¡Haced rizoma, experimentad! Deseo, clínica y multiplicidad // Sofía Guggiari

  1. Herencia deseante

 

Estamos conversando con mi vieja sentadas en un restaurante. Me acuerdo del ventanal que daba a la calle; me acuerdo de la cara de ella en frente mío, sus muecas con sus velocidades y sus fugas, siempre como disparos al cosmos. Hablábamos sobre la clínica. Ella es psicóloga psicodramatista y dirige su escuela, que dirigía mi abuelo también, cuándo vivía. Herencia deseante. Maquinaria de transmisión. 

Ella me dice: – Cuándo escribo sobre psicodrama, me preguntan donde esta la clinica en lo que escribo. ¡Y todo lo que escribo es clínica!. Pienso en lo que me dice. ¿Será que quien no quiere verlo está demasiadx obtusx-cerradx-angostx?

Se me viene a la cabeza una escena, como una imagen que viaja. Lo que llaman un recuerdo. Pero lo recuerdo ahora, no en el restaurante. Quizás es lo mismo, yo escribiendo y yo hablando con mi vieja y  ese recuerdo que viaja y se funde en el presente. Me acuerdo que mi abuelo -en una de esas meriendas que tomábamos con el y mi hermano, cuándo tenía quizás yo, no más de quince años- me dijo un día, apenas abrió la puerta de su casa: –La angustia, angustia porque es angosta. Y después nos fuimos a tomar ese café.

Devenir entre madre-abuelo para escribir. Devenir entre su padre y el mío, también psicoanalista, para hacer clínica. Primero destrozar y luego encontrar de los trozos, lo singular, lo que permite la opción. Elegir es una invención o una ilusión. Es la ilusión de que algo se permite: ¿por qué no pensar en lo múltiple?

Heredar familia es también hacer maquina-deseante con ella, si se puede

 

 

  1. Deleuze-Guattari como máquina-clínica-deseante: diferencia epistemológica

 

¿Se escucha el deseo como agenciamiento? ¿Se escucha el inconsciente como máquina, como fábrica? (A diferencia del inconsciente como velo o teatro de lo real) Claro que si. No solo se escucha, se siente, se percibe, dan ganas de tocarlo, dan ganas de seguir su producción. Inventar. Levantarse de ese cómodo sillón de psicoanalista con pipa y de levantar al cómodx paciente de diván -se producen pacientes de diván y psicoanalistas de sillón-

¡Levantarlx, sacudirlx, sacudirme y hacer revuelta!

Yo a veces psicoanalista de sillón y a veces paciente de diván, pero la diferencia, más bien lo que la produce, es la conjunción. Y… y esto y aquello. No es más -ni menos- que la  posibilidad de lo múltiple; dijeron y sucumbieron frente a la desmesura. Hay materia entonces hay cosmos y hay multiplicidad. Lo contrario, lo obtuso, lo que se cierra sobre si, lo Uno ¿Lo angustiante? Pero no es su sentido de mundo, ¿acaso no angustia la inmensidad?, si no en su sentido de devoración. Lo que nos deja sin opción.

Yo también entonces, diván-sillón-pipa-revuelta-cuerpos-madre-padres-angustia-entre-deseo y a veces también solo esa piba de quince años que todavía no sabe hacer con lo que escucha.

 

 

  1. A propósito de escribir sobre la clínica: “después de niño ahogado, María tapa el pozo

 

Quiero irme a vivir sola, anhela ella.

¿Y cómo te imaginas viviendo sola? le pregunto entonces

en principio  lejos del ideal, me contesta.

¡Que manera de enunciarlo! ¿Notan esa equivocación? ¡Que maravilla el inconsciente!  Despliega a continuación  una suerte de territorios imaginarios conformado por faltas, ausencias,  culpas y burocracias que hacen que su anhelo se desvanezca en el intento de hacerlo vivir en el relato. Lejos y tan cerca de su ideal, se siente algo, ante todo una gran pesadumbres: es el estado de la cosa.

 – Me cuesta mucho tomar decisiones, optar por algo,  elegir es perder. A mi me cuesta perder (Seguro eso se lo dijo otra psicoanalista-sillon-divan)

Pero cuando lo dice, en ese punto, lo sabe todo y ahí se completa, entonces no pierde nada. ¡oh, la famosa castración!

