La asunción // Facundo Cifelli

 

Nuestro amo juega al esclavo

De esta tierra que es una herida.

                                              

El mediodía del domingo picaba de calor entonces aseguré la comida (tal vez lo único que hasta ahora he podido asegurar). Nunca tuve tradición familiar de domingos, pero de alguna forma entendí que en el séptimo día se almuerzan pastas, hagan los grados que hagan. 
Después de ver por televisión las risas entre Cristina y Milei, y a un Alberto perdido en si mismo, presentí que tenía que ir a la plaza de los dos congresos. Aprovechar que vivo en las inmediaciones. Olfatear el aliento del rey de la selva.  

Una vez más estaba llegando tarde a mí mismo (como todos los que creímos, aunque sea por unos segundos, que Massa ganaba). También a las palabras de asunción. Llegar tarde es una característica de muchas personas que tienen que estar donde no quieren estar.
JM ya estaba hablando desde las escalinatas. No hay plata. Alrededor todo era celeste y blanco. Había banderas de este país, vacías. Sin forma ni contenido. Enarbolada por gente, pero no tanta. Me acerqué lo máximo que pude con ganas de ver la fiera a los ojos, prefería ver antes que escuchar.
El congreso era lo más parecido a un zoológico, adentro estaba lleno de animales. Aunque ya no se vean más en la Ciudad de Buenos Aires, de chico fui a un par. Me acuerdo de como eran. Como en todo Zoo, la atracción más importante era el León (domado, obviamente. Enjaulado). El bicho tenía tal centralidad que dejaba opaca la vista de los demás. Afuera había un montón de especies disímiles. Había una que me llamó la atención, postada justo enfrente de las escalinatas del congreso. Tenía una pala de obrero en la mano. Guantes, gorra y anteojos negros. Era blanco, blanco palidez. Alzaba la pala con las dos manos y la sacudía ante cada arenga del León. Le tuve que tomar una foto, me pareció genial.
Nos estaba diciendo indirectamente que vayamos a laburar mientras gritaba “Viva la libertad”.
Me confundí, empecé a pensar: todos estamos laburando. Vivimos el día a día. Vivimos. De alguna manera la vida misma es un trabajo y si hay algo que hacemos es empalar, a lo loco. No hay plata. ¿De qué libertad me hablas?

Después JM habló de los filisteos. De David y Goliat. Recurre reiteradamente a ese ejemplo, tal vez por su conversión. Él dice que es David. Paradójicamente David sería lo opuesto a un León, pero no importa. Tomémoslo igual, es pertinente. Nuestra sociedad sería Goliat. El gigante poderoso caminando, siempre confiado. Un sonso amorfo que mira al León en el zoológico del congreso. La masa insatisfecha, inútil. Si había algo que era común a toda la gente allí, era la insatisfacción.
Hay cosas que no cambian. David le ganó a Goliat, una vez más. “El triunfo de los pocos, sobre las mayorías”. Algo así dijo. JM le ganó a la sociedad. Le ganó cuando le dijo que no había plata, que no había opción al ajuste, que el futuro depara más pobreza y menos salarios. Le ganó cuando la gente aplaudió aquel domingo, embaselinada en insatisfacción, su propia muerte. Que iban a ser cada vez más pobres y que iban a tener cada vez más hambre.
 
Hace 40 años García cantaba: “Estamos como el amor que se echa a perder, violando todo lo que amamos para vivir”. Festejar tu propia desgracia ¿es una forma de violar lo que amas? ¿No es como festejar la muerte? Pero la gente de allí no estaba violando lo que ama, me di cuenta. Porque la impotencia y la insatisfacción no aman la vida, la succionan hasta dejarla vacía.
Aplaudían entonces lo que tenían que aplaudir: la resignación.
La gente allí parada parecía muerta en vida. Tenían ojos binarios decodificados en ceros y unos. vacíos.

Proveniente de la fragmentación social, se luce la marginalidad. Por diferentes decisiones que he tomado en mi vida puedo decir que conozco de cerca la marginalidad. Conozco la marginalidad de la pobreza, la vi a los ojos, la de la exclusión por la discriminación. La del choreo. La marginalidad del desahuciado, del negro, del pobre. Del que está en Canadá.
Pero me di cuenta en aquel zoológico algo que no me había dado cuenta hasta entonces, iluso. Hay muchas formas de marginalidad. Y no hay una por sobre la otra, una mejor que la otra. La marginalidad es marginalidad. Margen social.
El león es un marginal. A diferencia del otro, es un marginal poderoso. Nadie se le acerca porque le temen. Eso, al tiempo que le da cierta fuerza narrativa, también lo excluye. Y esa era otra de las características que unía a la gente que estaba allí: la marginalidad.
Parecían animales de redes digitales que recibían ahora el sol pesado del domingo en la cara. Como el bicho que sale del letargo de hibernar. La subjetividad neoliberal que conocimos (la cual no alcanza para explicar el fenómeno Milei), la individual, la que se lleva al conjunto puesto en pos del beneficio de la máxima rentabilidad frente a todas las cosas, se mezcla ahora con esta nueva subjetividad marginal: El sujeto de las redes.
Forjado en otro espacio, en otra dimensión, aparenta estar fuertemente entrelazado generando la ilusión de que existe un convincente lazo social en su “realidad” (el cual ya no existe en el mundo material). Es parte y a la vez no es parte de la sociedad tal cual la conocimos. Es parte porque tiene altos grados de injerencia en ella. No es parte porque se muestra virtual. A diferencia del plano material, en aquel sistema todo está habilitado. Las emocionalidades son desbordantes, como los insultos. Hay permiso para avasallar al otro, vale todo. Allí no hay nada que sea orgánico. Por eso, de tanto en tanto, salen al mundo concreto imitando las lógicas de su sistema.
Todo aquello oculta un maquillaje de inocencia: en el fondo es nada más que aislamiento social. Marginalidad. Lo sé, puedo reconocerla.
Va entonces otro pecado social, del cual David se aprovechó para vencer a Goliat: el aislamiento.

