¿Fin de fiesta en Brasil?

Jean Tible y Alana Moraes 
Para Vito Giannotti, in memoriam
Tragedia
Aquel lunes 20 de octubre, en la última semana de campaña, ocurrió el giro decisivo de la elección presidencial brasileña de 2014. Viejos y nuevos militantes junto con activistas se movilizaron para el empujón final que garantizó la victoria de Dilma Rousseff con más de 54 millones de votos. De acuerdo con el discurso de campaña, veríamos la continuidad de una inédita secuencia «progresista» en Brasil a pesar de un nítido y generalizado enfriamiento en el último de los tres periodos de gobierno del Partido de los Trabajadores y el primero de Rousseff. Pero, por el contrario, el país viene recorriendo un camino desesperante para muchos brasileños. En vez de «cambia más» (lema del primer turno electoral), tenemos «un gobierno nuevo, ideas nuevas» (slogan del segundo turno), solo que en el mal sentido de lo que podría significar el término «nuevo».
Dos días después de la victoria electoral, el Banco Central decretó un aumento de las tasas de interés, repetido seis veces más hasta hoy. Recordemos que la política monetaria y el papel del Banco Central fue una de las polémicas más distintivas de la disputa electoral (en duros embates con los rivales Marina Silva y Aécio Neves) y que Dilma Rousseff, en su primer mandato, había impulsado una reducción significativa de las tasas de interés. Las ganancias de los bancos, ya extremadamente altas, se dispararon: las principales instituciones privadas (Itaú, Bradesco y Santander) ganaron 12.000 millones de reales (3.300 millones de dólares) en el último trimestre, cifra casi 18% mayor que el año anterior[1]. Todo ello, sumado a un ajuste fiscal violento y que lanzó a la economía a una espiral recesiva. Dos errores de Dilma: la necesidad de ajuste fue negada vehementemente durante la campaña y al ser ejecutado pareció olvidar el patrón básico de izquierda: hacer que los ricos paguen más, especialmente en un país de extrema injusticia tributaria, donde, por ejemplo, no se cobra impuestos de renta para personas físicas por los ingresos recibidos de lucros y dividendos de las empresas de las cuales son dueños o socios. Un universo de poco más de 70.000 personas que han ganado, en 2013, unos 55.000 millones de dólares que no son sometidos a tributación (desde 1995 cuando esa tasa fue extinta en el primer año del Gobierno Cardoso)[2]. Brasil vive ahora una situación de creciente desempleo conjugado con varios aumentos de las tarifas de servicios públicos, una alta inflación de alimentos, una disminución del ingreso real de los trabajadores y la desaceleración de la redistribución progresiva de la renta que había marcado los años anteriores de los gobiernos del PT.
Las clases populares –base social del lulismo[3]– reaccionaron y la popularidad de Dilma se desplomó y hoy es bajísima en todos los sectores de la población brasileña, independientemente de la región, edad o nivel de ingresos. Eso afecta incluso al Norte y Nordeste (un bastión lulista donde hoy el apoyo a la presidenta se derrumbó al 10%) y los que ganan hasta dos salarios mínimos (entre quienes el apoyo a la Jefa del Estado alcanza proporciones similares). Ambos grupos eran considerados como un tipo de “reserva de popularidad” para el gobierno petista[4]. Como es evidente, cualquier mandatario en un país democrático con un dígito de opiniones positivas se vuelve extremadamente frágil. Si al final del segundo gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva, nueve de cada diez brasileños aprobaba su gestión, hoy se manifiesta un fenómeno inverso: solamente uno de cada diez confía en su sucesora en el Planalto.
