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El ex ministro de Economía ocupa hoy el difícil lugar de quien pronostica una catástrofe sin lograr del todo convencer a la mayoría. Marxista de formación, Kicillof asegura que solo existen dos modelos posibles de país: el neoliberalismo agroexportador y el neodesarrollismo industrializante. Pero en este reportaje se anima a considerar cuánto influyó el ímpetu consumista del modelo anterior en el triunfo de la derecha, mientras analiza las turbulencias y oportunidades de la geopolítica mundial.
N o lo dice pero está a sus anchas. Abandonar el ejercicio diario del poder a algunos les produce abstinencia. A él parece haberle sentado bien. No tiene tiempo para estudiar, descansar, despejarse y recalibrar sus teorías. Está siempre en movimiento. Pero fuera de la gestión se abre otro juego, aparecen los matices, se recupera cierta perspectiva. Además, sus pronósticos sobre el curso de la economía no hacen más que confirmarse: el modelo no remonta, trastabilla, el macrismo insiste con recetas que atrasan.
Axel Kicillof. Un monje negro que armó el mecanismo de relojería de la “pesada herencia”, según el relato que eligió Cambiemos para sublimar las penurias del presente. O una suerte de rockstar que acapara las esperanzas del kirchnerismo futuro, cuando Cristina ya no esté en el centro de la escena. El sol del mediodía penetra sin piedad por los cristales de su oficina del Congreso, despojada, casi insulsa. Ni siquiera una cortina.
Pésimo cebador de mate: habla, habla y habla. De a ratos escucha. Por momentos aporta destellos de lucidez. No elude la complejidad, pero mantiene la intriga (con la típica risita socarrona) cuando le preguntamos si va a ser candidato en 2017: "Si me lo pide la jefa", el latiguillo para zafar.
“Macri gana las elecciones, asume, empieza a desplegar sus políticas y obviamente pasa algo que yo anticipé en Parque Centenario, más o menos en enero: van a aplicar políticas neoliberales, y si lograran apoyo popular estaríamos ante la cuadratura del círculo. No es posible. Entonces empiezan a agredir a vastos sectores de la población, incluso a buena parte de la clase media, o a los empresarios pymes que los apoyaron. Son políticas vetustas, anticuadas y hasta anacrónicas, no han sido muy creativos.”
Comparás este gobierno con la década del noventa, pero en aquel entonces Menem aplicó un modelo consistente que según sus propios parámetros fue exitoso. ¿Existe un modelo macrista?
Macri tiene un pequeño problema. Las principales potencias van para otro lado, a diferencia de los noventa. A él le toca una crisis internacional y financiera que se inició en el 2008 y no está ni concluida, ni terminada, ni resuelta, ni clarificada. Estamos en un marco de una enorme turbulencia, de incertidumbre internacional en todos los órdenes, y Macri llega a tratar de imponerle a la Argentina una política de libre comercio con un programa casi infantil. Entonces sí, me parece que estos no son los noventa. Trump, por ejemplo, está diciendo que el Fondo Monetario, la OMC, los tratados vinculados al medio ambiente, todo eso no sirve para nada.
Eso va a provocar un conflicto a nivel global que no sabemos cómo termina.
Es algo que está todavía en fase de definición pero claramente Macri es un corso a contramano y como todo corso a contramano suena horriblemente desafinado. ¿Cuál es la política exterior argentina? Entrar a la Alianza del Pacífico, firmar el tratado. Gana con el apoyo de Obama, pero cuando va y se toma el avión para firmarlo, Trump lo detona. Yo creo que pocas veces se debe haber visto unblooper tan grande en la historia de las relaciones internacionales, es como si yo llego para entrar a una guerra el día que se está firmando el tratado de paz.
Pero ustedes terminaron el gobierno aguantando los trapos. Digamos que llegaron a diciembre de 2015 con la lengua afuera.
