“Los niños son gente seria y no conocen lo imposible”
Kafka le escribe a Milena
El juego hace a la infancia. Protege de algunos riesgos. Inclina la angustia hacia la posibilidad de establecer una espera. Campea momentos difíciles cuando se tramita una pérdida. El jugar, el disparatar, la fuerza lúdica, radica en tornar inofensivo el terreno de aquello que amenaza con significar la vida con el manto de diversos imperativos, ajenos al transcurrir de una infancia protegida. Al inicio de “El proceso”, de Kafka, aparece una mirada indulgente hacia una niña débil que ve en un patio, mientras en ese instante otros se columpian. Sin embargo, al subir Josef K las escaleras del domingo que lo llevará al inicio del Juicio, le molestaron, como en un mal sueño, los numerosos niños que jugaban en la escalera y que, cuando pasaba entre ellos, le dirigían miradas malignas. «Si tengo que venir otra vez se dijo, tendré que traer caramelos para ganármelos o el bastón para golpearlos» Entre soborno y castigo. A otras infancias cuyas miradas no parecían de niñez, también ubicadas en la escalera, hasta pensó en dañarlos, pero evitó que ocurra el grito.
Kafka en su vida, cuenta su última mujer Dora Diamant, encontró en un parque una niña sufriente, desesperada por haber perdido su muñeca. Una compañía para ella infaltable. Fue en el parque Steglitz en Berlín. Kafka afectado por el llanto de la niña le preguntó que le pasaba. Al oír el motivo se le ocurrió decirle que él sabía que su muñeca no se había perdido porque estaba de viaje, simplemente no había podido despedirse de ella, pero él tenía una carta de la viajera que se la iba a traer. Apeló a una credulidad de la pequeña niña y a cierta verdad ficcional.
Escribió durante tres semanas cartas con la misma seriedad que escribía sus cuentos, dice Diamant, poniendo voz a una muñeca. Eran cartas que le leía en voz alta a la niña en el parque, donde le contaba aventuras de viaje, su crecimiento y la importancia de conocer otras personas que no fuesen de la familia.
Kafka temía no encontrar la manera de poner fin al asunto. Como en este caso la forma de interrupción y de no llegar a un destino, no era factible frente a la expectativa de la niña cuyo desasosiego además había cesado. En la correspondencia inventada y que fue la última, decidió casar a la muñeca, contarle la ceremonia de la boda y detalles especiales. Quería preparar a la niña para la renuncia que implicaba ningún futuro encuentro.
Con Odradek, en “Preocupaciones de un cabeza de familia”, ese ser, de forma no identificable, parece un carrete pero no lo es, resiste a lo interpretable, no pretende domicilio fijo, no busca su origen, es pequeño, asume una movilidad informe, aunque siempre vuelve a la casa y su historia trasciende los tiempos incluso angustia, inquieta. La existencia entre presencia y ausencia de Odradek continúa, interroga e interpela. A su vez no deja huellas, no muere, no daña. Persiste.
A diferencia, la muñeca inventada por Kafka, que, aunque también acecha la esperanza de eternidad, asume la importancia de una narración, de incluirse en otra historicidad. La infancia requiere de alguna narración. Partir de algún lugar, que aloje el desamparo. Con Odradek comparten en el campo lúdico, el vaivén de presencia y ausencia, pero el juguete en la niñez, que aunque no participa de la ritualidad sacralizada, quizá puede pertenecer a una colección, preferirse roto transformarse en residuo, guardarse o donarse, restaurarse, o ser usado hasta agotar su función.
Al mismo tiempo Kafka decide incluir en este caso, en las cartas a la niña, un final, no sin dejar la escritura como recuerdo de una historia, probablemente olvidable para la amnesia infantil.
Hola, que bueno que una revista de este tipo se dedique un pequeño espacio para la niñez, que también es sujeto, que también es actor social, a su manera y en sus condiciones claro. Ahora, me llamó la atención su afirmación, que comparto en general, que «la infancia requiere de alguna narración», reacciono a esto de una manera militante, las infancias terminan construyendo de manera autónoma ,si se quiere, narrativas, en especial para situaciones de pérdida, que terminan realizando eso mismo que Ud. afirma, para alojar el desamparo. Ahora, por supuesto eso no es lo mejor para el desarrollo del niño/a. Es bueno acompañar esos momentos para convertir estas experiencias de pérdida en algún tipo de aprendizaje. Felicitaciones y Saludos.