Marcelo Fernández, dirigente sindical. Nacido en 1963, empezó su militancia a mediados de los años ’80 en la planta de Quilmes. Actualmente es dirigente de la Federación Argentina de Trabajadores Cerveceros de la república Argentina (FATCA) de Luján, donde recibe a Lobo Suelto para conversar sobre la convulsionada relación entre sindicalismo y kirchnerismo.
LS: ¿Cómo se sitúa una nueva generación de militantes sindicales ante el evidente cambio de circunstancias: las paritarias, la recomposición del trabajo y del mercado interno y la emergencia de un discurso oficial neodesarrollista?
MF: En primer lugar hay que comprender la importancia de lo que estamos viviendo. Desde la época de la dictadura, los trabajadores hemos sufrido el peso de un modelo de desindustrialización, de destrucción del consumo interno y de apuesta sostenida a la timba financiera. Un modelo que no cerraba sin represión. Hay una continuidad entre aquellos años de persecución y la Ley Banelco de De la Rúa, pasando por la traición menemista. Para nosotros, representantes de los trabajadores, hay enseñanzas fundamentales que extraer de este largo período. Sobre todo, en lo que hace a la complicidad de cierto gremialismo que, primero, fue alcahuete de los militares y, luego, de la patronal, adoptando un modelo de sindicalismo empresarial. Pero hoy estamos en un punto de inflexión, donde se toma más en cuenta el derecho de la persona, del trabajador, y en el que el bienestar del pueblo vuelve a estar en el centro de la discusión política y gremial. Pasamos de un momento de resistencia a otro en el que surgen nuevos desafíos para la dirigencia sindical. Por un lado, llevar a fondo la recuperación de aquellos derechos que fuimos perdiendo en los ’90. Y, por otro, asumir una representación genuina del protagonismo de los trabajadores en este nuevo período.
LS: ¿Como parte de esos desafíos está el surgimiento de comisiones internas rebeldes, que no adhieren al verticalismo del sindicalismo tradicional y que están, muchas veces, vinculadas a grupos de izquierda?
MF: Sí, claro, esta realidad no puede negarse. Nos pone en el desafío de la integración de experiencias jóvenes, importantes en la lucha, pero que tenemos que saber incluir también en el momento de la unidad de la clase. Muchas de los conflictos que ustedes describen tienen que ver con las décadas de neoliberalismo de que hablaba recién, con la tercerización de servicios en condiciones precarias. Pero también con el desgaste y burocratización de algunas conducciones que en estos años fueron parte de grandes negocios. Creo que hay que tomar estas luchas (las del subte, las de Kraft, las de los Call centers, etc.) como parte de un nuevo movimiento de los trabajadores capaz de registrar las transformaciones de los últimos años en el mundo del trabajo.
LS: ¿Esto es posible bajo el modelo de liderazgo de Moyano?
MF: Sí, creo que en esta etapa sí. Se suele resaltar el aspecto tradicional, en cuanto estilo de dirigencia de Moyano. Sin embargo, es evidente que Moyano fue un pionero de la lucha de los movimientos sociales contra el neoliberalismo. Las luchas del MTA durante el gobierno de Menem son una referencia indiscutible. El protagonismo de gremios tan poderosos como el de los camioneros es parte del proceso. Pero sería un error reducir todas las expresiones de lucha en esa conducción. Hay compañeros jóvenes haciendo experiencias importantes en todo el país. La crisis de representación afectó a todos los actores políticos. Pero hoy que hemos superado esa etapa tenemos que ser capaces de integrar a todas las voces del trabajo y, sobre todo, como decíamos antes, a quienes no tienen la cultura de la unidad.
LS: ¿Cómo se organiza, desde la perspectiva sindical, la amplia economía informal y los trabajadores en negro?
MF: Lo primero es reconocer a todos los trabajadores como lo que son, trabajadores con plenos derechos. Para eso es fundamental partir de una amplitud de criterios para reconocer la complejidad de situaciones laborales: trabajadores precarizados, en negro, temporarios, domésticos. También a las organizaciones sociales de los desocupados hay que pensarlas como parte de esta complejidad. Luego, tenemos que asumir, con todos los compañeros, un debate profundo sobre el tipo de unidad que podemos lograr entre todos. Yo creo que la clave sería discutir a fondo la distribución de la riqueza. Discutir la participación en la ganancia de las empresas, empresas que han ganado fortunas en los últimos años, y lo siguen haciendo.
LS: ¿Se terminó, entonces, la crisis?
MF: No, pero hay un cambio de tendencia importante. Ya no estamos en la fase de resistencia. Esto lo podemos ver, por ejemplo, con los planes “Argentina Trabaja”. Desde el propio gobierno se difunde la cultura del trabajo. La discusión ahora es política. De proyecto de país. Tenemos que discutir a fondo qué pasa con esos compañeros que ya no están abandonados, que con la recuperación de un Estado presente, activo, vuelven a tener la posibilidad de ser trabajadores con plenos derechos.
LS: ¿Crees que el Peronismo sigue siendo la identidad política que mejor entiende estas mutaciones en el trabajo?
MF: Yo distingo entre cultural popular y herramienta electoral. La identidad cultural del peronismo cambia. El PJ, en cambio, ha traicionado muchas veces. Tenemos que construir una herramienta política capaz de interpretar al pueblo trabajador, a los peronistas, y a los que no lo son, valorando el proceso que estamos viviendo, y buscando el modo de profundizar las transformaciones.
LS: ¿Es realista aspirar a la vuelta del pleno empleo en la globalización?
MF: Cada vez que abandonamos ese horizonte nos ha ido muy mal. Somos conscientes de que ya no vivimos en los ‘60, que hay nuevas realidades. Pero nos parece fundamental mantener la cultura del trabajo como forma principal, aunque no exclusiva, de integración social. No hay igualdad ni justicia social si se renuncia a esa idea. Sé que en otras partes se discuten sobre la renta universal y cosas similares, pero no creo que esta discusión esté madura entre nosotros.
LS: ¿Qué cree de la disyuntiva “unidad sindical” o “reconocimiento de la CTA”?
MF: El tema es complejo. Como dije antes, hay que situar las discusiones en su proceso. La creación de la CTA fue muy importante para todos nosotros a mediados de los ‘90. Recuerden que veníamos del liderazgo combativo de Ubaldini, y todo eso. La Central fue la primera que asumió la situación de los desocupados, jubilados, de las amas de casa y estudiantes como parte del mundo del trabajo. Son los que más insistieron con la realidad de la pobreza y la precarización laboral. Yo creo que este patrimonio hay que valorarlo. Hay algunas de esas cosas que, con el cambio de etapa, quedan ya un poco anacrónicas, pero otras tantas que no, y en ese sentido el valor de autonomía que la CTA nos ha propuesto sigue siendo indispensable.