Eso lleva a serias dificultades de gobernabilidad y a situaciones de inestabilidad política. Las alianzas congresales hacen agua. Partidos “aliados” que cuentan con ministerios votan contra el gobierno en el Parlamento. La articulación política fue entregada al vicepresidente Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que acaba de abandonar esa tarea. El PMDB es al mismo tiempo el principal aliado del PT a nivel federal y casi un partido opositor. Se trata de un partido sin programa claro pero llave para conseguir mayorías gubernamentales desde la redemocratización y desde hace mucho tiempo opera como un bloqueo para cambios progresistas. En ese sentido, el pemedebismo sería el “la verdadera fuerza hegemónica de la política [institucional] brasileña”[5]. El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha –también del PMDB–, rompió con el Poder Ejecutivo después de ser acusado en la justicia de haber recibido millonarios sobornos en el marco del escándalo de corrupción que involucra al gigante Petrobras y la operación de la Policía Federal llamada Lava Jato. El titular del Senado, Renan Calheiros, –del mismo partido– amenazó con seguirlo. Pero luego cambió de rumbo y propuso un apoyo parlamentario al gobierno a cambio de una «Agenda Brasil» cuyos objetivos serían mejorar el ambiente de los negocios y la infraestructura, el equilibrio fiscal y la protección social[6]. Sin embargo, se trata sobre todo de viejas propuestas de reducción de derechos, sea de los pueblos indígenas o de los trabajadores, retrocesos en las políticas ambientales, privatizaciones y ataque al sistema público de salud o al Mercado Común del Sur (Mercosur) (esos dos últimos puntos fueran posteriormente retirados)[7]. Esa agenda fue acogida por la Presidenta en un momento de particular fragilidad, pero queda en abierto en que medida y intensidad ella será aprobada en el Congreso e implementada por el Ejecutivo.
Además, el principal partido de la oposición –el Partido da la socialdemocracia brasileña (PSDB, centroderecha)- llegó a pedir elecciones anticipadas, un recurso no previsto en la Constitución, antes de sugerir la renuncia de Dilma. Varios analistas decretaron incluso el fin del gobierno de Dilma. Otros hablan de una posible renuncia. El 16 de agosto se organizó el tercer domingo de multitudinarias manifestaciones con centenas de miles de personas del año en todo el país, después del 15 de marzo y 12 de abril. Esos actos, que reclaman la salida de Dilma y el combate a la corrupción, están compuestos en su mayoría por sectores sociales altos, blancos y de edad media o avanzada, lo que cambia significativamente la composición de las grandes protestas de 2013. Concentran también electores de la derecha, pero es un fenómeno más diverso que una simples caricatura que algunos sectores progresistas hacen acerca de un tipo de “tradicional fascismo” de las capas altas brasileñas. Hay, por supuesto, mucho de eso en la total ausencia de protesta a cerca de los asesinatos de 19 personas cerca de San Pablo, en el odio y “anti-comunismo”, en los selfiescon policiales de “gatillo fácil”[8]y en el hecho de que la personalidad más popular de esas manifestaciones sea el diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro (junto con el juez Sergio Moro, responsable por las investigaciones de la Lava Jato). Esa misma encuesta indica el (previsible) profundo rechazo hacia el PT, pero también al PMDB (incluso al opositor Cunha) y hasta incluso, en parte, al PSDB (que por la primera vez se sumó a la convocatoria de la mobilización). ¿Cómo caracterizar a esa derecha que vuelve a la calle por primera vez desde el golpe de 1964?, ¿se trataría de una nueva derecha? Existen señales contradictorios en la medida en que quienes convocan esos actos asumen un discurso ultraliberal al estilo estadounidense – “Menos Marx, más Mises”[9] – o en contra el sistema público de salud, pero al mismo tiempo una mayoría de los presentes en San Pablo dice defender los derechos de educación, salud y transporte públicos[10].
