La crueldad y el terror en la escena política // Lila María Feldman

 

Hemos escuchado hablar en estos días de odio y de discursos de odio. Tiene su importancia, desde ya, de hecho, me vengo dedicando a escribir y pensar acerca del lenguaje como un territorio de conflictos y productor de afectaciones, del lenguaje como un dispositivo vital de subjetivación. Quiero decir sintéticamente que el lenguaje no solo expresa cosas que ya existen sino que también las fabrica, las produce.
Ahora bien, quiero referirme al odio. En primer lugar, deslindándome de una lectura que tiende a plantear los conflictos que subyacen a los acontecimientos de estos días, y a tantos otros, en términos de amor versus odio. Pienso que es fundamental no llevar el trabajo de pensar a esa idea reduccionista de que hay buenos y malos, los que amamos y los que odian. O que se trata de ubicarnos del lado del amor, amor leído en términos de bondad. A los seres humanos nos animan diversidad y complejidad de afectos, y de pasiones. No somos seres puros, animados por sentimientos “esenciales”, absolutos, unívocos. Estamos habitados por un montón de afectaciones. Amor, odio, son algunos de ellos, gozan de buena prensa. Yo quisiera referirme al terror y a la crueldad como afectos y acciones que urge pensar, sobre todo si queremos abordar los acontecimientos de estos días.
La Derecha, los sectores conservadores, también aman. Son muy amorosos, como ya lo sabemos, la compasión, el amor, la ternura, les son propias también a los sujetos que se ubican de esa manera. También conviene decir que quienes no nos sentimos representados por esos sectores, sino que nos ubicamos de un modo antagónico, también odiamos, también nos enfurecemos, nos animan broncas, rabias, furias. Sin embargo, aquí estamos refiriéndonos al deseo y al acto de dar muerte al otro, en este caso a la vicepresidenta de la nación, mujer y peronista. Indisciplinable si las hay, se rehusa sistemáticamente a todo intento de domesticación y silenciamiento. En ese sentido, la vengo pensando cercana a la figura de Evita, mujer capaz de movilizar multitudes, mujer capaz de transformar la noción de “pueblo” en multitud. si habían pensado que Cristina había sido desactivada de la escena política, los sucesos de los últimos meses evidencian que no es así, incluso que es exactamente al revés. Cristina siempre ha sido peligrosa. El poder se ha dedicado a deshumanizarla, a estereotiparla, a degradarla, han llevado a cabo su propia inquisición, la han convertido en alguien a quien temer y eliminar. Pertenece al linaje de “las yeguas”, para las que se festeja el cáncer, el asesinato, y para las que se desea que vuelvan al corral del que nunca deberían haber salido.
Pienso que es central ubicar al poder como punto de vista para pensar lo que ocurre. Es consideradx peligroso (y por ende está en verdadero peligro) quien es radicalmente capaz de poner en discusión al poder. El poder utiliza todo tipo de recursos, desde los más banales a los más sofisticados: poner vallas, desplegar estrategias judiciales, hasta querer demoler edificios simbólicamente vivos, en nombre de la necesidad de pavimentar el espacio para que garanticemos la “libertad” de movimiento de los ciudadanos de bien, que trabajan y no entorpecen la circulación en el espacio público, que son quienes cuentan por supuesto. Entonces, tenemos por un lado a los garantes y defensores de “la república”, conformada por ciudadanos de bien, y por otro lado a lxs vagxs, negrxs, planerxs, piqueterxs, migrantes, ladronxs, aquellxs que sobran y no merecen, no son dignxs de iguales derechos. El peronismo se ha dedicado a ampliar derechos, eso no quiere decir que no esté atravesado por conflictos y fracturas en su interior mismo, pero el peronismo amplió la noción de pueblo. La transformó. Modificó brutalmente la distribución del poder, y si la plaza de mayo hoy es emblema y sitio de resistencia y celebración de derechos, se lo debe en gran parte a ello. Plaza bombardeada, gaseada, vallada también. Plaza que también es territorio de rondas y de pañuelos blancos y verdes. Los feminismos populares se adueñaron de la plaza y volvieron a transformar la noción de multitud. Ingresamos a ella de otro modo las mujeres y diversidades. Cristina es hoy la mujer más amenazante para el Poder, encargado de pavimentar el territorio nacional y correr y neutralizar a todo lo que le resulte indeseable. Cristina es la figura capaz de volver a animar multitudes, incluso en el barrio de Recoleta. Cristina está sitiada por el poder económico – judicial – mediático, y también enfrentada en el interior de su propio partido.
Volvamos al amor y al odio. A la crueldad y el terror. ¿Qué permite que los ciudadanos de bien quieran que se muera Cristina, qué permite que digan que si la matan, mejor así, que se lo buscó o que se lo tiene bien ganado? ¿Cómo se instala la naturalización de discursos en la escena política que piden desde humillación y escarnio hasta pena de muerte? O presa o muerta, esos son los destinos que le dedican, son los destinos por los que militan y trabajan, cada día.
