Fascinación
por Melina Di Francisco
Me dijo un amigo, muy cuidadoso en sus modos: «no lo digas en público».
Podría dejar de dormir con tal de escuchar a sujetos infectados por el virus, infectados en cualquiera de los tres registros de la realidad que los lacanianos conocemos: infectados reales, simbólicos, o imaginarios. Le dije y cerré: «estoy como nena con chiche nuevo».
Hay, para todos y por primera vez, un objeto nuevo. Pensarlo chiche alberga simplemente una inocente e infantil esperanza: poder usarlo de alguna manera, de algún modo, de cualquier modo. Una decidida resistencia a volvernos objeto de un virus y su corona. Una irresistible atracción a seguirlo de cerca, y encontrarle una función compatible con la vida, no la biológica sino la única que me importa y fascina: la vida que decimos.
¿Quién quiere morir como un animal, después de todo?
La infección
por Ana Paula Tumas
Teorías sanitarias, teorías corporativas, desarrollos innovadores. Dios padre bueno, los plebeyos los pecadores: no cumplen, salen, no entienden. El malo siempre adentro, los chinos no se dieron cuenta. Fin de lo exótico, vuelta a lo local, doscientos mil argentinos en el exterior, nunca tan añorado el ahora nombrado hogar.
La ahistoricidad cala hondo. Lo que se demuestra es la inviabilidad del discurso meritocrático, del ser individual, único responsable de sus logros. La pandemia llega en épocas en que volvió la comunidad, volvió el Ministerio de Salud y el de Cultura. Volvió un padre, que consigue ser aplaudido por la unificación de tapas de los diarios. Padre que llama a meterse adentro. Padre que dignifica a las fuerzas armadas. Padre que da a los militares la oportunidad histórica de empezar a ser buenos en una Argentina devastada de excesos, en un mes pronto a defenestrarlos como cada vez desde al menos el 76.
En la guerra la salvación era la huida, abrir mundos, el hambre empujaba a nuevos rumbos, lo duro de dejar la familia, enviarse a lo desconocido. Así lo exótico continuó creciendo, en un continuo, más y más. De la necesidad y la horca al consumo desmedido. La religión de la libertad, la mascarada, la cárcel del 2.0. Los viajes, el imperativo epocal de sitios más y más raros, allí donde nadie. Consumo de lo distinto. Necesidad de diferenciación. No, necesidad de consumo. Imperativo de distinto allí cuando todo cada vez más igual. Allí donde la expulsión de lo singular.
Unificación de discurso: la segregación de la palabra.
Stop. Stop de misma gramática, la de siempre: un héroe, los pecadores. Nada cambia.
Ansiedad del hacer, imposibilidad de la pausa. Miles de ofertas que no lo son: cursos de internet, reuniones virtuales, teatro por streaming. Todos positivos, todos como él nos había enseñado: positivos y proactivos. No alcanza. Y el cuerpo? Se necesita negarlo, mejor desconocerlo. Religión aséptica, higienista. Para cuando el amor? hay el amor sin cuerpo? Vuelta dantesca, lo epistolar en formato 2020. La letra que no cala. Celular que no aguanta. Palabras que se borran, la carta que no se guarda. Objeto emisario del cuerpo: el pulso, la ansiedad y el deseo en el trazo que no alcanza.
Un apuro en comprender, todos produciendo, todos explicando y dónde la pausa. La comunidad republica textos que parecían advertirlo. Lo advertían? No.
El amor en tiempos del corona, el amor en tiempos de virtualidad. Lo de siempre, los pobres. Lo de siempre: nuevas y nuevas reivindicaciones sociales que esconden lo que sigue, lo que siempre, la muerte real: la pobreza.
Dios padre, a Dios gracia, orden necesario. El padre nos cuida, los demonios se volvieron buenos: los medios se solidarizan. Estado de sitio, toque de queda, sos malo, no te quedas encerrado, elegís tu libertad, malo malo, malo y los medios siguen desinformando en vivo: todos juntos, transportándose así como no tenés que hacerlo. Vos no, yo sí, como siempre.
Domesticar los cuerpos, sus nuevas formas, la idea de siempre, Napoleón y Alberto, la guerra, la bomba, la biológica. Desestimar los cuerpos, justo hoy cuando la biología toma todo su argumento, cuando lo pasado de moda se interpone intempestivamente, justo hoy cuando la biología muestra existir, y resistir, justo hoy cuando la biología tampoco alcanza, justo hoy cuando lo humano se deja ver, justo hoy cuando los números son extraños.
Así, todos asépticos, limpios, impuros:
1-que no tiene gérmenes que puedan provocar una infección,
2-que no se compromete o no muestra emoción ni expresa sentimientos.