Todo gobierno aguanta los trapos en una situación de crisis internacional. ¿Qué vas a hacer? Si el mundo crece a la mitad de lo que solía crecer, si Brasil se derrumba, los commodities bajan, las tasas de interés suben, y se revierten los flujos de capitales... digamos que sos una hojita en medio de una tormenta muy grande. No solo aguantamos dignamente, sino que además aprovechamos la oportunidad para plantear algunas cuestiones políticas importantes que sirven por igual para tiempos de crisis y tiempos de prosperidad. Son enseñanzas para tener en cuenta en este siglo. Nosotros decimos que hay dos proyectos de país, y creo que la diferencia entre el modelo agroexportador y el modelo de industrialización es que el modelo agroexportador quiere matar la industria, en cambio el modelo industrial quiere desarrollar el campo porque necesita las divisas que generan sus exportaciones. Ahora bien, todas las políticas que se utilizaron para industrializar en la edad de oro de la industria argentina hoy están prohibidas, una por una. Las más extremas como nacionalización del comercio, de la banca, pero también la diferenciación cambiaria o las estatizaciones de empresas. Y no solo que están prohibidas sino que dudo que funcionen. O sea que la industrialización del siglo XXI tiene exigencias, necesidades y desafíos grandísimos.
autocrítica sin corbata
Kicillof pertenece a la raza de los políticos que tienen un discurso en off y otro en on. Ciertas intuiciones y ciertos datos son preservados, para que circulen entre quienes despiertan su confianza. Un estilo que suena raro en la era del culto a la personalidad transparente, desde que los medios y las redes lograron instalar como norma que lo público es una vidriera sin relieves ni misterios, una góndola donde cotiza alto caretearla. Por eso se mantiene siempre en guardia. Por ejemplo, respecto de las exigencias de autocrítica que llueven desde que abandonó el Ministerio de Economía. “Es como cuando un equipo pierde 1 a 0 y le dicen cambiá toda tu táctica. ‘No, ¿por qué? Si veníamos de ganar dos campeonatos’. Ah, no importa, cambiá todo, ahora tenés que hacer todo distinto”, dice y le sube la temperatura.
“Yo creo que en esta etapa tenemos un lugar de oposición que paradójicamente puede ser más fértil y más propicio para explicar cuál es nuestro proyecto de país, cosa que desde el gobierno se complicaba por las urgencias de la gestión y las situaciones coyunturales. Quizás por eso nuestro proyecto se volvió por momentos confuso y muchos propios no lo entendieron. Más allá de que nuestra tradición política es de fuertísimo liderazgo, y de la enorme labor de conducción que desempeña Cristina, lo que hay que poner delante son las banderas con las que vamos a construir una nueva mayoría. Eso implica volver a las bases, por decirlo así, y discutir de nuevo para qué estamos haciendo política. Y deja en orsai a montones de dirigentes que son del partido de ‘vengo por la mía’. No es una cuestión de ‘quiero ser yo’, discutamos para qué querés ser y cómo nos vamos a parar con respecto al neoliberalismo y qué propuesta de futuro podemos presentar”.
¿Cómo se explica la derrota de un proyecto popular exitoso frente a una derecha empresaria?
Yo creo que muchos argentinos pensaron que las conquistas que habíamos tenido en estos doce años eran irreversibles. Que vos tenías determinado nivel de ingresos, cambiabas el teléfono cada tanto, te ibas de vacaciones, y hablo de sectores obreros por ejemplo, a los que Macri les hizo creer que eso no estaba en cuestión. El “podemos vivir mejor” era “lo que tenés no te lo toco”. Y nosotros, ¿qué le decíamos a esos sectores? “Bueno sí, nos falta, lo que tenés es mucho, no es que no podamos aspirar a más, pero pará porque políticamente todavía hay sectores postergados, todavía hay pobreza en la Argentina, todavía hay informalidad, nos tenemos que ocupar de aquellos”. Y los sectores medios te respondían “quiero dólares, y viajar a Disney”. No los estoy menospreciando porque todo el mundo tiene derecho a viajar a Disney, ojalá pudieran viajar a Disney todos. No hay ningún problema con eso. Pero no es un derecho humano básico como comer. Está bien que crecimos, está bien que duplicamos el producto, está bien que el desempleo está en seis por ciento, pero falta mucho de inclusión social. Y me parece que Macri se montó en eso y les dijo: “¿querés más? Te doy más, lo que quieras”.
¿Vos decís que los sujetos-consumidores que ustedes construyeron fueron al final mejor representados políticamente por Macri? Mientras ustedes les hablaban con el corazón, Macri les hablaba con el bolsillo.
