El modo de vida en guerra biotecnopolítica se instauró mediante formas conocidas de lo cotidiano: control, virtualidad, higiene, medicina, e información, dimensiones acostumbradas, lo que resulta en su compleja y paradojal identificación. Percibimos dos planos unidos, uno digital y otro viral, en sí conforman un mismo plano aunado por la palabra virus que es usada en ambas acepciones: informática y médica. Somos soldados virtuales de una guerra de potencias mundiales en formato guerra civil-biológica-virtual por el control de los sistemas de comunicación y el capital humano en algoritmos de datos.
Un fenómeno llamativo ha ocurrido hace no mucho tiempo. La aplicación (red social china) Tik Tok desplazó a Instagram y Facebook en China, Europa y EEEUU. Por esta razón, este último lanzó restricciones para su uso. Esta app se introduce a través de clientes adolescentes. Hecho similar ocurre con la competencia entre monopolios de telefonía móvil con la marca de teléfonos de origen Chino Huawei. Por otro lado, recordemos que Whatsapp e Instagram son propiedad de Facebook. Hasta aquí podría tratarse de un asunto relativo a lucha de monopolios y el consiguiente rédito en dinero por el uso de estas aplicaciones. Pero lo que se negocia es el control y manejo de nuestros datos ¿por qué razón serían gratuitas? Algunas con publicidad y otras sin publicidad. El interés no está puesto en que paguemos por usarlas sino que escribamos, fotografiemos, hagamos videos y audios, es decir convirtamos en patrones algorítmicos lo que pensamos, sentimos, cómo nos vinculamos y por lo tanto qué podemos consumir.
Se trata de incalculables flujos de datos que circulan a la velocidad de la luz en todo el planeta, datos producidos por personas con capacidad de compra. El monopolio que se quede con los sistemas y aplicaciones de nuestros teléfonos y computadoras se queda con todo capital humano-dato. Los virus necesitan de organismos vivos para seguir viviendo, de lo contrario es el virus el que muere.
Es inevitable que la pandemia produzca miles de muertes para que este dispositivo de diseño médico-tecnológico tenga efecto. Para ello se elige mostrarnos los avances del virus y por lo tanto las muertes. Ahora nos enteramos de la cantidad de personas que mueren todos los días, antes no, cuestión que lo demuestran las cifras que se han compartido en estos días sobre otras pandemias y causas de mortandad en el mundo. Queda claro que la televisación de la muerte de los pobres no importa porque no tienen capacidad de compra a diferencia de un europeo, estadounidense, chino, etc. y esto nos resulta más cercano por diferentes razones, entre ellas cierta identificación del colonizado con sus colonizadores: ¿acaso no tragamos saliva para ver cómo está nuestra garganta luego de ver alguna de las noticias que muestran la muerte de personas en el viejo continente?
Cualquiera que intente salirse de este régimen será el enemigo invisible, porque en Europa se están muriendo de a miles por no creer. De pronto Europa es el gran continente señalado, Asia el ejemplo de control y superación, porque no importaron las muertes en China. Tuvieron que aparecer esas muertes televisadas de nuestros históricos colonizadores para que el problema preocupe.
Ya no se puede criticar, porque a eso viene una imagen de Italia devastada por las muertes, a pesar que aún no lleguen ni a la mitad de las muertes por gripe registradas durante el 2019 en el mismo país. Pero bueno ninguna de ellas tuvo medios cubriéndolas, como tampoco hay coberturas de los miles de inmigrantes que mueren en las costas europeas, sin posibilidad de sepulcro de los familiares. En ese espejo de gente blanca muriendo, hay que cuidar entonces a la clase que sí consume y que produce más trabajo en la red.
Hace tiempo sabemos que al mundo lo controlan los sistemas de comunicación e información pero no como algo externo o diferente, somos nosotrxs mismxs como engranaje de ese sistema de comunicación, como trabajadores de las redes sociales, como compartidores compulsivos de noticias que difunden una unánime construcción de la realidad. Funcionamos como virus-trabajadores siendo capaces de realizar copias a toda velocidad permitiendo su multiplicación. Esta situación prepara el terreno para que la sociedad en su conjunto quiera tener instaladas en sus teléfonos y computadoras aplicaciones de sistemas de control que habiliten de forma consentida todos los datos de ubicación, conexión, parentesco, costumbres, movimientos, raza, sexo, signos corporales, etc. formando así patrones algorítmicos de nuestras vidas aún más acentuados de los que ya existen. Se trata entonces de un uso intencionado de la información respaldado en la hegemonía del saber médico para fines de manipulación de masas.
