FIN DE MUNDO, ORGASMO Y FEMINISMOS // Sofía Guggiari

Soy una privilegiada. Lo pienso todos los días en esta pandemia. Tengo casa, comida, agua -en la ciudad más rica de la Argentina tener agua parece un privilegio- y no convivo ni con mi agresor, ni con mi posible asesino. Escribo para sobrevivir, y sobrevivo. A veces pienso realmente, pienso si no será el fin del mundo. Y pienso en ¿mi privilegio? de  vivir sola a mis 33 años,  sin hijxs y que quizás para muchxs pareciera un fracaso, pero no para mí. Pero como dije, no deja de ser un privilegio. Aunque por momentos me pregunto con cierto terror, de quien decide lanzarse al vacío, a la vida no programada, me pregunto si tendré algo de malo, o si pasaré sola el resto de mi vida, o si no será mejor apurarme para vivir «a tiempo la maternidad», no vaya a ser cosa que nunca la viva. Trato de no resignarme frente a esos pensamientos que disciplinan el curso vital del río, de mi río que intenta devenir. Pero entonces recuerdo que no todxs podemos elegir. No todxs podemos vivir solxs, (privilegio de clase, desobediencia de género) no todxs podemos elegir no casarnos, ni salirnos aunque sea un poco del mandato de la maternidad, no todxs sobrevivimos en el patriarcado, ni en el capitalismo. ¿Cómo operan en nuestras vidas- a pesar de las transformaciones socio-culturales- esos mitos sociales  de la cuerpo gestante-mujer-madre, de la  pasividad erótica femenina, del amor romántico, como recurso incluso económico? ¿En qué poblaciones se vuelven más riesgosas estas obediencias?  ¿Cuánto hay, en la vida erótica y amorosa que vivimos, de nuestros deseos más íntimos y privados,  cuánto  de nuestras insurgencias singulares y cuánto de esas mandatos de roles de género?

 

¿Y en la catástrofe?

 

Debo admitir que el encierro y el aislamiento -a pesar de las angustias, sensaciones de deshumanización, y de hasta cierto pánico- me produjeron también y al mismo tiempo un efecto muy extraño en las maneras de percibir y encontrarme con mi propio cuerpo, y con la experiencia de lo íntimo. Se detuvo la máquina que movía al mundo y a ciertos mandatos y prejuicios  tan entramados con el ser, tan fundidos con el deseo. Y desde esa detención, un silencio. Pude por un instante y como en un baile, como en ese momento de discontinuidad, de la pura percepción de lo húmedo y lo seco y del otro o de los otros cuerpos fundidos, en una fantasía o en la realidad, por que ya no importa que es que, por que la fuerza,  por que lo desconocido, por que el temblor de las piernas, pude así encontrarme con mis propios disfrutes, mis erotizaciones, desde la libertad que da el desierto, sin que sea para nadie. Así disfrutar de la soledad  para mi se convirtió en un acto político de emancipación  Y no por una apología al individualismo. Porque mía, en tanto nuestrxs, como un colectivo, como una comunidad. Por la posibilidad de  ese “cuarto propio” del que ya nos habló Virginia, a modo de espacio simbólico para escribir mi propia  ficción que es  el encuentro con esa existencia «para mi», con esa sexualidad «para mi», que entonces, y para siempre tengo la sensación no será la misma después de que pase la pandemia. ¿El fin del mundo devino en orgasmo? Devino también en una lluvia de preguntas:

 

¿Cómo vivo mi propia sexualidad y mi experiencia con el erotismo? ¿Qué es lo que me gusta del otrx o me deja de gustar? ¿Por qué a veces la insatisfacción o la disconformidad son muchas veces el empuje erótico del lazo?  ¿Me ocurre a mi sola?  ¿es un problema personal? ¿Serán los vestigios de los mitos sociales  del amor romántico y  la pasividad erótica femenina? ¿Fué el feminismo también lo que me habilitó esta vez la posibilidad de producir y encontrarme, aunque sea por instantes, con otro disfrute? ¿Es posible eso, producir otro, uno singular e insurgente?¿Producir modos eroticos y amatorios que no respondan a las opresiones y mandatos históricos de género?  ¿O solo es la idea de fin de mundo que me acerca a lo distinto?