El neoliberalismo y los movimientos de extrema derecha no son únicamente esquemas económicos sino modos de subjetivación, modos de ligar la subjetividad humana al consumo, al sálvese quien pueda al mismo tiempo que presentan una fuerte carga moralizante, modos dedicados a eliminar lo que no es capaz de insertarse en el sistema que el Poder establece como legítimo. Son esquemas que fijan existencias de primera y otras… diría que de cuarta. Modos que reducen la existencia al consumo y que erradican toda rebelión posible. O la transforman a ella misma en objeto de consumo. Hacer que la rebelión produzca ganancias que el poder captura. Son también dispositivos des-historizantes. Desprenden sus valores de sus encarnaduras históricas y de las batallas y conflictos que los han gestado. Fin de la historia, decretó Fukuyama y estableció ese lema que condensa y sintetiza una forma de esencializar y condenar al destino neoliberal, al mismo tiempo que desarticular cualquier conflicto transformador de las realidades humanas.
Muchos sujetos expulsan toda posible sensación de inermidad, indefensión, desamparo o desvalimiento, alienándose a lo que el poder fija y propone. No sólo se someten a esos poderes externos, sino que los interiorizan, los internalizan, reproduciendo y perpetrando actos crueles. El poder conquista dominando por dentro, erigiendo al interior de los sujetos dispositivos de alienación, indiferencia, odio y sometimiento. El poder masifica, transforma a los colectivos en masa, masa que se ubica en las antípodas de las multitudes. La masa obedece, rehusa a pensar y a pensarse, la masa es disciplinada y reproduce disciplinamiento. El terror queda afuera, el terror es el muro que protege a la masa y a quien se refugie en ella, lo sucio, oscuro, abyecto, diferente, queda afuera. Circunscripto por lenguajes que estigmatizan y des-humanizan, a salvo de generar interpelaciones que amenacen el espacio libre y puro de lo que la moral impone. El poder es hipócrita pero eficaz. Y cuando domina desde adentro de las subjetividades, no tiene límites.
Los llamados discursos odiantes o discursos del odio, son formas de aterrorizar, son una economía del terror. El terror que activan conduce a prácticas de llamado a la seguridad de la casa, el barrio, el país, también de la sexualidad y el amor, lo aberrante quedará por fuera, estigmatizado, enfermo, loco, oscuro, perverso. Se trata, siempre, de eliminar todo aquello que haga peligrar el negocio del miedo. Las mujeres y disidencias somos desde siempre un blanco fácil, salir de siglos de subordinación no es tarea acabada. Los derechos siempre están en peligro y bajo amenaza.
Este país es también la historia que ha escrito sus páginas con sangre y silencio, proscripción y advertencia, es la historia que ha escrito páginas de absoluto terror y de crueldad banalizada, naturalizada.
Ana Berezin escribió: “Frente a la crueldad solemos quedarnos sin palabras, en un estado de estupor, de un siempre renovado asombro… para consolidar su eficacia destructiva, en primer lugar, hay que destruir las condiciones de pensamiento que articulen una defensa”. Asistimos a la violencia que tiene ondas expansivas, de los discursos de los medios dominados por el poder de la Derecha, articulados a tantos otros dispositivos de construcción de condiciones de violencia e impunidad. Asistimos a un silencio decidido. No efecto de estupor o perplejidad. Un silencio cómplice y decidido. Sabemos que las Derechas no tiemblan ni titubean, tienen su propia agenda, sus planes sistemáticos aquí y en el mundo entero. Si pudimos pensar que nunca más estarían dadas las condiciones para un nuevo golpe de Estado, aquí en la Argentina, creo que nos equivocamos. El golpismo trabaja de diferentes maneras, no moviliza únicamente ejércitos de hombres también moviliza ejércitos con sus soldados de las narrativas, dispuestos a calzarse el traje de locos sueltos, también. Ahora bien, ¿Cómo es que nosotres consentimos o reproducimos el terror y la crueldad? ¿Cuáles mecanismos o resortes subjetivos así lo permiten? Asistimos a veces a un efecto de parálisis y al silencio naturalizados, la indiferencia o la desmentida del horror del intento de magnicidio y feminicidio. Asistimos a los modos en que se culpabiliza a la propia víctima, porque no olvidemos que es una mujer “crispada”, a la que se le diagnosticaron varios trastornos mentales y a la que se la gatilla en la cabeza, porque su inteligencia es superior a la de tantes. Algo habrá hecho, algo hizo, se le dice conchuda, yegua, loca, se la ataca por mujer, no se le perdona la inteligencia y el coraje, que juntos son una virtud escasa. Está ocurriendo, se vuelve a agitar la teoría de los dos demonios. Creo, entonces, que urge no limitarnos a hablar de odio, porque de lo que se trata es del terror, de la creación de condiciones de despliegue de terror. La Derecha es la policía de los fantasmas que ella misma agita y produce. Despliega sus mecanismos de “control” y exterminio material y simbólico para lo que ella misma construye y califica como peligroso. Ana Berezin cita a Primo Levi, víctima y sobreviviente del genocidio nazi, cuando escribe que lo que centellea en tiempos crueles es “la facultad de negar nuestro consentimiento”. Cruel, escribe Ana, es quien puede hacer padecer a otrxs o ver que padecen, sin conmoverse o con complacencia. La crueldad es la violencia organizada que es propia e inherente a la condición humana, no es un rasgo propio de otras especies.
A las armas de la crueldad y la muerte las carga el terror. A veces gatillan por fuera. Siempre gatillan por dentro.
No hace falta amar para negar nuestra complacencia a la crueldad.

2 Comments

  1. Excelente articulo Lila. Es necesario profundizar como lo haces, la relacion entre las políticas de la Derecha, la producción de subjetividad y los acontecimientos que se desencadenan. Dejarlo en expresiones emocionales de amor-odio o en morales de buenos-malos oculta la cuestión de fondo.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.