Muchas son las preguntas que surgen entorno al impacto en la economía. Hay algo de lo que no cabe duda ¿Quién dijo que no estamos produciendo? ¿Quién dice que se paraliza la producción y la economía? Se trata de un cambio de paradigma que perfecciona los niveles de producción que vienen operando hace décadas y que ahora se vuelven más visibles. Es un cambio en la concepción de trabajo como lo hacíamos hasta hoy, trabajo no es solo con la materia prima o servicios a terceros: – Esto es trabajo! este mensaje que te estoy mandando por Whatsapp diciéndote todas estas cosas es mi trabajo! Acá está mi tiempo, en este emogi que te estoy mandando para expresar mi afecto!. Whatsapp es un vacío, no existe: -si yo no estoy mandando este mensaje. Todas las redes sociales son un vacío y nosotrxs somos sus trabajadores en negro. Ninguna red social se sostiene si no hay trabajadores en estas condiciones y tampoco se sostiene el sistema de comunicación que es lo que mueve el mundo. Es así que nos encontramos en un momento de hiperproducción digital virtual de las más grandes que quizá haya experimentado la historia. Asistimos al retiro de los horarios de trabajos ordinarios para abocarnos a trabajar desde casa para el sistema. Somos los trabajadores-clientes perfectos: consumimos todo lo que producimos. La vida cotidiana es el lugar de la fábrica.
Imaginen el siguiente escenario ¿qué pasaría si de pronto en esta cuarentena nos quedáramos sin internet y televisión? Tal vez tendríamos que salir de nuestras casas, mirar la vereda, la calle, constatar si los vecinos siguen ahí, cada uno en sus casas. Tendríamos que tocar las cosas, ir hacia el hecho sin mediar la virtualidad. Se me ocurre llamar a este escenario atópico, basándome en el uso y denominación médica de esta palabra: enfermedad atópica. Se trata de un organismo sin lugar, característica propia de este nuevo paradigma de control global virtual. Si somos virtuales no somos de ningún lugar o somos de todos: somos un microcomponente de energía que fluye velozmente por fibras ópticas capaces de atravesar todo el mundo en un tiempo infinitesimal. Somos un algoritmo del no lugar, un algoritmo insituado. Pero si apagásemos internet y todos los dispositivos de circulación de datos y salieramos de nuestras casas, habláramos cara a cara pisando la tierra nos convertiríamos en personas desubicadas, una especie de enfermedad atópica. Es decir seríamos organismos con mecanismos inmunitarios desfasados, potenciales causantes de alergia (resfrío por ejemplo) mediados por la acción y efecto de anticuerpos controlados sobre las células. Nos volveríamos algo así como una enfermedad rara del sistema, seres vivientes hablantes con un sistema inmunitario diferente al resto.
Este escenario atópico es el de las verdades múltiples y paradojales. Una enfermedad atópica, es catalogada de rara porque no se encuentra un motivo identificable para su aparición. Es por lo tanto un sentido que surge de una falta de sentido como es la situación actual.
El aislamiento genera un quiebre en nuestra relación con el mundo. Por el movimiento podemos tal vez recuperar la capacidad de pensar lo que percibimos y no solo percibir lo que pensamos.
Estamos frente a un virus que cambia el estado de las cosas, las formas de vida. Todo ha sido reconfigurado. Entonces intentamos aquí preguntarnos sobre este estado de las cosas, de que nos vuelve capaces o incapaces. Un estado de sospecha sobre el acatamiento de las reglas y normas en un paradigma donde se confunde verdad con información: no hay nada para comunicar salvo la comunicación misma. Un uso de la lengua llevado a un supuesto extremo de su función utilitaria, bloqueando su potencia de decir. Quizás podríamos volver inoperante la lengua, la información para que puedan pensarse otros posibles. Desaprendiendo la capacidad por la cual solo nos han enseñado a recibir ideas sin saber encontrar lo que las origina.