—Creo que armó un discurso en base a las tácticas de marketing para satisfacer las demandas de cierto consumismo. Yo lo oí decir a Álvaro García Linera que teníamos que hacer una autocrítica en ese sentido. Algunos nos reprochan que la batalla cultural que dimos no pudo terminar con el consumismo. Tal vez nos están pidiendo demasiado. No es fácil, no. ¡No es fácil! No sé si nos lo planteamos. Y no sé si podíamos. Porque le dimos consumo a la gente, lo cual está muy bien, porque es mayor estándar de vida. ¿Había que vivir culposamente ese consumo o es legítimo aspirar a más? Para colmo se paró un tipo en la televisión que les dijo “querés más dólares, te voy a dar más dólares. Los que te están retaceando Cristina y Kicillof, que los tienen en su casa”. Ahora, lo que yo digo es que cuando llegan al gobierno la cosa se complica. Porque los dejó comprar dos millones de dólares, levantó el cepo, pero devaluó un sesenta por ciento. O sea, que te dejó comprar dos millones de dólares que son sesenta por ciento más caros. Y tu salario subió apenas.
¿Pensás entonces que el triunfo de Macri se debe solo a una buena operación de marketing?
A mí “el marketing político” es algo que me sorprendió, me intrigó, y ahora estoy reflexionando más sobre el tema. Pero está claro que nosotros tuvimos un desgaste, como te decía, cuando durante la última etapa aplicamos políticas obviamente más exigentes y que llevaron a enfrentamientos más duros. Ya no era solo con el sector concentrado y exportador del campo como cuando la 125, sino que era con los bancos por la tasa de interés. Lógicamente, los bancos enfrentaban una crisis mundial y los banqueros querían ponerla en paraísos fiscales, entonces les dijimos: no la vas a sacar de acá y los depósitos de los bancos los vas a prestar a la tasa que yo te diga. No es que vas a perder plata. “Ah, pero hay lugares donde puedo ganar más”. Ah sí, bueno: lo siento. Entonces cambiamos la Carta Orgánica del Banco Central y regulamos las comisiones, las tasas, dirigimos el crédito. No nacionalizamos la banca ni queríamos hacerlo, queríamos gestión privada de los bancos con regulaciones según la necesidad de un programa de desarrollo nacional. Y bueno, no te van a querer tanto. También se tensó mucho la relación con el sector importador, que importa insumos pero está siempre a cinco segundos de importar sus propios productos. Dice: puedo producir acá, o puedo traerlo de China. ¿Qué es más fácil? ¿Poner una planta en La Matanza o en Avellaneda con quinientos empleados? ¿O montar una oficina de cinco tipos en Puerto Madero, manejar el negocio por teléfono y por mail? El tipo trae los mismos productos más baratos, fija el margen, especula en el tipo de cambio y la que hace la pone afuera. Es un mecanismo mucho más fácil de lograr hoy que en 1976, cuando reconvertirse de productivo a importador-financiero era más lío. Para decirlo rápido, nosotros los obligábamos a ser lo que son: industriales.
actores de reparto
Axel no parece leer el mapa político a partir de alquimias electorales. Su percepción es la de un economista militante, que rastrea el tablero de los sectores empresarios en puja por definir el destino de los excedentes producidos por el país. Uno podría imaginarse su desazón ante el fantasma de la burguesía nacional que sobrevoló todo el siglo XX y de la cual hoy perviven, apenas, algunos descoloridos flecos. Así y todo pasa el rastrillo. “Ayer tuve una reunión con empresarios del sector pymes, tipos exitosos. Deben haber votado todos a Macri pero les está yendo mal y se dan cuenta de que al gobierno le importa tres pepinos.”
Si tuvieras que definir cuáles son los actores en pugna de la economía argentina, ¿a quién señalarías?
Hay dos sectores beneficiados por los programas de industrialización, inclusión social e integración regional que implementamos durante los gobiernos de Néstor y Cristina. El sector pyme, particularmente pyme industrial, los pequeños productores agropecuarios y las economías regionales, sobre todo las que se dirigen al mercado interno. El problema es que esos sectores empresariales no cuentan con una representación pujante y por eso no aparecen como un actor en la política argentina. Macri está devastando a las pymes de todo pelaje y no hay representantes capaces de levantar la voz, a pesar de ser el factor productivo que más empleos genera. La representación empresarial en la Argentina tiene un gran ausente y es el empresariado nacional, genuinamente nacional y con intereses del conjunto. Durante los doce años de nuestro gobierno no llegó a consolidarse un actor de estas características, con lo cual en la mesa empresarial que decide o que discute la política económica no hay representantes de las empresas nacionales que trabajan para el mercado interno. Es un déficit que podríamos incluir en el pliego de las autocríticas.