La ya mencionada operación Lava Jato y su investigación de corrupción a cerca de las operaciones de Petrobras –solamente posible por la inédita autonomía dada por los gobiernos del PT a la Policía Federal, al Ministerio Público y a la Procuraduría General de la República– ha causado un terremoto en la casta política y, sobre todo, económica. Se trata todavía de una investigación en curso pero que revela aún más los vínculos explícitos y espurios entre los mundos político y económico (podríamos recordar la fortísima concentración de pocos donadores de campaña en el financiamiento electoral[11]). A pesar de los clamores constantes por una reforma política (incluyendo al financiamiento público de las campañas y la prohibición del privado), sea en el programa electoral vencedor en 2002, después del escándalo conocido como “mensalão” en 2005 o tras las protestas de junio de 2013, el PT utilizó masivamente ese condenado financiamiento privado, tanto para las elecciones cuanto para el día-a-día del funcionamiento partidario. Eso provocó que se esfumara el “capital moral” del PT respecto del sistema político corrupto predominante en Brasil. El partido tampoco ha dado una real explicación de su involucramiento en esos casos de corrupción a sus militantes, simpatizantes y electores.
Todo esto pasó cuando el país vivía su boom económico, de redistribución “material” y “simbólica” de poder, pero ahora, dado el reflujo generalizado en la economía, el humor social ha cambiado. Muchos brasileños y brasileñas tal vez deseen una menor distancia entre retórica y práctica; eso explicaría el la inusual acogida a Pepe Mujica en su visita a Brasil en esos días de fines de agosto, al que la BBC comparó como una “estrella de rock”, recibida por miles de jóvenes entusiastas con su figura de “presidente más pobre del mundo”[12]. Mujica, el materialmente pobre-espiritualmente rico, es efectivamente una figura pop, y en Brasil se entronca con el malestar generalizado acerca de las extendidas redes de corrupción. Su transformación en personaje global, así como ocurrió con el del Papa Francisco, atestiguan la fuerza de ese ethos de “simplicidad transformadora”.
Hoy la prisión del empresario Marcelo Odebrecht, entre otros, constituye un fuerte símbolo en un país donde hasta hace poco «los ricos no iban a la cárcel». La Organización Odebrecht es un gigante brasileño con presencia global (en más de veinte países), que actúa en sectores como construcción, ingeniería o energía. Si la profunda depuración de la corrupción y el castigo de los infractores es una gran conquista democrática, esta operación no deja de levantar polémicas, especialmente respecto de ciertos atropellos jurídicos, de su selectividad política, de las cuestiones geopolíticas que implica (porque uno de los blancos de espionaje de la Agencia se Seguridad estadounidense fue Petrobras y por el papel considerable de Odebrecht en la nueva política externa y en la política de defensa) y de los engranajes corruptos de las economías capitalistas.
El tema omnipresente del momento son los posibles golpes o el impedimento a un mandato presidencial que solo lleva un poco más de un semestre. Los riesgos de un golpe (más o menos “blando”) no pueden ser descartados y muchos sectores conspiran permanente y abiertamente. No obstante, en una posición solo en apariencia sorpresiva, sectores poderosos de la gran burguesía, como las Federaciones de las Industrias de Río (FIRJAN) y de San Pablo (FIESP), el presidente de Bradesco, Luiz Carlos Trabuco, o del banco Itaú, Roberto Setúbal, tomaron posición recientemente en favor de la gobernabilidad frente a los grupos radicalizados. En un artículo publicado el 6 de agosto la FIESP y la FIRJAN señalaran que «el momento es de responsabilidad, diálogo y acción para preservar la estabilidad institucional del Brasil»[13]. El conglomerado Globo (tanto el canal de televisión como el periódico) también se posicionaron en ese mismo sentido al día siguiente. ¿Que pasó? Todo indica que el  “gran capital” no quiso abrir la puerta al riesgo de sumar una cuarta crisis (institucional) a las tres en curso, eso es la económica (recesión), política (falta casi total de representatividad del Congreso y de los políticos en general para la gran mayoría de la población, lo que se refuerza con el debilitamiento del PT, único partido brasileño en un sentido fuerte) y social (enormes demandas y al debilitamiento del modelo lulista de redistribución)[14]. No hay hoy tampoco un liderazgo en Brasil capaz de representar las fuerzas de la oposición y los sentimientos difusos de descontento.
