Hace unos días leí a Fabián Casas en su genial columna titulada El imperio contratapa. Luego me llegó la invitación inesperada y generosa a presentar el libro, y pensé que Afluencias, por más digital que sea, también merece una contratapa. Aquí, con ustedes, voy a ensayar una. La titulé “La contratapa anti-imperio”.
Casas sostiene que una contratapa no es una mera convención retórica, y resume sus claves: debe ser breve, no debe spoilear el contenido central del libro que recomienda, y debe intrigar al lector para que decida comprarlo. Afluencias lleva en su sello ya resuelto el tema de la compra, porque es de descarga libre y gratuita, todo un acontecimiento político en sí mismo, pero sí quiero hacer de esta contratapa virtual una invitación.
La contratapa, escribe Casas (esta parte me interesa especialmente), debe cuidar la espalda del libro. Como en el barrio nos cuidábamos o nos cuidamos las espaldas, con los amigues de fierro. Me sumaré a una tradición: la que entiende (si es que no es una contratapa de las hegemónicas, rumiantes, aburridas o tira flores) que la contratapa no se propone llenar de elogios al libro, ni hacer un sumario de su contenido, sino, en todo caso mostrar, que el libro tiene una riqueza y una potencia que le permite ser fuente de creación y genuina lectura. Entonces, esta contratapa no será adorno ni trámite o formalismo, sino (ojalá) efecto de la potencia que Afluencias tiene. Vestigios de luminosidad del libro, metonimia de lo que está por-venir (parafraseando y citando a Casas), ante la celebración del arribo de un libro que hace su estreno buscando encontrar disponibilidad y hospedaje en los lectores.
Empezaré por detenerme en el título del libro: Afluencias, no confluencias. No es un detalle nimio, porque en este libro fluyen ríos, cauces y causas que no convergen. Está hecho de plumas diversas que hasta discuten, se oponen, se acercan a veces, y otras se diferencian y antagonizan. Sin embargo, hay un denominador común. Se trata de un libro discutidor, se atreve a ir contra-corriente. Le gusta dar batallas. Es un libro que se inscribe en el campo psicoanalítico que lucha contra las hegemonías patriarcales, cis-sexistas y heteronormativas, coloniales, sacralizantes, burguesas y académicas. Se opone a la formación de masas, lo cual para mí es su mayor logro. Este libro se compone en multitud (la multitud es la reescritura y la revuelta de la masa, y un destino mucho más valioso e interesante para el colectivo psi. La multitud no está hecha solo de muches, sino de luchas, sobre todo. La multitud es la masa des-alienada, propuse en otro lugar).
Contratapa anti-imperio, escribo, porque Afluencias es un libro anti imperio. No busca aglutinarse como ejército o iglesia. Se propone pensar y discutir acerca de los modos en lo que las lógicas dominantes funcionan dentro del territorio psicoanalítico. Quiero subrayar mucho algo. Afluencias relanza la búsqueda del psicoanálisis por pensar y atender a las innumerables formas de sufrimiento psíquico, pero además se hace cargo de incorporar, en esa búsqueda, la revisión y reformulación de aquella parte (no poca) del psicoanálisis que es parte responsable de crear o profundizar el sufrimiento psíquico.
Afluencias es un elogio de lo heterogéneo y una crítica a la obediencia dentro de nuestro campo. No sólo está compuesta por diversas corrientes dentro del psicoanálisis, sino que se propone, me animo a decir que Bruno y Tomás se lo han propuesto explícitamente, y vaya que lo han logrado, situar al psicoanálisis en diálogo permanente con la filosofía y la política. El psicoanálisis ampliando sus confines, interrogando sus potencias. De hecho, el psicoanálisis proviene de lecturas filosóficas, sociológicas y literarias. Y se mantiene vivo siempre y cuando pueda seguir pensando y pensándose con ellas.
¿De qué se trata Afluencias? Además de contarles que está dividido en cinco temáticas (Instituciones, Géneros, Clínicas, Políticas y Filosofías), diría que es un libro acerca de la escritura y la lectura dentro del dispositivo analítico, y dentro de nuestro campo. ¿Qué es leer y escribir para los psicoanalistas? ¿Qué entendemos por leer y escribir? ¿Cómo leemos? ¿Cómo escribimos? ¿Dentro de cuáles tensiones y conflictos? ¿Qué nos inspira? ¿Cuáles problemas y batallas nos animan a alzar la pluma?
Afluencias tiene una potencia subversiva que se articula en un colectivo de nombres propios, que apuntan a construir una propia y singular versión en la escritura. Es también una redefinición de lo que es interior y exterior a nuestro campo. Hace de “lo exterior” interior; interiorización fecunda de todo lo que es capaz de tocarlo, sacudirlo, interpelarlo.
