“Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes” de Silvia Federici, merecería un poco más que la simple descripción de sus contenidos o el formato clásico de una reseña. Nos enfrentamos a un documento abierto que tiene como intención cardinal presentarnos una serie de coordenadas programáticas y estratégicas, apoyadas en más de 30 años de estudios sobre las transformaciones generales del capital, la tierra, el trabajo, y las mujeres, desde su experiencia en África, América Latina y los Estados Unidos. Los artículos de este libro nos proponen un camino de salida, una contrafigura al imperio de las mercancías a través del principio político de lo común y el feminismo. Es por ello casas cooperativas, la defensa de experiencias económicas basadas en la agricultura familiar, todo el bagaje político-organizativo del feminismo popular, el reconocimiento del propio cuerpo, la capacidad reproductiva y de romper con los velos de la división entre lo público y lo privado que somete a las mujeres en la gratuidad del trabajo doméstico, se han generado las formas organizativas más radicales de los últimos treinta años.
La tesis que sostendrá el cierre del libro luego de una serie de debates con algunas ideas del Marxismo, especialmente aquellos pasajes en donde le atribuye a la tecnología un papel liberador, es que las luchas comunes por la reproducción de la vida serán el terreno central de nuestro futuro inmediato, la zona cero de la revolución. Reconociendo una crisis de reproducción expresada en el deterioro ecológico, el dominio sobre los cuerpos y el desencantamiento, son lo comunes los que pueden construir un nuevo escenario para la reproducción, resignificando la experiencia de vivir, la relación con los otros y el vínculo con la naturaleza. Y no desde la nostalgia o la búsqueda de un retorno a la ancestralidad comunal, sino en la búsqueda de un destino diferente para la humanidad desde la solidaridad, la cooperación y el autogobierno.
A modo de cierre
Existen tres elementos con los cuales podríamos aportar al debate con Federici: Sobre los significados de lo “común”, sobre el principio específico de lo común y sobre la idea de propiedad comunal.
En primer lugar el uso indiscriminado de lo común, bienes comunes, el bien común y lo comunal como partes de una visión integrada en el principio político confunde al lector dificultando diferenciar entre el aspecto político en términos de principio, el aspecto moral con la idea de “el bien común”, el aspecto económico mercantil con la idea de “bienes comunes” y la forma institucional de lo común en lo “comunal”. Podríamos preguntarnos ¿En qué momento pasamos desde la defensa del “bien” a la creación del común? Y en esta misma reflexión ¿Es la categoría de “bien” heredada de la visión mercantil de las cosas apropiada para describir lo que es común?
En segundo lugar, a la hora de explicarnos lo que se entiende por principio político de lo común encontramos pocas definiciones.
Federici apoyada en las recomendaciones de Massimo de Angelis establece una serie de criterios para definir los comunes. Lo central pasa por la generación de prácticas de autogobierno, en el marco de una comunidad compartida, que se basen en la cooperación y el beneficio sobre la propiedad compartida, que toma la forma de riqueza social. Luego da una serie de coordenadas como el acceso equitativo de los medios, contribuir a la generación de nuevos modos de (re)producción o la generación de códigos de derechos y obligaciones de los comuneros. Sin embargo, no encontramos en ningún momento una definición clara de lo que se afirma por principio político. Si entendemos por principio aquello hace existir desde el momento cero a lo común Silvia solo nos arroja un conjunto de características que hacen a lo común y a los comunes que ya han sido establecidos. Sin embargo, la cooperación y la coobligación en el marco de una comunidad compartida garantizando el derecho de uso a los comuneros podría destilarse para pensar el principio de la actividad de institución.
Por último, el problema más profundo que nos arroja el estudio del libro y que nos empaña a la hora de pensar lo común como forma organizativa diferente a las lógicas del capital, es la idea de propiedad comunal que tiene Federici.
Si algo ha logrado el neoliberalismo es establecer un modo vida basado en la posesión individual como elemento característico de la existencia. Tener cosas, o la noción de poder tenerlas guía la lógica expansiva de la propiedad. El mundo y sus riquezas medidas en términos de bienes o cosas adquiribles que pueden ser apropiables actúa como razón de base.
Silvia cuando debe hacer la diferencia entre propiedad privada y propiedad estatal lo tiene claro. La propiedad Estatal es un tipo especial de dominio privado, sin embargo la propiedad comunal pareciera tener una naturaleza diferente. La pregunta ante esto es ¿Es la propiedad comunal de Federici el resultado de la delegación individual de un tipo de propiedad privada o es la propia inexistencia de la propiedad individual en las comunidades lo que constituye el común? Si es la segunda, ¿Porque seguir hablando de propiedad, que guarda en su lógica la posesión individual, y no darle paso a un común desde lo inapropiable y el derecho de uso?
Para terminar, nada parece más acertado en estos tiempos de desesperanza y donde algunos nos sentencian un destino irrevocable de extinción, que Reencantar el Mundo. Reencantarlo en la solidaridad, en la negación de la propiedad, en el cuidado del humano, de los animales y de la naturaleza en su conjunto. Recuperar de esos movimientos en curso donde la vida se reconcilia diariamente con la existencia de una nueva institucionalidad, los motivos para seguir, la imaginación radical para crear y las armas para luchar por un mundo Común. Ese mundo que muchos llevamos dentro de nuestros corazones y que sin duda está creciendo en este instante.