Mirando al otro lado, a pesar de que el gobierno sea «indefendible» (además de los puntos mencionados más arriba, en medio de esta complicada coyuntura logró enviar y aprobar un proyecto de Ley «antiterrorista», que como lo muestra la experiencia siempre se vuelve en contra los movimientos sociales en algún momento[15]), una parte importante –diríamos, incluso, mayoritaria– de la izquierda quiere sostenerlo. Con ese fin fue organizada una contundente marcha el 20 de agosto en defensa de la democracia, contra la ofensiva de la derecha, pero también en oposición al ajuste fiscal y por una “salida popular” a la crisis[16].
Sin embargo, el “golpe” ya fue consumado: el programa de Rousseff para su reelección fue abandonado. En este contexto de extrema fragilidad, sin cambios de rumbo (sobre todo de la política económica) parece difícil imaginar cómo puede terminar este gobierno, cómo llegará a su término previsto para 2018. En medio de tales tensiones, en junio de este año se realizó el Vº Congreso del PT. ¿Qué ocurrió allí? Nada. ¿Temor de arriesgarse a los cambios?, ¿incapacidad para hacerlos?, ¿falta de voluntad?, ¿espera por una calma (que no parece llegar), una economía revigorizada después del «ajuste» y la vuelta de Lula en 2018? A pesar de todas las adversidades, Lula mantiene cierta popularidad y hoy tendría chances razonables de vencer en 2018[17]. Mientras tanto, la receta lulista (beneficios para “los de abajo” sin confrontar a “los de arriba”), que trajo muchas conquistas al país, fue sepultada por las circunstancias y difícilmente vencerá la continuidad de ese «plan», en el sentido de un renovado combate a las desigualdades. El auge del lulismo ya pasó; podríamos situarlo en el período, en aquellos momentos del increíble acuerdo con Irán y Turquía, de la victoria del Brasil para ser sede de la Copa del Mundo y de las Olimpíadas, de un Brasil que se encontraba consigo mismo, capaz de distribuir ganancias, comenzar a reparar deudas sociales y raciales, fomentar revoluciones simbólicas y construir una nueva inserción internacional.
En junio de 2013 –en el marco de la ola de protestas iniciada por el aumento del transporte público, que desató junto un cúmulo de reivindicaciones– se selló el fin de ese proceso. La popularidad de Dilma, entonces bastante alta, se desplomó (del 57% al 30%) y nunca se recuperó totalmente (solamente, y en parte, aumentó durante las elecciones). Lo mismo ocurrió con el alcalde del PT de San Pablo, Fernando Haddad, cuyo porcentaje de opiniones favorables se diluyó del 34% al 18% en tres semanas. Por eso tantos sectores del PT -que podríamos llamar conservadores- «maldicen» Junio. No comprenden cómo aquel Junio disruptivo representó un acontecimiento que podía cambiar la correlación de fuerzas a partir del deseo expresado de priorizar los servicios públicos, el derecho a la ciudad y lo común en detrimento de lo privado o puramente estatal. La conexión PT-Junio falló, dejando un esbozo de lo que podría haberse multiplicado a partir de los tímidos pero importantes ejemplos del Programa más Médicos (que en dos años logró a atender 63 millones de brasileños, gracias sobretodo a los médicos cubanos, en municipios y en las periferias donde no habían médicos) y del 10% de los royalties del presal para la educación. Este punto nos llama a una reflexión a cerca de la «organización política» de la izquierda, a partir de una nueva generación y también nuevos problemas.
