Hay un delicado equilibrio de la violencia.
Rara vez es a todo y nada. Rara vez vale todo aunque te quieran vender lo contrario las señales de cable que tienen ESPN.
Hay un equilibrio precario de hasta donde se puede y hasta donde no. Un equilibrio que está hecho de reglas no dichas, cambiantes, prácticas, tensas, reglas que no se basan en la justicia sino en el poder.
Hay un equilibrio en el ejercicio de la violencia. Un hasta acá da, y un te fuiste al orto, eso no se puede, cruzaste una raya.
Eso no quiere decir que la violencia se ejerza solo dentro de esos límites, sino que esos límites son fronteras: afuera de eso la barbarie, lo inhumano, lo indecible públicamente.
Esos límites son simbólicos, en un sentido no blandito del término, en un sentido bien malevo, bien de te cae la furia social si cruzas la frontera. Furia posta. Pura irracionalidad.
Esos límites simbólicos, son los límites de lo razonable.
Como en toda disputa los que tienen el poder de golpear más duro, son los que tiene mayor capacidad de marcar la cancha, de poner las reglas. Después ganar el partido es otra cosa, pero si jugas de local y con tus reglas vas con ventaja.
El Estado Nacional ha decidido que disparar sin mirar a quién está dentro de lo razonable. Ha corrido los límites de lo irracional mucho más allá.
Quiénes resisten, ATR y de caño, juegan también con esas reglas. En una cancha nueva y con reglas nuevas. Condiciones peores si uno lo mira desde los derechos y las posibilidades de felicidad colectiva.
El equilibrio de la violencia ahora requiere más muertos, más balas, más furia, más víctimas.
Han desatado una balacera, han soltado a los perros de la muerte, han roto aún más lo que tenías que arreglar.
Habrá sangre en las calles, sangre mezclándose sin discriminar.