Traducción: Emilio Sadier
Gran Bretaña ha votado por salir de la Unión Europea: este enunciado sigue conmocionando a simpatizantes tanto de la salida como de la permanencia. A principios de este mes escribí que “a menos que la clase trabajadora británica que se siente traicionada por la élite política pueda ser persuadida, Gran Bretaña votará por salir de la Unión Europea en menos de dos semanas”. Y esto –quizás el acontecimiento más dramático en Gran Bretaña desde la guerra– fue, por encima de todo, una revuelta de la clase obrera. Puede que no haya sido la revuelta de la clase obrera contra el establishment político que muchos de nosotros hubiéramos preferido, pero es innegable que este resultado se logró en base a furiosos y alienados votos obreros.
Gran Bretaña es una nación intensamente dividida. Muchas de las comunidades que votaron decisivamente por la salida fueron las mismas que han sufrido enormes maltratos bajo sucesivos gobiernos. El Proyecto Miedo del gobierno se basó en amenazas de crisis económica. Pero estas son comunidades que han estado signadas durante una generación por la crisis económica y la inseguridad. Que te amenacen con que vas a perder todo significa poco si ya sentís que te queda casi nada que perder. Estas amenazas pueden haber profundizado la decisión de muchos votantes por la salida, en lugar de haberla puesto en duda. Un primer ministro conservador alineado con los titanes empresariales y el presidente de los Estados Unidos les advirtieron acerca de no hacer algo: ellos respondieron con la mayor mandada a la mierda de la historia británica moderna.
Este no fue un voto por la innegable falta de responsabilidad y transparencia de la Unión Europea . Por encima de todo, se trató de la inmigración, que se ha convertido en el prisma a través del cual millones de personas ven los problemas cotidianos: la falta de vivienda accesible; la falta de puestos de trabajo seguros; el estancamiento de los niveles de vida; la sobrecarga de los servicios públicos. Los jóvenes simpatizantes de la permanencia en la UE que viven en los grandes centros urbanos tienden a sentir una hostilidad menor hacia la inmigración; el sentimiento al respecto no podría ser más diferente en los votantes por la salida de la vieja clase trabajadora que residen en muchas ciudades del norte y poblaciones más pequeñas. De hecho, la brecha generacional es fundamental para comprender este resultado. La grieta creciente entre las generaciones no ha hecho más que profundizarse.
Siempre será duro pedir a los votantes laboristas que apoyen un imperfecto estatus quo respaldado por un primer ministro conservador.
Era duro pedir a los votantes laboristas que fueran en masa a apoyar un imperfecto status quo respaldado por un primer ministro conservador. La mayoría de ellos lo hizo, pero no fue suficiente para compensar la afluencia por la opción de salida. ¿Y ahora? Escocia ha sido arrastrada fuera de la UE en contra de su voluntad, y las demandas de otro referéndum sobre la independencia serán difíciles de resistir. El Sinn Féin está llamando a una consulta acerca de las fronteras de Irlanda. Una tormenta económica se acerca: el debate es cuán significativa y prolongada será. Una nueva y más a la derecha administración conservadora parece inevitable: el partido Conservador sin duda buscará una nueva elección, con la esperanza de que el Laborismo llegue lo más dividido y en el estado más caótico posible. Las campañas para defender los derechos de los trabajadores amenazados y el Servicio Nacional de Salud tendrán más importancia que nunca. La UE estará consumida por el pánico acerca de su propia existencia. Estas son realidades políticas inevitables a las que habrá que enfrentar.
En cuanto a David Cameron, llamó a un referéndum no porque pensó que era de interés nacional, sino porque le era útil para manejar divisiones internas del partido Conservador. El referéndum se enmarcó inevitablemente como una lucha entre dos facciones conservadoras. Irónicamente, para Cameron ganar la última elección fue su perdición. De haber ganado solo un puñado menos de bancas y fallado en asegurar la mayoría –como él esperaba–, podría no haber tenido que cumplir su promesa de referéndum. En cuestión de meses, pasó de sugerir que podría apoyar la retirada británica de la UE a advertir sobre el Armagedón económico si el país hiciera eso. Parecía absurdo. Cameron pasó años sugiriendo que la inmigración era un gran problema y que necesitaba ser reducida de forma masiva, y fracasó en hacerlo, reproduciendo más desprecio y furia.
Sin embargo, mientras que gran parte de la culpa debe atribuírsele a Cameron, fuerzas sociales mucho mayores están en juego. De Donald Trump a Bernie Sanders, de Syriza en Grecia a Podemos en España, desde la extrema derecha austriaca al ascenso del movimiento de independencia de Escocia, esta es una época de furioso resentimiento contra las élites. Esta frustración se está extendiendo en todas las direcciones: nuevos movimientos de izquierda, nacionalismo cívico, populismo anti-inmigrante.
De la casi mitad de los británicos que votó la permanencia, muchos ahora se sienten asustados y enojados, listos para atacar a sus conciudadanos. Pero esto solo empeorará las cosas. Muchos de los votantes por la salida de la UE ya se sentían marginados, ignorados y odiados. El desprecio –y a veces esnobismo– mostrado hacia ellos en las redes sociales ya se hizo sentir antes hacia estas comunidades, y ha contribuido a este veredicto. Millones de británicos sienten que una élite metropolitana lleva la batuta, que no sólo no entiende sus valores y sus vidas, sino que los odia activamente. Si Gran Bretaña quiere tener un futuro, esta guerra cultural en ascenso debe ser detenida. Los habitantes de Gran Bretaña han hablado. Eso es la democracia, y ahora tenemos que hacer que el veredicto de la nación funcione.
Si la izquierda tiene un futuro en Gran Bretaña, debe enfrentarse a su propia desconexión cultural y política con las vidas y comunidades de las personas de clase trabajadora. Debe prepararse para cómo responder a una nueva ofensiva de una ascendente derecha Tory. En el continente, los movimientos que aboguen por una más justa y democrática Europa son más importantes que nunca. Nada de esto es fácil –pero es necesario. Hagan el duelo ahora si lo necesitan, pero prepárense para los grandes desafíos por delante.