por Sandro Mezzadra
Hace algunos días, H&M lanzó una línea de moda femenina claramente inspirada en las guerrilleras kurdas cuyas imágenes han circulado en los medios de comunicación de todo el mundo. Más o menos al mismo tiempo, las fuerzas de seguridad turcas cargaban contra los kurdos que expresaban, en la frontera con Siria, su solidaridad con Kobanê, que resiste desde hace semanas al asedio del Estado Islámico (EI). Esa frontera, que ha sido porosa en los últimos meses para los milicianos yihadistas, está hoy herméticamente cerrada para los combatientes del PKK en su intento de llegar a Kobanê. La ciudad sirio-kurda se encuentra sola ante el avance del EI. La defienden guerrilleros y guerrilleras de las fuerzas populares de autodefensa (YPG/YPJ), armados con kalashnikov frente a los medios acorazados y la artillería pesada del EI. Las intervenciones de la “coalición antiterrorista” guiadas por EE.UU han sido –al menos en los últimos días– esporádicas y del todo ineficaces, y ya hay alguna bandera negra ondeando en Kobanê.
¿Pero quiénes son los guerrilleros y guerrilleras de YPG/YPJ? Aquí (en Italia) los medios se refieren a ellos con el nombre de peshmerga, término que gusta evidentemente por su “exotismo”. Lástima que los peshmerga sean los miembros de las milicias del KPD (Partido Democrático de Kurdistán) de Barzani, jefe del gobierno en la región autónoma del Kurdistán iraquí, es decir, de las milicias que han abandonado sus posiciones cercanas a Sinjar, a principios de agosto, dejando el campo libre para el EI y poniendo en riesgo las vidas de miles de yazidi y otras minorías religiosas. Han sido las unidades de combate del PKK y de las YPG/YPJ las que han cruzado las fronteras e intervenido con formidable eficacia, prosiguiendo la lucha que desde hace meses conducen contra el fascismo del Estado Islámico.
Es verdad que el EI ha sido “inventado” y favorecido por emiratos, petromonarquías, turcos y estadounidenses: pero sobre un terreno que no es otro que el del fascismo. Nos lo recuerda la última bala que mató el otro día en Kobanê a la chica de diecinueve años Ceylan Ozalp, pese a no haber sido disparada por los tiranos del EI. Algunos la han llamado kamikaze, pero ¿cómo no ver el nexo entre esa bala (ese gesto extremo de libertad) y la pastilla de cianuro que, desde Italia hasta Algeria o Argentina, han llevado en el bolsillo generaciones de partisanos y combatientes contra el fascismo y el colonialismo?
¿Y cómo no ver las razones por las que el EI ha concentrado sus propias fuerzas sobre Kobanê? La ciudad es el centro de uno de los tres cantones (los otros dos son Afrin y Cizre) que se han constituido en “regiones autónomas democráticas” de una confederación de “kurdos, árabes, sirios, caldeos, turcomanos, armenios y chechenos”, como recita el preámbulo de la extraordinaria Carta de Rojava (el nombre del Kurdistán occidental o sirio). Es un texto que habla de libertad, de justicia, de democracia y de dignidad; de igualdad y de búsqueda de “un equilibrio ecológico”. En Rojava el feminismo está encarnado no solamente en los cuerpos de las guerrilleras en armas, sino también en el principio de la participación paritaria en cada institución de autogobierno, que cada día pone en discusión el patriarcado. Y el autogobierno, incluso entre miles de contradicciones y condiciones durísimas, expresa un verdadero principio común de cooperación entre libres e iguales. Es más: coherentemente con la revuelta anti-nacionalista del PKK de Öcalan, con la que las YPG/YPJ están alineadas, es neto el rechazo no solamente de todo absolutismo étnico y de cada fundamentalismo religioso, sino de la misma declinación nacionalista de la lucha del pueblo kurdo. Y todo ello en el Medio Oriente de hoy, donde se degüella o decapita por razones confesionales o étnicas.
Basta escuchar las palabras de los guerrilleros y guerrilleras de las YPG/YPJ, que no es difícil encontrar en la red, para entender que estos chicos y chicas, hombres y mujeres, han tomado las armas para afirmar y defender esta manera de vivir y cooperar. Es fácil, por lo tanto, entender las razones de la ofensiva del EI contra Kobanê. Pero también es fácil entender por qué no intervienen en su defensa los turcos, columna de la OTAN en la región, y por qué es así de “tímido” el apoyo de la coalición anti-terrorista. ¿Os imagináis qué pueden pensar los emires del golfo sobre el experimento de Rojava y la paridad de género? ¿Y los estadounidenses, los “occidentales”? Para EE.UU, UE y PKK, si bien glamourosas, las chicas que sonríen kalashnikov en mano forman parte de una organización “terrorista”, cuyo líder ha sido llevado a las cárceles turcas por la astucia de la “zorra del tablero” (según una expresión de Massimo d’Alema). Además, ¿el PKK no nació como una organización marxista-leninista? Comunistas, en suma.
¿Entonces cuál es el papel de YGPE? Deberíamos ser nosotras y nosotros quienes reivindicásemos ese comunismo y bajáramos a las calles a enfrentarnos para defender Kobanê y Rojava, para reinventar materialmente, a partir de aquí, la oposición total a la guerra. En Rojava debemos reconocer las conexiones con nuestra historia más reciente, debemos ser capaces de escuchar los ecos de Seattle, de Génova, del zapatismo. Porque estos ecos existen. Debemos ver, sobre todo, que si hay un hilo de continuidad entre las revueltas del Maghreb y del Mashreq en 2011, pasando por el 15M español y Occupy, y los levantamientos brasileños y turcos del mismo año, ese hilo pasa por las calles de Kobanê y de Rojava.
La guerra atraviesa hoy las fronteras de Europa, entra en nuestras ciudades con los movimientos de mujeres y hombres en fuga, cuando no acaban en el fondo del mediterráneo. Pero dentro de la crisis, la guerra amenaza también con aparecer en la rigidez de las relaciones sociales y en el gobierno autoritario de la pobreza. Guerra y crisis: no es un binomio nuevo. Pero sí son nuevas las formas en que se presenta: en la crisis relativa de la hegemonía estadounidense, que constituye una característica clave de esta fase de la globalización, la guerra despliega la propia violencia “destituyente” sin que en el horizonte se perfilen escenarios realistas –aunque nos resultasen adversos– de “reconstrucción”. Los asuntos de la “coalición antiterrorista” son una ilustración plástica de este impasse.
Romper el impasse es una condición necesaria para que las mismas luchas contra la austeridad en Europa sean exitosas. Y esto solamente será posible afirmando, de una forma totalmente material, unos principios de organización de la vida y de las relaciones sociales radicalmente inconciliables con las razones de la guerra: es por ello que la experiencia de Rojava asume para nosotras y nosotros un carácter ejemplar. Mientras en Kobanê se combate casa por casa, miles de personas se manifiestan en Estambul y en otras ciudades turcas, enfrentándose a la policía, y centenares de kurdos han irrumpido en el Parlamento europeo de Bruselas. Se oye a menudo decir que quien habla de una acción política a nivel europeo peca de abstracción. ¡Pero intentad imaginar cual sería la situación en estos días si al lado de los kurdos hubiera un movimiento europeo contra la guerra, capaz de una movilización análoga a la del 2003 contra el ataque de Irak pero esta vez con un interlocutor sobre el terreno! ¿No existen las condiciones? Razón de más para implicarse en construirlas. ¿Es un sueño? Alguien dijo que para vencer hay que soñar.