Cuba sin hipocresía // Diego Sztulwark

El presidente de los EE.UU se adjudica el derecho de advertir a Cuba sobre su destino, con lo que la situación de la Isla se vuelve una vez más, un tema directamente internacional. Contra la tradición hipócrita e imperialista que llama libertad a la peor de las servidumbres, es preciso decir dos o tres cosas, para organizar una discusión decente y seria sobre las noticias que llegan desde ayer desde el caribe. La primera: es preciso escuchar de modo directo a quienes desde Cuba intentan pensar de nuevo y desde dentro la Revolución Cubana. En ese sentido reproduzco la entrevista que publicamos el 17 febrero 2021 en Revista Crisis, en Lobo Suelto y en El cohete a la luna junto con Florencia Lance y Mario Santucho a un grupo de jóvenxs intelectuales cubanos de plantean desde hace rato una serie de discusiones indispensables para renovar-profundizar desde un punto de vista de izquierda, socialista y antiimperialista la situación política en Cuba. Digo: es fundamental esa palabra desde la Isla. Y agrego lo que acaba de escribir el poeta Silvio Rodriguez, director de un blog que vale la pena por su independencia de criterio («Sólo de hoy tengo guardados más de 200 mensajes de heroicos anticastristas de la Florida incitando a la rebelión. Me gustaría saber si los que reprueban que se llame al pueblo a defender la Revolución están de acuerdo con esos alaridos de odio y de venganza”).
Segunda cuestión: es evidente que la cristalización política es el enemigo interno que asedia y agobia todo proceso popular y/o revolucionario, por lo que nada es más deseable que asumir la confrontación abierta, honesta y generosa con nuevos sujetos cuestionadores del estado de cosas, emergentes de la crisis extrema que la pandemia acentuó en Cuba y en todxs lados, porque ellxs plantean cuestiones fundamentales a la vez que inventan la existencia -feminismos, culturas juveniles- en un sentido que ningún socialismo autentico, es decir, dispuesto a reinventarse, puede negar. Estos conflictos son indispensables -y por tanto bienvenidos- y cruciales hoy en todas partes. Discutir la política a fondo, reinventarla, teniendo en claro el asunto de la enemistad planteado de los EE.UU (me refiero, desde ya, al insoslayable bloqueo criminal que sitúa a Cuba en una situación de país en guerra), forma parte de una larga y digna tradición democrática popular en nuestros países latinoamericanos. Y algo más. Cuando discutimos Cuba, Argentina o cualquier país del mundo, no podemos perder de vista que se trata siempre de realidades plurales, complejas, contradictorias, atravesadas por toda clase de conflictos y que aún así, respecto de Cuba, enemigxs y amigxs agregamos -justa o injustamente- un plus, porque Cuba tiene -para bien o para mal- una significación histórica especial: la revolución del 59, que conmovió el continente entero. Propuso algo que aun precisamos y a lo que pretendemos ser fieles a pesar de todo: independencia política, el humanismo internacionalista y un comunismo no burocrático (como dijo Julio Cesar Guanche desde La Habana: pan sin terror). Ese plus nos obliga a discutir sin prejuicios, a estar informadxs, a asumir la enorme complejidad de la situación y a no caer en ninguna clase prurito bienpensante que nos aleje de una historicidad popular latinoamericana en construcción.

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