Argentina en tiempos de Coronavirus
Es el octavo día de aislamiento forzado para lxs argentinxs. Durante este tiempo hubo alrededor de 45.000 detenciones policiales (datos de CORREPI), sin contar las brutales agresiones perpetuadas a personas que estaban en la calle, en su mayoría sin testigos, sumado a las miles de familias obligadas al hambre por no poder salir a trabajar. Con la militarización como bandera del cuidado de un gobierno que priorizaba los derechos humanos, la medida se continúa defendiendo sin cuestionar.
Diarios y medios de derecha que se han encargado de hundir siempre al país y manipular a lxs ciudadanos, coinciden ahora con la oposición y aplauden las decisiones. No hay variabilidad en los discursos.
Un hashtag como manifiesto de la unificación de comportamiento y pensamiento se imprime en las publicaciones de la mayoría de las personas, en las publicidades y en todo lo que circula en estos días. #Quedatencasa como si hubiera una gran casa para todxs, ni siquiera el posesivo tiene lugar, las omisiones comienzan siempre en el lenguaje.
La idea hegemónica de la casa como hogar y lugar seguro, se expande más rápido que el virus, dejando silenciado los millones de interiores que son espacios de tortura. La orden supone una representación unánime de la noción de casa, sin importar que en algunos casos la posibilidad de muerte se halle ahí.
Artistas, deportistas, políticos y médicos, unificados en videos estatales para redes, diciendo lo mismo en un hashtag que aglutina una indicación sin fisura, un modo de vida y existencia que empieza a ser la regla, cualquier idea que se aparte de ahí será condenada. Desde ahora en más, cualquier expresión bien intencionada que se comparta o genere en la red deberá ir acompañada de ese hashtag. Una marca que permite fácilmente un control algorítmico de la obediencia y la réplica del único modo de estar válido y legal en estos días.
Pero ¿qué hay detrás de esa fórmula que plantea cumplir con el aislamiento y cuidado propio para dar como resultado la acción plural del cuidado de todxs? Una palabra tan usada como gesto posible de resistencia, es capturada y puesta a disposición de los microfascimos estatales y en las redes personales que lo replican.
¿Quién podría desconfiar de la palabra cuidado? Sin dudas, los microfascimos que recrudecen con tanta virulencia en estos días vienen disfrazados: cuidado como una de las prácticas políticas que el feminismo se encargó de sostener, ahora es asimilada en el plano donde también se aloja el vigilar, por cuidado nos vigilamos, también nos denunciamos. Cuidarme y cuidar mi existencia pese a todo, es cuidar al otro, ese otro distante al que ya hemos dejado de ver. Por cuidado me aíslo y dejo librado a la suerte el destino de todos esos otrxs que igual saldrán a las calles y serán violentados por las fuerzas.
Por cuidar y cuidarnos es también que la calle sólo está habitada por los trabajadores de rappi, glovo y la gente más precarizada, a la cual el sistema se encargó de dejarlos en la mayor vulnerabilidad posible. Imponiéndoles ser responsables de sí, monotributistas obligados a seguir pese a todo, para sostener la legalidad tributada de sus vidas.
Una expresión local y visceral de nuestra tierra nos sale como grito instintivo: Cháke!! esa palabra guaraní que a veces viene en simultáneo con el brazo que interrumpe el camino del otrx antes de que pise un pozo, antes de que sea mordido por un perro. ¡Cháke!: cuidado en guaraní.
Quizás sea la forma posible del cuidado como resistencia aún capturada en este tiempo. Cháke: una palabra compuesta de cháke: cuidado y háke: cuidar. Es una expresión del cuidado como un alerta. Alertar al otrx cuando su cuerpo está en peligro.
¡Cháke el Estado! ¿Pero cómo es que la militarización del país se aceptó tan rápido? ¿Cómo pasamos de celebrar que contábamos con un Estado que no recurría a las fuerzas represivas, como primera medida, a sostener lo contrario sin objeciones?
¿Cómo se fueron preparando estos terrenos más allá del diseño comunicacional y virtual del miedo presente? Un diseño que también está claramente dirigido a ciertos sectores que importan: la clase media y alta. La gente que puede consumir.