Ciclos
La película Que horas ela volta? de Anna Muylaert nos muestra los “pequeños movimientos tectónicos [que] sacuden la estructura de clases de la sociedad brasileña”[18]. En la historia, Jéssica llega de Pernambuco hasta San Pablo para intentar ingresar en la universidad, después de diez años sin encontrar su madre, Val, que es trabajadora doméstica y sometida a sus patrones (duerme en un cuartito de la enorme casa, está todo el tiempo disponible, es considerada “de la familia”…). Ahí se desploma el enredo, ya que Jéssica, venida de otra realidad (política) no puede encontrar “su lugar” en ese ambiente, cuestiona a las leyes no escritas de un Brasil todavía marcado por la esclavitud y las actitudes de su mamá. Jéssica rechaza repetir la trayectoria de Val y quiere formarse como arquitecta en una prestigiosa universidad. Como dijo la directora, “Jéssica no respecta las reglas separatistas porque ella no las reconoce y se mira en otro lugar. Todo eso tiene que ver con un nuevo Brasil, que es el Brasil post-Lula”. Hace quince años, hubiera seguido otro rumbo, como la propia directora lo pensó; “yo mismo estaba colocando la hija de la empleada en el mismo lugar (al final del primer guión, como su madre Val, Jéssica se volvía niñera) (…) Para salir de esa maldición, sacar la camera del salón y colocarla en la cocina, fue necesario un cambio personal como artista y, también, ese cambio del país”[19]. Esa mirada desde la cocina es una de las muchísimos señales de un país que cambió, incluso Jéssica transformando a Val, su mamá, la oferencendo otra perspectiva, la de la desobediencia. Nueva generación.
¿Cómo pensar la revolución simbólica lulista, la irrupción de Junio y la entrada en escena de una nueva generación y sus colectivos, y la posibilidad de que esa energía desemboque en un proyecto político más “organizado”? Este también es un centro neurálgico. La cuestión se encuentra justamente en escapar de la trampa de la representación-síntesis, como si hubiera un lugar capaz de unificar esas energías de resistencia. En España, Podemos no representa al 15-M, “porque éste es políticamente irrepresentable”, como suele afirmar Iñigo Errejón[20]. Sin embargo, sin el 15-M Podemos tampoco sería posible, así como no sería posible pensar un nuevo activismo político y la crisis del desarrollismo sin el Junio brasileño.
Una especificidad determinante del proceso brasileño en las últimas décadas fue la existencia de entidades “englobadoras” que, en parte, consiguieron articular las diferencias: un partido-red (PT); una central sindical que incluía oposiciones a la estructura sindical oficial y organización desde las bases; movimientos campesinos, negros y feministas fuertes; movilización de los barrios, politización de la vida cotidiana a partir, por ejemplo, de la lucha contra la carestía; un gobierno nacional oriundo de un ciclo de luchas desde abajo. Pero el desplazamiento de las instituciones hacia las calles –¿sorprendentemente?- golpeó al PT, que parece más un obstáculo que un vector para profundizar los cambios para los cuales el partido fue un actor clave. Y las fuertes articulaciones se mostraron como demasiado “tradicionales” en el post-Junio, al no lograr abrir un verdadero diálogo con los múltiples nuevos sectores, aquellos que hoy se hacen y son hechos por deseos de libertad, nuevos derechos, y que producen modos de existencia desafiantes a un proyecto monocultural cuyo sentido es hoy completamente hueco y estéril.
¿Cuáles serían nuestros próximos “veinte centavos”, el desencadenante inmediato (junto con la violencia policial) de las protestas de Junio de 2013? El Movimiento Pase Libre (MPL) mostró “una notable combinación de valorización de proceso y orientación a resultados”[21]. Junio y sus hechos notables, como bajar los pasajes, reposicionar el debate sobre los servicios públicos, el derecho a la ciudad y la crítica a la representación corrupta. Sin embargo, todavía no conseguimos, a partir de la lucha contra un molinete (de los ómnibus) desdoblarla con el cuestionamiento y subversión de los muchos molinetes (policía, comunicación, agua, economía…). Nos parece, sin embargo, que los caminos esten abiertos para pensar-hacer el proyecto de radicalización democrática a partir de la gestión colectiva de los bienes comunes (de bibliotecas, software, presupuestos, basura a medios de transporte, huertas comunitarias, agroecología), en las luchas contra las barreras que marcan los cuerpos que pueden ser matados y los que no pueden ser matados, actualizadas por la violencia policial contra la juventud negra todos los días.