Escucho cada vez más y al mismo tiempo cada vez menos.

Le llamo la atención sobre aquello que había dicho: –”Pensé que me ibas a contar cómo te imaginabas viviendo sola, no cómo NO ibas a poder hacerlo por que te cuesta elegir”

Ella asocia. Deviene. Agencia.

Claro, como mi primer amor.

Agenciar: disponer y componer elementos de una determinada manera

Cuándo ella habla, yo me pierdo;  por que claro, por que no decirlo, a veces nos perdemos y eso es el desierto. Y en el desierto estamos produciendo. Nadie sabe y tampoco nadie entiende; no hay más ella ni yo: devenir. Ahora maquina ella-yo produciendo inconsciente. Le hablo de la madre, no, no yo, si no ella. Ella habla de su madre. Pero yo ya la había escuchado. ¿Dónde estaba? ¿Será el primer amor? ¿Será esa con sus muecas y sus fugas?  ¿Esa es su madre o la mía? Devenir madre. ¡Esto también es escribir sobre la clínica!  Se arma territorio más visible pero no por ello abandonamos el desierto; ella-yo-madres. Componemos y disponemos.

Me cuenta que su madre, una mujer muy estricta cuando la retaba, siempre traía un dicho: “después de niño ahogado, María tapa el pozo” – Me dejaba sin salida, la sensación de que había hecho algo terrible y de que no podía elegir. Y agrega: – ahora que pienso, mi vieja decía lo mismo de su abuela.

 

  1. El inconsciente es múltiple, la escena también lo es

 

Ella, niño ahogado. Ella, María que tapa. Ella, pozo. Ella persona que además ve la escena y puede enunciarla. ¿Que dice el niño? ¿Que siente María mientras tapa el pozo? ¿Cuál es el entre ellxs? María y el niño ahora precarizadxs en el tecno-neoliberalismo. Ahora también lxs dos, mirándola a ella como queriendole decir algo; un susurro imperceptible, un decir que no es nada, es solo la intención de escuchar. 

Yo también niño ahogado y entre el pozo y María. Yo analista entre ella y su madre. Entre mi abuelo y la mía, así me hice analista. «El entre no esta por fuera de los cuerpos, los atrapa, los cubre, los tapa» me dice mi mamá

¿Cuál es mi refrán? Lo angosto de la angustia o yo ahogada a los 15 años por mi abuelo y su angustia. ¿Y si Maria no tapa el pozo y se ahoga también? Si yo fuese el pozo, le diría: “Haced rizoma y no raíz. Experimentad!” (Deleuze,Guattari 1980)

 

Heredar familia es heredar un tipo de encastre de máquina deseante. Mi paciente produce escenas, estados de la cosa, enunciados, territorios y desterritorializaciones a partir de una manera de enunciar ese refrán. Un plano de la escena con la que se agencia una existencia, que siempre le recuerda que “ella tapa el pozo” Producción de culpa y de sombra. Como dije, el estado de la cosa, por que todo aquello es lo que conforma esa pesadumbres. La idealización y su doble cara, es precisamente lo que arrasa pero completa. “Después de niño ahogado, María tapa el pozo”. Ella asesina o muerta, culpable ante todo pero algo al fin.

 

  1. Resonancia personal de la escena de mi paciente: hacer del mandato una herencia que permita la potencia

 

Cuándo mi abuelo murió me acuerdo sentí por primera vez algo que no había sentido jamás por el: agradecimiento. Me acerque a su cama en su cuarto, antes de llevarlo a velar. Estaba el, tendido, tieso, como niño ahogado. Ahora el «gran Tato Pavlovsky», pesado, hundía en la cama su pasado y dejaba la marca. Me acerque y le dije, por lo bajo, para que mi voz no se haga eco: “gracias”. Ahora vivo, porque muerto, podía agradecerle. El en su momento no lo permitía. Pienso que agradecer es informarle al otro que dio algo de sí. Por lo tanto es informarle al otro que algo cedió o perdió. No todos quieren escuchar eso.   

Mi deseo entre mi abuelo y mi madre. Entre mi paciente y el pozo. Entre su madre y su abuela. Mi deseo en la multiplicidad.

 

 

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