Sistemas de pensamiento para coronar
Hace un buen tiempo que la Astrología es la gran religión para muchísimas personas, en Argentina fue oscilando, entre una suerte de cansancio del psicoanálisis más rancio, sumado al hundimiento de la economía en estos cuatro años de Macrismo, lo cual atentó contra muchas terapias.
Esta debacle también ayudó a tomar orientaciones más económicas y virtuales, como las consultorías astrológicas o diversas sesiones de magias con encuentros más esporádicos que las terapias convencionales.
Entre los grandes vacíos y agotamientos de discursos, una gran ola de personas cada vez más numerosa se fue aferrando al horóscopo y a las formas de lectura que aplanan y clasifican cualquier pluralidad posible en ciertos esquemas e índices de lectura de la realidad.
El boom de la astrología manifiesto en las conversaciones cotidianas como forma de explicar lo real, se fue extendiendo capilarmente en millones de personas, una creencia contemporánea asequible a todxs, copiada y remixada en cualquier portal web, con posibilidad de acceso al misterio del universo y su explicación económica política, afectiva y vincular en lo terrenal.
La astrología pareciera colarse sin sospechas en un gran sector de la sociedad que acuerda en que la religión como forma de discurso y perpetuidad del poder, se ha encargado de manipular y establecer la verdad mediante dogmas y reglas.
Sin embargo, los vínculos entre astrología y religión están a la vista, ambas son cuestiones de fe, ambas se vuelcan a explicar mediante enfoques dogmáticos, como si una suerte de operatorias estelares ocurrieran más allá de las formas políticas y de gobierno en este mundo.
El terreno de lo ingobernable: relegado a Dios y a la religión, pasa lubricadamente a un terreno astrológico: el movimiento ingobernable de los astros.
Hay quienes defienden, diciendo que existe una astrología más científica, como si la ciencia no fuera un discurso más, posible de objetarse y atravesado de poderes y tensiones.
A fines del 2019, muchos discursos astrológicos predictivos para el 2020, hablaban de la caída de estructuras, de viejos sistemas y mutaciones que íbamos a sufrir. En este presente también lo que ocurre está justificado astrológicamente. Uno de los portales con más seguidores en Latinoamérica sugiere: “es momento de reecontrarse con uno mismo cuando las cosas se cancelaron y no queda otra que estar en casa”.
Sabido es que junto al porno, la astrología es una de las industrias que más monetariza en internet, y por la cual se consulta en escala abismal. No es de extrañarse esta alineación de discursos. Más conocidos aún son los vínculos entre astrología y fascismo y cómo Hitler ha utilizado en su régimen a la astrología para gobernar.
En nuestros días cierta precarización de pensamiento y captura derivada del aplanamiento en estas formas, configuran la forma de lectura y comportamiento de acuerdo al signo o al eclipse de turno. Se infunde la tendencia de un estado de ánimo general a partir de la presencia de algún astro, mientras que la agenda política hace estragos y las decisiones que atentan contra las vidas de una gran mayoría se cocinan sin sospechas. No es de extrañarse que ahora a un gran sector poblacional, las disposiciones de la policía en las calles y un casi estado de sitio, les haya entrado sin mayores resistencias. Ya lo predijeron los Astros: hay formas que irán cambiando y es tiempo de quererse y cuidarse, ordenar la casa, ponerse al día.
Mientras el discurso del cuidado se activa y la agenda astrológica lo valida, la militarización como forma de protección del Estado para sí mismo y la conservación del orden y de las vidas que importan (las que consumen y producen) estalla en cada una de las esquinas del territorio nacional.
Legalidad de persecución
Las persecuciones, algunas filmadas por la misma policía, varían en estilos y géneros en todo el mundo. En el NEA se viraliza una persecución a lo far west en un campo de Formosa, donde persiguen en motos a un grupo de indígenas que decidieron juntarse a comer juntxs en una chacra. No importa dónde, no importa que no haya siquiera un solo caso. No importa que en esa tierra haga 45 grados y que la distancia entre casas y vecinos sea la forma de existencia cotidiana, cualquier pretexto es bueno para perseguir indígenas. Solo que ahora tienen la impunidad de subirlo a las redes y un Hashtag como hogar para albergarlos. La legalidad de la persecución.