Nos quedamos entonces en el momento en que el resignado festeja su malestar. No hay plata y un adolecido Goliat se odia a sí mismo mientras grita libertad sin el más mínimo rasgo de pensamiento crítico. Crisis educacional, mencionaba en el mientras tanto el presidente electo desde las escalinatas de la institución que aborrece.  
Hay un porcentaje social que nunca creyó en la libertad, entonces a ese slogan lo ve vacío. No porque no quiera creer, motivos para ello le sobran. Más bien porque entiende que la libertad del libre albedrío es imposible, que nunca se estará libre de determinaciones. Entonces ante la idea fantasmagórica de libertad opone liberación, donde comprender cómo son las cadenas que lo atan, de dónde provienen y cómo se ajustan, se parece sí al ejercicio de la libertad. También sabe a su pesar (como dijimos) que, como la felicidad, nunca alcanzará su plenitud. Esa parte de la sociedad aprendió a vivir con eso, aprendió a superar su adolecer. Entendió que la vida primero es enamoramiento adolescente (como la libertad), pero que después es comprensión. Y comprendiendo va. Con la pala en la mano, porque tal vez, lo único que comprendió en realidad, es el “valor” de la pala. Es gracioso: ahora, por el descuido que otorga la confianza, debe bancarse un chiste de la realidad… que un “individuo-red” en medio del zoológico lo mande a agarrar la pala mientras grita libertad.
A aquel grupo social que no se por qué se piensa mayoritario una y otra vez, nunca nadie le dijo que la Argentina iba a estar mejor.
En realidad una vez sí, pero al final le mintieron. Asi que es como lo mismo. No hay plata.

Recorrí en un óvalo la plaza, estaba llena nada más que en un tercio de su magnitud. Pensé en los piedrazos del 2017, desbordaba en aquel entonces. Estas fieras no van a aguantar, le dije en voz baja al aire denso que comenzaba a abombarme. Empecé a pensar en los fideos, entonces decidí que era suficiente show.
Volví a mi casa pensando en que estos años fueron signados por verdades relativas, verdades parceladas como el Estado impotente que tenemos. Hemos puesto cada uno nuestra verdad sobre la mesa, contentos de ese ejercicio de la democracia.
Ahora nos preguntamos si de esa forma no hemos suspendido la lógica misma de la verdad.  Si hay muchas verdades no hay ninguna verdad. ¿Y el hambre? Es una ecuación básica, como cuando decíamos, al descubrir la filosofía, que todo era igual a nada y nos quedábamos como maravillados ante ese manantial de misterio. Ahora nos quedamos maravillados ante el manantial de la incertidumbre. Se parece al misterio, pero no es lo mismo.
Todo esto nos suena porque el gobierno de todos fue gobierno de nada. Como el que mucho abarca y poco aprieta. ¿El hambre no habrá sido la verdad menos relativa de este tiempo, la verdad de las mayorías? No hay plata.
Cuando no hay verdad lo que queda entonces es el ejercicio del poder como poder mismo. El poder -hacer- lo detenta el que lo tiene, y el que lo tiene no lo quiere parcelar (como al Estado), lo quiere tener. Desalambrado, inmenso y ejercido. Para que cumpla su función y no le pase lo mismo que a la verdad diluida.
¿Por qué todo el poder lo tienen los garcas?  A lo mejor porque una parte de la sociedad se acostumbró a la posibilidad de poder. Se parece al poder, pero no es lo mismo.
El pecado del capitán Beto duele como el no nacido.

Mientras me iba se escuchaba la arenga final:
-Viva la libertad.
-Viva
-Viva la libertad.
-Viva
-Viva la libertad.
-Viva.

Yo me fui riendo y cantando una canción de Pappo que dice:
¿A dónde está la libertad? No dejo nunca de pensar.
Quizás la tengan en algún lugar
que tendremos que alcanzar.
No creo que nunca, sí que nunca, no creo que nunca,
la hemos pasado tan mal.

Todos a los botes.
Si hay una nueva figura social debe enseñarnos a no volvernos locos -Salud mental- con aquello que parece concreto.
Todo está en movimiento.



 

 

2 Comments

  1. ya que de canciones

    Todavía me emocionan ciertas voces
    Todavía creo en mirar a los ojos
    Todavía tengo en mente cambiar algo
    Todavía y a Dios gracias todavía
    El Sol quema la lengua de los lagartos
    La verdad es buen veneno pa’ las tripas
    Todavía hay mucha gente que está viva
    Todavía y Dios gracias todavía
    Multiplicar, es la tarea, es la tarea

  2. Bro, mucha filosofía pero después vas a hacer etnología del show flasheando que los otros son animales en un zoológico. Cuando pasa de signo contrario no nos tiembla el pulso en usar con demasiada liviandad términos como fachistas, eugenistas, etc. Entonces quizás fuiste a, mas que a ver a confirmar tus lecturas. Era blanco, blanco palidez decís, no se que tema hay con el color de piel del animal que viste, claro, todos los votantes de milei son virgos, incels, zombies del neoliberalismo, que van a estar tostados por el sol. Sin distancia no se puede ver. Un texto demasiado ideológico y mistificado que no suma ninguna novedad, ninguna claridad.

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