por Juan Pablo Maccia
El fenómeno político Lanataquedaría incompleto si durante las semanas próximas la épica del show no se extendiese al campo político: toca a la oposición capitalizar el trabajo que cada domingo despliega Periodismo para Todos. Una tarea que no es fácil y que es vivida no sin cierto dramatismo.
Este dramatismo que recorre a la opo se debe a que será la última vez en la que enfrentará al kirchnerismo en su conformación actual (con poder y con perspectivas de continuidad, con una economía que no le juega en contra).
Las encuestas de tipo sociológicas empobrecen el fenómeno de la opo al definirla abstractamente a partir de tres espacios que oscilan de modo variable los tres tercios: el tercio kirchnerista, el antikirchnerista y el amplio tercio de quienes oscila en cada elección entre ambos polos.
Los armadores políticos son más concretos en su tarea de constituir tres espacios electorales: el tercio mayor corresponde al oficialista Frente para la Victoria (única fuerza política nacional vivaz y consolidada) y los tercios menores de la opoatravesados por la dispersión: el bloque que va del radicalismo a la centro izquierda y aquel otro que va hacia la centro derecha, abarcando al macrismo y a sectores del peronismo opositor.
Con todo, prefiero analizar la coyuntura desde otro punto de vista: el de los proyectos de poder en disputa. Perón entendía al proyecto de poder como la capacidad de “gobernar el desorden”. Desde ese punto de vista es claro que, después del 2001, sólo el kirchnerismo se ha constituido como fuerza política con proyecto.
En una reciente entrevista Agustín Rossi (actual Ministro de Defensa) se refirió al liderazgo de la presidenta como “intenso”. Un liderazgo tal puede no ser tan extendido (como lo fue el de Perón o el de Menem) y ser capaz –sobre todo en ausencia de competencia- de promover momentos mayoritarios.
Sin liderazgo ni proyecto, el objetivo estratégico de la opo se reduce a bloquear el liderazgo de la presidenta, sobre todo en impedir su reelección. Se trata de forzar un escenario post-cristinista. De iniciar el tránsito desde la actual situación de miserabilidad estructural (dada por la obligación de juntarse entre muchos para intentar arruinar a quien gobierna) a una situación de competencia por el gobierno.
En esa batalla, el objetivo táctico fundamental, en vistas al 2015, es la captura de dos piezas fundamentales del kirchnerismo bonaerense: Scioli y Massa: sólo una elección mediocre del oficialismo en el más determinante de sus distritos podría desgarrar al peronismo.
Se trata de una tarea titánica, casi una utopía. Pero no todo es hostil al propósito de la opo. Al menos cuatro factores le favorecen: un postergado sentimiento de revancha, la colosal mediocridad de las estructuras del Frente para la Victoria (sobre todo en las provincias), el invaluable GPS del “compañero” Lanata y un papa peronista. Solo falta, quien sabe se les de, la mística de la hora.