Los policías con máscaras, que lo único que hace es frenarle el polvo formoseño, detienen y golpean a unos pobladores perdidos en esa llanura, una escena atópica del presente, como tantas otras que se replican a lo ancho y largo del territorio para avalar el decreto. Nunca antes, ni durante el macrismo, las fuerzas fueron llamadas a un rol tan importante: el cuidado de todxs.
Aparecen las noticias que el ejército fabricará barbijos, alcohol en gel y asistirá a la población. Hace tiempo que no apreciábamos una reconciliación tan directa con las fuerzas que torturaron y mataron a miles de personas en el país. De un momento para el otro, el Estado se encarga de ponerlas como amigas.
Silenciosamente se arman cordones de contención en las villas y los lugares donde se sabe que por el hambre la revuelta pueda explotar, está todo dispuesto para que nadie se pueda levantar. Helicópteros merodean Buenos Aires controlando que ninguna agrupación de personas se produzca, que ninguna fuerza de choque se propague.
Mientras tanto, en el día de la memoria, algunos artistas que tienen la suerte de tener proyectores, mandan sus señales a las paredes desde sus balcones: “Nunca Más” y otras frases que en este momento de urgencia, parecieran ser solo una mirada romántica sin posibilidad de crítica y levantamiento a lo que está ocurriendo en las calles.
En un barrio periférico de Corrientes, donde nadie fue a Europa y la llamada “circulación comunitaria” del virus no existe. Un patrullero con altavoz de vendedor de verduras pasa cerca de las 20 horas a meter a toda la gente en sus casas. Por prevención se está dejando a muchas familias sin comer, porque sería tremendo que además de pobres se conviertan luego en vector de contagio u ocupen una cama que podría ocupar alguna otra vida que pueda consumir más.
Conectividad y adaptabilidad
Uno de los servicios a preservar es la conectividad ¿Pero qué se está sosteniendo en verdad con esta medida?
Netflix como la hegemonía pedagógica de adiestramiento en la cotidianidad, anuncia que sus contenidos se verán en menor calidad. Nunca hubo tanta demanda a la vez, hay que seguir sosteniendo que la plataforma continúe proveyendo sus contenidos, entregando los paquetes de posibles para el presente y lo que vendrá. Las sugerencias: apocalípticas películas de pandemia, catástrofes y fin del mundo.
En la red circulan todo el tiempo las capturas de personas hablando entre sus amigxs, en videollamadas múltiples, celebraciones y cumpleaños por Skype que luego son subidas en una especie de regocijo de adaptabilidad a la vida que se propone.
¿Qué hay en ese gesto de exponer esa adaptabilidad y entregarlo gratuitamente a la red?
Un tsunami de afectos y deseos para la gestión de datos
Desde la dádiva inocente de los artistas y su necesidad de visibilidad, dando conciertos desde sus livings, liberando sus links de películas como regalos al mundo, charlas y debates en streaming, todo el mundo está transmitiendo y ofreciéndose online.
Una pregunta asoma, ¿quién monetariza este tsunami de expresión planetaria capaz de monetizar salvajemente?
En la calle: la policía reprimiendo cualquier posible resistencia, los rappi y glovos yendo y viniendo, sirviendo al ganado que pudo quedarse en sus casas a producir en negro para la red. Un estado de excepción ideal.
China manda respiradores a diferentes naciones, mientras se incrementan los videos que muestran el diseño social del régimen, pero sobre todo la implementación del control total de las vidas y los cuerpos a través de las redes e Internet. Nadie puede escapar y por eso la eficacia del control. Drones que mandan a la gente a sus casas, edificios que aparecen marcados porque ahí hay infectados, códigos QR para moverse y seguir manteniendo el score social.
Un virus que nace allá y se lleva miles de vidas, en unos meses su control, valida la eficacia de un régimen riguroso de vigilancia social y gestión de la vidas. El estado de control totalitario virtual se presenta como un fabuloso diseño en la era de lo viral.