3- Neutral, frío, sin pasión.
4- Que no da frutos.
Los frutos a condición de la contaminación. La pasión que ansía el contagio.
Frutos Rojos
por Carlos G. Picco
Sobre el fondo llano de una calle larga y apenas iluminada por el sol de la tarde veo flotar algún que otro auto, las luces ya prendidas avanzando lejos, se me ocurre que muy despacio, desapareciendo sin mas. En las veredas no camina un alma, los negocios cerrados y el silencio. Me doy cuenta, ahí, que la soledad no se hace sentir en la ausencia de otros cuerpos sino en la proximidad de lo familiar. Pienso entonces que ese #mequedoencasa tiene tal reverberación. Pone en marcha la imaginación a disposición del escapismo y la excusa. Lo horroroso aparece en lo familiar. Nunca en una calle larga y apenas iluminada por el sol de la tarde.
La humorada alivia… alivia? que alivia? La virtualidad amaga acercamiento, supone unos cuerpos hechos de imagen pura. La realidad torna en su propia fantasía añorada. El humor en publicaciones que se repiten infinitas hacen de cada uno un admirador a-crítico en dos dimensiones. El alivio es entonces el de convertirse en un sujeto virtual, perfecto repetidor exento de cualquier gesto de invención.
La idea de final hace un eco inverso al que anhelaba. Para mi es una sorpresa descubrir esto: creí que el final era el buen inicio de lo que estaba ya al principio. En cambio esta idea de final, la fantasía universal que para mi no logra hacerse chiste, me cuenta apres coup otra historia y me aburre.
Hoy tuve la fortuna de escuchar el regreso de Alejandro Apo a Radio Nacional. El tipo como siempre habló del fútbol de otras épocas y sus figuras, entrevistó a un olvidado Bocha Maggio y al final leyó un cuento de Sacheri que me hizo llorar. A Apo, quizás por su voz, lo imaginé siempre como un oso marrón, gigante y solitario, que vaga por algún bosque lejos de todo, comiendo lentamente, con cuidado y respeto esos diminutos frutos rojos de los que obtiene el carisma del narrador benjaminiano. Sin dimensiones, se hace chiste y transmisión, dignificando para mi suerte el valor incomparable de quien no tiene miedo a vivir.
Extracto Canto XVII
por Federico Racca
¿Puedes imaginar? ¡Se murió Pichulín! // yo venía bajando de arriba, diez de la mañana, y el Pichu sentado afuera en el León Paternoli con una Quilmes Imperial marrón y dice: Vamos a tomar una cervecita y me acompañás a Córdoba, tengo que comprarle unos fierros al Nene. Más vale Pichu, le digo, no tengo nada que hacer. Tomamos una. Tomamos dos. Tomamos tres. Bueno, dice, vamos a buscar los documentos a casa y vamos. Fuimos a la casa, buscamos los documentos pero pasamos por lo de Roberto Pucheta, el manco, y me dice: Vamos a comer una faldita con el Manco y seguimos. Así que fuimos a comprar un poco de falda. Ya se anotó el Omar Biasotto y el Carlos Domínguez. Vino, porrón; vino, porrón. Contó que había ido al campo del Pico de Chinche y le dijo: ¿Viste que se mueren la gallinas si te las culiás? Y Pico de Chinche lo miró asombrado: Na, na se mueren nada… Después dice ¡vamos! Nos subimos los cinco en la Di Tella, nos vamos por bulevar Los granaderos y hay una iglesia enfrente. Entonces para y nos dice: Esperenmé en aquel bar, así compro los fierros y volvemos. No nos alcanzamos a sentar que Pichulín estaba de vuelta y le digo ¿Y los fierros Pichu? No hay lo que quiere el Nene. Pidió una cerveza y una Fanta; otra cerveza y otra Fanta y dice: Che, ¿y si vamos a la Colonia Caroya a comer una picada de salame y queso? Vamos Pichu, le digo. Llegamos a un bodegón, bien covacha, que estaba en las vías: vino El quebracho, salame, queso, bondiola y pan. Hicimos la picada un par de horas y de repente dice: Che, ¿y si vamos a Tulumba? ¿A dónde?, le digo. A Tulumba… ¿Y dónde queda Tulumba? Señala al norte y dice: Pasando allá… Fuimos, llegamos a la casa de Laudo que está pasando Cruz del Eje, Deán Funes, por esa zona. Conclusión: Laudo nos hizo una fuente enorme de huevos revueltos con cebolla; mató un cordero y lo hizo con papas y cebollas. Volvimos a las seis de la mañana secos, en curda y sin los fierros. // ¿Puedes imaginar? Se murió Pichulín…
muy bueno.