Hablamos tanto de las protestas de los movimientos sociales cuanto las mayoritariamente de los sectores medios y altos contra el gobierno y el PT. En ese contexto, cortando ese polo en una línea transversal están Junio y sus continuidades descontinuas. Como la ha colocado el historiador Lincoln Secco, “la apuesta es que después de junio vivimos un nuevo ciclo político”. Así, “en el subterráneo de la política, hay un espirito vibrante, todavía sin un cuerpo social. Como un espectro que nos ronda”[22]. Nuestros desafíos presentes exigen espacios políticos de conexión de las luchas. Es necesario hacer del grito desencantador materia prima para construir nuestras tecnologías políticas y sociales de pertenencia. ¿De qué forma estamos atados y cómo vamos a producir los vínculos necesarios para sentirnos comprometidos con un proyecto común?
Estas reflexiones pueden quizá ayudarnos a escapar de la “ley de hierro de las oligarquías partidarias”[23] y de la “tiranía de las organizaciones sin estructura”[24]. No se trata de una cuestión únicamente brasileña, pero que habla respecto del actual ciclo de las revueltas globales, esta fantástica irrupción, de Túnez a Bahrein, de España a Nueva York, de Kobane y México a Turquía y Nigeria. Todos esos procesos son ineludibles en el sentido de que producen no sólo experiencias sino también reflexiones actualizadas sobre los lazos entre “revuelta” y “organización”, “espontaneidad” y “día a día”, “horizontalidad” y “estructura”. No podemos hacer de estos pares un conjunto de opciones infernales: pensamos que el centro neurálgico de las transformaciones hoy habita esa tensión permanente entre la energía del movimiento y el salto político de la organización. Es justamente el mantenimiento de esa tensión productiva lo que nos posibilitará pensar en horizontalidades estructuradas, organizaciones descentralizadas, en suma, poder distribuido y desplazamientos de la fuerza del Estado para la potencia de lo común. Es necesario no domesticar esa tensión, experimentar esa cohabitación y hacer de ella la energía para la producción de otras ecologías políticas.
Comprender los cambios, menos como proyectos de crecimiento progresivo institucional y más en la acción de “romper la camisa de fuerza de la política institucional” vía movilización popular, en vez de “proponer demandas todavía más ‘realistas’, es decir, menos visionarias, menos relacionadas con principios”[25]. Una nueva sensibilidad estética-política está en curso[26] y pone la “la necesidad de un cuidado de conexiones (…), de los lazos que ligan movimientos de tipos diferentes, organizados a partir de intereses y problemas diversos”[27]. ¿Cómo articular las diferentes luchas, cómo conectar los puntos de resistencia de clase y feminismos, antirracismos y LGBT? Hacer funcionar estas luchas en conexiones vinculantes: plataformas colaborativas, acciones en las redes y calles, hacer de las diferencias posibilidades de influencias mutuas. Necesitamos conectores. Y un nuevo vocabulario político.
Es bueno tener el “Frente Brasil Popular” que une a la izquierda organizada, pero tal vez sea más potente caminar para una Federación de luchas (¡viva Proudhon!). No tanto el “trabajo de base” en el sentido de una transmisión verticalizada y a veces sin muchas experimentaciones entre los lugares de experiencia y habla, y más plataformas de colaboración, creación colectiva, inversiones en la producción de relaciones. Hacer red, como apoyo mutuo (¡viva Kropotkin!). Ganar la población, ser “populista” en este sentido fuerte, patear el tablero, contaminarnos de la misma sustancia. La nueva tarea política requiere la voluntad de asumir riesgos. Para entender el deseo de un nuevo Brasil debe se estar abierto a nuevas subjetividades políticas, caminando con ellas, aún que sea en la dirección de un lugar que nadie sabe todavía lo que es. En Brasil, fueran ganados tres importantes macro-debates en las últimas décadas: democracia (fin de la dictadura), combate a las desigualdades (elección de Lula), distribución política (Junio). Ahora llega el desafío, en ese contexto de crisis, de profundizar y re-elaborar esas tres victorias, creando colectivamente, imaginarios y prácticas que entusiasmen Jéssica y Val. Para animar (o retomar) la fiesta.


