La crisis y la postdemocracia // Diego Sztulwark

El nuevo número de la Revista Crisis trae un manifiesto sobre la postdemocracia. Imposible leerlo sin que se nos muevan las neuronas. Como lector, me confirmo que estamos situados en una trampa. Y que precisamos describirla para buscar una salida donde no la hay. Mas allá del rodeo por Kafka, que me sigue interesando, el texto de Crisis pone una fecha: 1983. Sitúa ahí la narración de un «pacto democrático». Lo cual me recordó a CFK hablando en soledad –entre 1/9/2022 y 2023– de reestablecer un «pacto político», sin que nadie del otro lado la escuche. ¿Qué fue 1983?: respuesta marxista: la «parlamentarización de la dominación». Una inversión perfecta de 1945/1946, años en los cuales la movilización popular dio curso a una parlamentarización que consagraba ciudadania obrera. Si tenemos que preguntarnos cuál fue «nuestra» tentativa entre 1983 y 2001, podemos decir: crear una suerte de contrapoder conbiendo la democracia como tregua en la cual era deseable recomponer las fuerzas políticas derrotadas en torno a 1976. El kirchnerismo se propuso como la única traducción realista del intento de llenar de contenido social la parlamentarización en curso. Solo que, a diferencia de Perón, su base social era muy diferente. 2001 queda como una posibilidad perdida de otra cosa. El kirchnerismo, como intento de torcer el destino de la democracia neoliberal, fue desactivado en algún momento del final del gobierno de CFK. Al parlamento le resultó «no positiva» la idea de capturar y redistribuir rentas agrarias. Desde entonces el intento de «llenar de contenido» la democracia se fue haciendo cada dia mas ficcional. Y la trampa fue tomando la forma de una «defensa» de la «política» reducida a «política parlamentaria» sin contrapoder. Noviembre de 2025 es la consagración de esa política como ilusión (para todos menos para los que hacen política profesional; ¿incluídos los que se proponen renovar la política?). Cuando Crisis señala la fecha 1983 se plantea la cuestión del Nunca Más. La idea de una barrera democrática a la barbarie se mostró impotente. Ocurrió lo mismo con el Nunca más a nivel mundial de 1945. Hubo quizá un error de percepción. Una cierta fetichización del enemigo –»los milicos» (aca) y «los nazis» (a nivel mundial)– acabó por provocar un defecto óptico. Mientras «milicos» y «nazis» estuvieron desarmados creíamos que el recurso al nunca mas como programa de mínima. Sin advertir que el viejo enemigo se regeneraba abrazand el dispositivo mercantil-electoral. Nazis y milicos triunfaban apegados a una idea ultra-reaccionaria de la democracia. Trump y Putin puede ser tan anti nazis como Milei y Netanyahu, y todos ellos defender la democracia contra las dictaduras y el antisemitismo. Todos ellos dicen defender la democracia hasta el final, introduciendo para ello en la escena todo el saber antisubversivo acumulado. Ahí donde democracia liberal no da respuestas, la democracia fascistizada se propone como única alternativa. Nazismo y dictadura triunfan democráticamente ahí donde declaran el fracaso del campo «liberal» y de los contrapoderes. Sobre esa base consagran su victoria apropiándose de la democracia y del archivo del contrapoder (Lenin incuido!). Ellos definen tareas, enemistades y cerrrojos. A nosotros nos toca –habrá que ver cómo– romper esa operación. No nos queda otra.

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