 

En el mundo de la heterosexaulidad de por si, los encuentros sexo afectivos siguen siendo para nuestras generaciones el terreno privado e íntimo del ejercicio de poder de relación de fuerzas históricas entre los géneros. Desde las sumisiones femeninas hasta  los mandatos de masculinidad; pero la principal obediencia y más terrible es al binarismo.

La pasividad erótica en las existencias feminizadas como dispositivo de opresión  todavía producen desde insatisfacciones, disconformidades o incomodidades difíciles de nombrar hasta estragos subjetivos terribles como los que escucho en muchxs de mis pacientes.  Castradxs, inferiores y avergonzadxs, sentimos culpa cuando algo sentimos, aunque extraño,  por fuera de nuestra pasividad. La culpa disciplina y castiga. Y como me dijo una vez mi analista, la culpa es infértil, no produce, o mejor dicho produce nada. Sin darnos cuenta quizás creemos que eso nos es constitutivo: que así son las cosas y en todo caso dependemos de nuestra capacidad de adaptarnos, para ser deseadxs, gustadxs y entonces poder disfrutar.  ¿todavía te seguís quejando? ¿no será que tenes vos un problema? ¡El mundo ya cambió! ¡Ya no existe más eso de que los tipos tienen el poder!   No ver donde está el poder es otra forma de ejercerlo.

 

 Amar, desear, gustarse, erotizarse son fuerzas de lo vivo, y lo vivo es ambiguo y complejo y extrañamente ajeno y cercano a la vez. El goce, esa relación tan imperfecta con el cuerpo que habitamos, el cuerpo que somos, y que podemos ser, es goce para todxs, y siempre es algo inacabado. Pero por lo que me pregunto es por ese goce aliado a una forma de dominación. Mientras no haya igualdad, allí donde se perciba desintegración de una fuerza sobre otra, sumisión y obediencia, es allí donde hay que hacer política y política feminista. Y no me refiero a hacer punitivismo sí no emancipación de nuestras fuerzas vitales.

 

Una vez escuche decir a una militante feminista y docente: “la opresión ante todo es algo que se siente”. Poder nombrar la opresión como un malestar,  y a cierto malestar como opresión, es devolverle a la política lo más hermoso que para mi tiene, la dimensión de los cuerpos que tiemblan, sudan, se estremecen, acaban.  Y hablo de la experiencia del propio cuerpo, ponerlo a jugar como una variable más de las fuerzas de la vida de la política.

 Los feminismos han convertido ese malestar que parecía individual y hasta a veces patológico en un recurso de emancipación. En un recurso para pensar y preguntarse sobre aquello tan misterioso, temido y vital que es el  deseo. En lo personal han sido un lugar de pertenencia, de hacer comunidad, donde justamente todas aquellas percepciones y sensaciones que no cuajaban ni podían nombrarse, ahora tienen un sentido compartido e histórico. Y alivia, claro que alivia, nombrar, hablar, enunciar alivia siempre.

 

Y como dice Bell Hooks «El feminismo es para todo el mundo». Es un empuje a la fiesta desmoralizante, al disfrute, a la invención de formas y vidas más éticas, más cuidadas y más vivibles para todxs. Y más que nunca tiene que servirnos para pensar este presente tan opresor que el virus desnuda, y proyectar un futuro por venir después de que pase la tempestad. ¡ Un futuro lleno de erotismo, transgresión, igualdad, justicia social,  orgasmo y feminismo!

 

Sofia Guggiari. Psicoanalista. Actriz. Escritora

2 Comments

  1. ¿ósea que tendríamos que forzarnos a no ser heterosexuales («binarios») por qué usted lo dice, a usted se le antoja o por qué cree que eso es revolucionario? Cuidado con el carácter punitivo, pastoral y microfascista de mucha de la izquierda actual…

  2. Diux, leí dos veces el texto para ver donde decía que deberíamos forzarnos a no ser heterosexuales y no encontré esa parte. Solo menciona que hay sexualidades que no se sienten cómodas con el binarismo y con la heterosexualidad, y que dentro de la heterosexualidad y el binarismo se reproducen malestares justamente porque hay un forzamiento cultural a ser una cosa u la otra. Si lo hegemónico es ser heterosexual es obvio que una sexualidad que se desvíe de esa «normalidad» va a ser transgresora. Para muestra basta un botón, o sea tu comentario resistente.

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