hekht no es una editorial independiente, porque no es sólo una editorial y porque nadie sabe con certeza de qué se trata “lo independiente”. Quienes andan enredados en ella suelen decir que se trata de modos de hacer comunidad haciendo libros. También dicen que un libro, como cualquier otra cosa, no es diferente de los procesos afectivos, mentales y corporales por lo cuales algo se pone en el mundo. Es por eso que son tan importantes los criterios por los cuales se decide editar un texto, como las políticas de traducción y las prácticas de diseñadores, encuadernadores, distribuidores y libreros. Es tan importante cómo se arma un texto como el modo de presentarlo o hablar de él. En cada paso de la trama-libro hay líneas de poder y potencias resistentes, en cada paso se juega una ética, un modo de vida. Si la fetichización supone que cada objeto oculta los procesos y las fuerzas que lo constituyen, se trata entonces de explicitarlos, de evitar el procedimiento maquínico y dejar abierta la ventana para lo que aún no ha sido (imaginado, hecho, sentido).
El nombre tampoco es azaroso. Hekht fue la diosa antigua que reunía los poderes de la pureza, del erotismo y de la sabiduría. La niña, la mujer y la bruja, que los griegos desmantelaron (para jerarquizar) en tres deidades diferentes, Selene, Artemisa y Hécate.
Editorial, grupo de lectura, taller performático, en hekht se mezclan prácticas editorales, intelectuales y artísticas, porque de lo que se trata, aseguran, es de intervenir en las redes de lo que el capitalismo nos dice que sabemos y podemos. Y para intervenir es necesaria cierta indisciplina, rechazar la distinción de géneros (literarios y de los otros), privilegiar los saberes locales, jaquear las identidades, ralentizar el tiempo de la hipercompetitividad…
Durante este invierno hekht está no-presentando una serie de libros, una co-lección, Incandescencias, que se aventura por las posibilidades de la escritura (o sea, del pensamiento y la sensibilidad), por el magma de percepciones de lo que escapa a nuestros regímenes de verdad. Cada libro propone un ejercicio diferente, pero en todos ellos late una intuición semejante: si el capitalismo es también un régimen semiótico es porque pretende reducir todo lo que existe y todo lo que podría existir, a un modo del discurso. Se trata entonces de poner las manos en el discurso, de hacer aflorar en él no sólo palabras nuevas sino también experiencias inquietantes.
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