbol que va a matar y con él hace monedas para la escudería patriarcal. Y llego  el jardín, simplificación criminal y el jardinero que no sabe hablar. Flores disciplinadas subvencionadas por el condado toman el agua de la sed de la miseria. Decorar el desamparo y el césped para no pisar. Flores caminando con la rueda de los galanes, el ojal, las palabras portadas denuncian su disponibilidad como las uñas pintadas o el carmín enmascarado en lo facial. Los rieles paralelos, encima los vagones, no llevan nada, van a buscar chinos para la paralela. Todos en el  vaivén, en la hamaca del opio magistral. El equilibrista no sabe otra cosa que ser equilibrado y la cuerda temblorosa que lo sostiene caligráfica el miedo atroz que simula con su valentía.

Entre tantos derroteros: roedores.

Entre vías margaritas y debacles de los pasajeros. Aroma de los linyeras.

Entre ozono y relámpagos, mi hierro agotado con una fatiga que me doblega y mis clavos rieleros extrañando la maza que me acuñó. Obligado inscesto matrimonial. Solo ritmo sin melodía. Acordes de chirridos agudos de niños mal engrasados.

Entre tanto la chimenea expulsa volutas de humo blanco y fabrica nubes con los puntos suspensivos en donde vamos a parar. Jubilación mínima.

Descartes – desechos -basura, ¡muera la ortografía!

En la quema del Huracán estaban las gambetas de Houseman Porque la vaca desde el diagnóstico del tren sufre una ataraxia crónica o ya conoce la dirección del matadero. Entre vacas tantas vacas análogas con la vía láctea. Las moscas de los tambos en las bocas que llaman a sus terneros. Entre tanto le roban la leche los tumberos. Un caballo blanco es la luna que no cabalga, rebuzna en vez de relinchar e inspira. Y el alambre con su puas le impide retozar. Así es el miedo. Dice pura escritura, mandamientos, numerología y la piedra se equivoca. Es pura fama. En la margen la arena con sus extravagancias le da escamas al ocio de los nadadores. La arena está en los tobillos… Pasa el hierro que vuelve a la montaña por dos caminos viejos. Con esa travesura el volcán apacigua con jazz su bramura. “Volverán a la mar los hombres”  y los niños se alojarán en aquella pensión donde un lagarto esta en el techo para nadar entre tantos dichos. Susurran las abejas ¿Qué dirán?

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