La mediatización de la vida es un campo de problemas que excede la omniprescencia de los artefactos. Nuestra época se entiende mejor considerando la longeva pero rozagante tendencia a vivir la vida como un medio para otra cosa. El antiquísimo finalismo que enajena el presente en pos de una instancia mediata; lo verdadero, lo bueno, lo bello, o no están ahora, o no están acá. El cielo, la mercancía, la prensa, el espectáculo, las finanzas: vectores históricos de la mediatización, que se cataliza, en nuestro tiempo, con las técnicas -paradójicamente- de inmediatez. Nada más mediatizante que la inmediatez.
La acción a distancia en tiempo real, la informatización binarizante de lo sensible, constituyen claves del ambiente existencial contemporáneo. Para habitarlo, o tolerarlo, se requiere un conjunto de operaciones específicos. La actualización, la emisión, la fotosensibilidad, el disponibilismo, la indiferencia (y hasta la crueldad), el linkeo, la adaptación a escenarios variables, y el etcétera no tiene fin. Subjetividades mediáticas.
Si el dolor es un umbral de conocimiento, si el mapa de las fuerzas refractarias a la vida es un proto mapa de la vitalidad, entonces investigar las diversas faces de la mediatización -estar separados de nuestras potencias inmediatas- puede afinar intuiciones sobre la salud: salud corporal, temporal, espacial, comunicacional, urbana, política, erótica, económica. Afinar percepciones sobre las operaciones de presentificación: la restitución al presente -a la presencia- de su potestad existencial soberana. Las presentificaciones, claro, que recuperan para nosotros los artefactos normalmente alienantes.
Las jornadas invitan a forjar un entendimiento común sobre este campo en tensión -su genealogía, sus dimensiones, sus rarezas, sus rajes-.