¿Y los sectores dinámicos cuáles serían?
Hoy los que producen para el mercado interno están con números malísimos porque dependen de la obra pública, de la venta de autos y de algún sector más dinámico como la maquinaria agrícola. Tenemos a Techint que apoya a Macri pero se planta cuando el gobierno permite la importación de insumos para la construcción. Ahora bien, en lo que todos están de acuerdo es en bajar los salarios domésticos. El gran drama que está enfrentando el gobierno es que los salarios son demasiado bajos en pesos y entonces se deprime el consumo interno, pero son demasiado altos en dólares como para ser competitivos hacia afuera.
¿Querrán los sectores afectados por las políticas de Cambiemos volver al modelo que ustedes implementaron?
Bueno, a Macri ya no lo quieren. No sé si alcanza para que nos quieran a nosotros.
¿Se puede ganar las elecciones en este país sin entablar alianzas con sectores dominantes? Porque Kirchner entró por la ventana, siendo casi un desconocido, pero ahora ya los junan y es difícil que los dejen volver al gobieno.
Yo creo que muchos sectores productivos locales son aliados naturales de nuestro programa porque son beneficiarios y les va muy mal con el programa neoliberal. Tal vez no se dieron cuenta todavía o se están dando cuenta. Al mismo tiempo, creo que podemos reestructurar alianzas. Este programa neoliberal beneficia a pocos actores, pero incluso a ellos los lleva por un camino de mucha concentración. O sea, que probablemente tengamos que hacer una gran reconciliación y una puesta en común para determinar qué se hizo bien y sobre todo qué faltó. Otra autocrítica que me parece necesaria tiene que ver con la integración regional productiva. Yo trabajaba todos los días en ese plano y es muy frustrante porque no lo conseguimos. Faltó tiempo, mejorar los instrumentos, Brasil no nos daba toda la bola que queríamos y nosotros a ellos tampoco. Con Uruguay nos peleábamos, no logramos interacción energética, ni siquiera teniendo gran afinidad con las potencias energéticas del continente. Pusimos mucha plata como sociedad en ciencia y tecnología pero no se integró suficientemente con la industria.
kichinerismo
Para el final dejamos una pregunta en clave generacional: ¿te considerás ideológicamente peronista? El interrogante viene a cuento de su sólida formación marxiana en la UBA años noventa, cuando el justicialismo yacía rendido a los pies de Domingo Cavallo, apóstol del movimiento neoliberal y popular que transformó a la Argentina.
La respuesta de Axel nos descolocó: “yo soy un hijo recuperado del peronismo”. Una frase para los anales del psicoanálisis político nacional.
“Pero claro el peronismo tiene diferentes tradiciones. Yo soy kirchnerista, hasta el apellido me ayuda. Pero hay quienes dicen que el kirchnerismo no es peronista. Bueno, tampoco me voy a sentir en el lugar de juzgar si los otros son o no peronistas por lo que dicen y hacen. Podemos discutirlo mucho tiempo y finalmente mi programa es la industrialización, la independencia económica, la soberanía política y la inclusión social. Cómo se concreta ese programa está en permanente redefinición. Como decía el filósofo Carlitos Balá, el movimiento se demuestra andando, o sea que está por verse qué es el peronismo del siglo XXI”.
Resumiendo, ¿vos ves un mundo en crisis donde aparece la posibilidad, un poco como sucedió en la posguerra del siglo pasado, de que países como los nuestros se desarrollen de manera autónoma?
Veo un escenario geopolítico en el que quizás aparezcan mayores oportunidades que en la época de Obama. Siempre es muy difícil de prever lo que vendrá, porque depende de muchos factores. Tengo un amigo, un agudo analista internacional, que cuando escuchó a Trump dijo “este tipo va a desencadenar la tercera guerra mundial”. Yo no me animo a tanto, se han visto indicios preocupantes, pero es un escenario tan complicado que vaya a saber si no te revolean un misilazo.