Horacio González –tesoro-refucilo –y  su escritura en voz alta // Susana Szwarc

   La creación del mundo como parte de una hoja de fresno que se ausenta, una falta que deja la memoria de la sombra que le pertenecía y  que perdura como palabra, dice en el hermoso profundo prólogo que Horacio González escribió para el libro “Guardianes de Piatock ( Miradas sobre Alberto Szpunberg)” y que  comenzó a trabajarse a partir de una idea original de Judith Said. En aquel momento, nos cuenta Judith: “Sebastián Scolnik coordina las publicaciones de  la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Horacio González es el editor invitado y y todos y todas (entregábamos nuestros textos) bajo la luminosa batuta de Juan Sasturain”, quien empezaba  su función como director de la Biblioteca.

Judith también nos acerca a “los guardianes” la nota de Sebastián Scolnik sobre la (imposible/inagotable) despedida a Horacio González.

Cada una, cada uno va mandando otra nota  y otra y, aunque no se pueda, logramos de esta  manera, amontonarnos.

María Pía López  que había sido directora del “Museo del libro y de la lengua” dice (…)Porque la vida de Horacio González no fue la de un individuo que trazó un surco solitario. Fue la del conspirador, la del conjurado, la del revolucionario, la del que no dejó un segundo de intentar construir una sociedad más vivible. Fue el intelectual más potente de estas tierras, el escritor de obras preciosas y el funcionario más osado que dirigió una institución pública. Lo suyo fue la imaginación política, capaz de abrir, sin cesar, posibilidades para todxs.

La coordinadora del programa de muestras itinerantes , Margarita Ardengo, dice: “Creo que la marca general es que «fuimos parte de algo trascendental y lo sabíamos. Horacio nos hizo sentir que la BNMM era NUESTRA y que éramos responsables por eso. Éramos parte de una revolución cultural; cada uno que trabajaba allí, desde un director hasta el bibliotecario y el operario de calderas.  Y también en el marco de la revalorización del empleado estatal en la gestion K.” Después Margarita pareciera cambiar de  campo semántico y sigue diciendo: “Hay estrellas que son por su brillo y otras porque hacen brillar a las demás. Horacio fue/es las dos”.

Voy diciendo las cosas que otrxs dijeron. Lo que fui encontrando en los diarios, en las redes, en el wasap, en los cafés de tres a cuatro juntos en las veredas, sacándonos los barbijos. En el café donde nos encontrábamos con Horacio.

El miércoles 23 a las 16 horas estoy en la Biblioteca. En ese lugar donde durante años he dado un taller. (Lxs de los talleres íbamos una vez por semana. Nos cruzábamos poco con los otros compañerxs pero había un reconocerse). (Y siempre, entonces,  ese “clima” de sentir que ese lugar nos pertenecía. Estábamos en casa.)

El miércoles 23 a las 16 horas van acercándose las compañeras y compañeros  de la Biblioteca de Horacio González.  Van hablando, van diciendo: compañero,  tesoro,  refucilo,  voz singularísima .  Borgeano-peronista-de izquierda.  Alguien trae a Fernando Pessoa que también acompaña a Horacio González y los tres tienen todos los sueños del mundo. (Agradezco a los compañerxs a quienes  pude escuchar en la explanada y que fueron contando de esas huellas de transmisión amorosa, grandiosa que nos fue donando Horacio González) .

Tenemos sus prólogos en nuestros libros, sus propios libros para leer una y otra vez, su arte (de viajar no solamente en taxi), y sobre todo esa forma de presentar libros, ese tiempo hacia-con los otros, esa forma singular de hilar y deshilar el discurso, de ayudar a re-pensar,  a re-leer, a descubrir que lo aparentemente naturalizado no es tan natural y que es posible mutarlo, transformarlo.  Mientras,  iba escribiendo en voz alta.

Podemos decir, parafraseando una respuesta de Marx en la seriedad de un juego,  que para Horacio González  “nada de lo humano le ha sido ajeno”.  Y si bien la tierra queda profundamente herida con su ausencia, ese -su modo de estar en continuo reconocimiento  de los otrxs-,  nos deja vislumbrar que un mundo mejor es posible.

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