Juntos la sonrisa y el llanto (Perfect Days) // Agustín Valle

“Perfect days cuenta la historia de un tipo que se dedica a limpiar baños públicos”, sí, es verdad, pero contarlo así traiciona un poco el alma de los hechos; la película cuenta la historia de un artista, muestra la consistencia de una vida artística. Integrada por “el sentido del deber” y una ética vincular, con marcado esmero por hacer un bien a personas que no conoce ni ve (el ta-te-ti que juega en diferido con un anónimo subraya ese vínculo indirecto). Pero esa praxis, que logra un bienestar espiritual dejando impecable el sitio de las excrecencias comunes y anónimas, puede pensársela como envoltorio y condición para su praxis artística. El tipo es un artista visual, que vive ambientado con música y literatura todos los días. Cuida el estado de su percepción, su capacidad de conmoverse con la azarosa belleza de la luz solar en su aventura terrestre. Tiene hábito y método; saca una foto por día, en el intervalo de su jornada laboral, durante su almuerzo, sentado en un banco de plaza bajo grandes árboles. Con una cámara analógica que no pone ante su ojo, no tapa su cara con la máquina: él mira la copa del árbol, la luz entrecortada, extiende la mano con la cámara y captura (más que “dominar la técnica”, inventa una). Después revela, mira y selecciona, algunas tira, otras guarda. Hace obra y archiva. Fotografía al árbol, o, quizá, al sol: solo que, para observarlo, es necesaria la sombra. Acaso los artefactos tengan técnicas para fotografiar directo el sol, pero la imagen de puro sol de mediodía no es parte de nuestra experiencia corpórea. Sí el sol matizado, entremezclado con su ausencia. No puede haber solo luz; la sombra nos constituye, en tanto cuerpos. De allí la escena frente al mar con el tipo que tiene un cáncer terminal, donde juegan a la mancha (“quién la trae” la llaman) de sombras. Quién trae la muerte; ¿quién no? Es inherente a lo vivo. El teatro se representa con máscaras binarias: la de alegría y la de tristeza. Pero este tipo, este artista, encuentra la verdad en la inseparabilidad de la luz y la sombra, la verdad de la vida en una intensificación sensible que acentúa a la vez la alegría y la tristeza, juntas la sonrisa y el llanto.

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