Mientras el dengue sigue avanzando y haciendo estragos y causando muchas más muertes en Latinoamérica que el COVID-19. Sabiendo que las personas que tuvieron son potenciales portadoras y si un mosquito les pica se seguirá transmitiendo, ningún país afectado: Argentina, Paraguay, Brasil, Bolivia, ninguno ha tomado medidas suficientes para erradicarlo o hacerle frente.
Postales del virus
Sin embargo, en materia de números y potencial peligro para la Argentina, recién ahora se viene la crisis más grande a enfrentar. Las medidas más que para cuidar vidas, parecen asegurar la gobernabilidad y tranquilizar. Mientras tanto en las calles, algunos vecinos sacan la bandera en sus balcones y ventanas, la lucha se interpretó un poco literal, lo patriótico emerge una vez más como discurso que habilita cualquier atrocidad en nombre de la patria.
En un video anónimo un grupo de policías en un barrio periférico hace cantar el himno nacional a unos hombres detenidos, después de obligarlos a estar en el piso haciendo flexiones y humillarlos.
Un sentimiento futbolero de cancha invade por momentos la noche, donde ya no se sabe bien qué se aplaude, hay ganas de sentir que se empuja hacia algún lugar en conjunto y que se obedece, “¡¡vamos argentina!!!” grita un vecino, como también gritaban en el ’78 cuando se torturaba a los desaparecidos a metros de la final de la copa del mundo.
Empiezan a llegar las app para hacer el test online del COVID-19 aceptando los términos de vigilancia y entrega de datos al estado argentino, aunque el fin último dicen las bases es para dar datos adecuados al potencial enfermo.
Quizás un buen test también sea ver que ahora todos esos contactos fascistas que aún quedaban en las redes personales, piden lo mismo que pide el progresismo, el estado y la derecha que tantas vidas mató: #Quedateencasa.
muy buen artículo…creo que los contornos del «enemigo», como aquél antiguo otro de la dicotomía «nosotros-ellos» (valga cualquier condición en el otro aniquilable: política, ideológica, raza, clase, etc.) -y hay que decir: sobre la que sedimentó la industria académica- viene desdibujándose -o intentando hacerlo- hace tiempo. pero… sin el logro de salirse de esa lógica binaria y es que justamente ahí, en ese binarismo era mucho más fácil plantar una grieta. Grieta que para nosotrxs lxs argentinos siempre fue «pretendidamente política»; me parece que ese era al menos el acueducto crítico y político que quedaba a algunxs. Veamos hace poco los acontecimientos de acá nomás: Piñera en Chile, Golpe de estado en Bolivia; Macri. Siempre hubo grieta. y sabíamos que los que estaban de aquél, el «otro» lado de la grieta, al menos conservaba alguna cuota de queja, reclamo. Queja y reclamo que siempre tuvo su propia manta estética: marchas, las abuelas, pañuelo verde, etc.
entonces me parece que la «habilidad» de este virus está justamente en el desdibujamiento del contorno, de fronteras, límites, (ideas que hace poco leíamos en manifiestos políticos) y todos estos sinónimos con apariencia más sólida. por plantear algo más simple, sería: deponer la puja partidos políticos o conflictos con astas ideológicas izquierda-derecha (sí, tan de siglo pasado pero tan conflictivas aún) para batallar con un enemigo con el que nadie podría estar en desacuerdo. ¿quién podría estar en desacuerdo: pelear contra una pandemia, pelear contra una enfermedad? de pronto tenemos muchos héroes. una jugaba perfecta.
una jugada cuyo personaje es bien pensado. no cualquier virus. no. uno que ataque a lxs que nos importan. empecemos por los chinos, luego los europeos, vengamos a la argentina: los que vienen de europa, sí, los que pueden pagar un pasaje a europa. ellos.
es una obviedad decirlo nuevamente, pero es que la selección por este virus no es inocente y se pone de manifiesto justo ahí cuando vemos que hay 570 casos de dengue. en la lógica de lo que escriben, más de «contagio viral virtual», pensaría también cuál es la enfermedad con mayor capacidad productiva a niveles estéticos puesto que no pensaría en un wichi muerto por dengue; no pensaría en el registro de descacharrados como política de «prevención» y de paso mi adjudicación de políticamente correctx. vale más una foto de los libros que voy a leer durante mi cuarentena.