Voy a compartirles mi hoja de ruta personal y arbitraria. Mis rutas afluentes. En términos de lo que me conmovió más, empieza por el escrito de Luis Sanfelippo y sigue con los de Sofía Rutenberg, Fernanda Magallanes, Julieta Goldsmidt y Wang Yi Ran; el de Gabi Insua, Jorge Reitter, Omar Acha, Marcos Apolo Benítez, Maximiliano Cosentino y Roque Farrán. Cada une armará la suya, porque el libro permite diferentes recorridos, cual Rayela incesante.
Me interesa más la afluencia que no se dedica a dirimir quién o quienes leen mejor a Lacan, sino a disputar en torno a las consecuencias clínicas, éticas y políticas que se derivan de sostener determinadas lecturas. Y más aún, la que construye una voz enunciativa personal, singular.
Otra corriente que encontré leyendo el libro y en la que me inscribo, es la que en los márgenes intenta situar un lugar o territorio propio. Uno que defina de otro modo un interior y un exterior, que problematice sus vínculos y fronteras. Fugitivo del lacanismo, se nombra Jorge Reitter, Daniela Danelinck se proclama autopercibida y descarriada, y quien les habla: extranjera. Formas migrantes de una pertenencia problematizada. Otra afluencia es la que toma el camino de la “apuesta”. Allí me encontré próxima a Luis Sanfelippo, a Gabriela Insua, Nicolás Cerruti, y a Maximiliano Cosentino.
Luego, mi proximidad con el libro todo, porque reúne afluencias que, de un modo u otro, contribuyen a discutir los cimientos del imperio; ese que tiene vocación colonial, dogmática y moralizante.
Tengo, por último, el regalo de esta última afluencia: compartir esta presentación junto a Emiliano Exposto y Nicolás Cerruti, con quienes me unen conversaciones, el vínculo con la escritura y a través de la escritura, admiración y afecto.
Eduardo Muller, psicoanalista, ha trabajado sobre un concepto de Harold Bloom: la angustia de las influencias. Esa angustia que acompaña, motoriza o inhibe a quien escribe, ligada al horror ante la página en blanco, pero, sobretodo, a las ambivalencias respecto de cómo operan en cada unx de nosotrxs las lecturas que nos han forjado. La angustia de las influencias está ligada a una pregunta: ¿de qué maneras está presente en nuestra escritura la influencia de lo que hemos leído? Sabemos que no existe originalidad, en el sentido de que no existe autoengendramiento. Nuestra escritura (nuestra práctica en general) es causada por nuestra biografía de lecturas. Ahora bien, quiero detenerme en algo más. La idea de mala lectura necesaria, fecunda, condición para que la escritura no devenga repetición ecolálica de lo dicho y ya pensado por otrxs. La mala lectura es lo mejor que puede suceder con las influencias, y supone desvío, errancia, expansión. Es por ello que a veces me pregunto si Lacan es la única y absoluta influencia, la única voz que participa de la escritura para algunxs psicoanalistas, si es el único punto de referencia en el que autorizarse (autorizarse como forma de asumir una autoría a veces, y otras como forma de legitimación por apuntalamiento en alguna de sus interpretaciones o traducciones). Me pregunto a veces si Lacan no ha advenido al lugar de la gran máquina de influencia en el pensamiento psicoanalítico. Si allí empieza y –más aún- si allí termina, casi como vaticinó Fukuyama cuando sentenció “el fin de la historia”.
Entonces, apostamos a las influencias que se transforman y nos transforman, que devienen afluencias. Influencia no como ejercicio de poder, sino –dice Muller que esa es su etimología- como un fluir hacia adentro, como fluyen en unx esas voces que nos habitan y con las cuales podemos seguir pensando. Hay un riesgo en juego también cuando escribimos. Que la escritura en nuestro medio sea una forma de influencia sin angustia. La influencia absoluta, no metabolizada de ningún modo, y nunca y en nada cuestionada o revisada. La influencia que deriva en “leer bien”, correcta y aplicadamente, letra por letra. La influencia intacta, como dispositivo conservador y des-historizante.
Influencia, confluencia, afluencia. ¿Asos diversos modos de fluir serán momentos o destinos posibles de la lectura y la escritura en psicoanálisis? Esta es mi mala lectura, mi contratapa virtual y arbitraria, tributaria además de la absoluta libertad que me han dado, que nos han dado desde el principio Bruno y Tomás, los compiladores y motores de este libro. Esa libertad que invita a correr riesgos. Una mención especial la merece esa hermosa introducción que han escrito y que lleva un gran título: “El circuito pulsional del tacto”.
Este libro es testimonio de lo que nos ha tocado a sus autores. Esperamos, ahora, que los toque a ustedes, querides lectores; que de la lectura no salgan intactos. Y que la escritura siga siendo parte, corazón e invención (como escribe Maximiliano Cosentino), del porvenir y vitalidad del cuerpo erógeno del psicoanálisis.
[1] Presentación del libro “Afluencias. Escritos sobre el psicoanálisis que nos toca”.