[1]             ALINE BRONZATI, FERNANDA GUIMARÃES, CYNTHIA DECLOEDT. Juntos, Bradesco, Santander e Itaú lucram R$ 12 bi no trimestre.  O Estado de São Paulo, 4/8/2015. http://economia.estadao.com.br/noticias/geral,juntos–bradesco–santander-e-itau-lucram-r-12-bi-no-trimestre,1738200
[2]             André Barocal. Uma fortuna de 200 bilhões protegida do IR da pessoa física. CartaCapital, 10/8/15. http://www.cartacapital.com.br/economia/uma-fortuna-de-200-bi-protegida-do-ir-da-pessoa-fisica-3 229.html
[3]             SINGER, André. Os Sentidos do Lulismo: reforma gradual e pacto conservador. São Paulo, Cia das Letras, 2012.
[4]             8% aprovam e 71% reprovam governo Dilma, diz Datafolha. G1, 6/8/15. http://g1.globo.com/politica/noticia/2015/08/71-reprovam-governo-dilma-diz-datafolha.html
[5]             Marcos Nobre. O fim da polarização. Revista Piauí, n 51, dezembro de 2014. http://revistapiaui.estadao.com.br/edicao-51/ensaio/o-fim-da-polarizacao
[6]             Agência Senado. A ‘Agenda Brasil’, sugerida por Renan Calheiros. 10/8/15 http://www12.senado.leg.br/noticias/materias/2015/08/10/a-agenda-brasil-sugerida-por-renan-calheiros
[7]             Grazielle David e Alessandra Cardoso. A (des) Agenda Brasil desmonta o Estado e retira direitos dos brasileiros. INESC, 12/8/15. http://www.inesc.org.br/noticias/noticias-do-inesc/2015/agosto/a-des-agenda-brasil-governabilidade-se-constroi-com-transparencia-e-participacao-social
[8]             Eliane Brum. Quando a periferia será o lugar certo, na hora certa?. El Pais, 19/8/15.
[9]             Por el economista austríaco Ludwig von Mises, ideólogo de la escuela austriaca y ferviente defensor de la libertad de mercado.
[10]            Marina Rossi. Perfil de quem foi à Paulista destoa de lideranças e não poupa ninguém. El Pais, 18/8/15. http://brasil.elpais.com/brasil/2015/08/18/politica/1439928655_412897.html
[11]            JOSÉ ROBERTO DE TOLEDO, LUCAS DE ABREU MAIA E RODRIGO BURGARELLI. As 10 empresas que mais doaram em 2014 ajudam a eleger 70% da Câmara. O Estado de São Paulo, 8/11/14. http://politica.estadao.com.br/noticias/geral,as-10-empresas-que-mais-doaram-em-2014-ajudam-a-eleger-70-da-camara,1589802
[12]            V. “Pepe Mujica como ‘estrella de rock’”, en BBC en español, 28/8/2015. Disponible en http://www.bbc.com/mundo/video_fotos/2015/08/150828_fotos_mujica_estrella_brasil_aw
[13]            «Nota oficial – FIRJAN e FIESP em prol da governabilidade do país», disponible en http://www.fiesp.com.br/noticias/nota-oficial-firjan-e-fiesp-em-prol-da-governabilidade-do-pais/
[14]            João Pedro Stedile. “Faz 20 anos que a esquerda só pensa em eleição”. Sul21, 24/8/15. http://www.sul21.com.br/jornal/faz-20-anos-que-a-esquerda-so-pensa-em-eleicao/
[15]            Patrícia Dichtchekenian. Projeto de lei antiterrorismo na Câmara ameaça direito de protesto e movimentos sociais. OperaMundi, 11/8/15. http://operamundi.uol.com.br/conteudo/noticias/41295/projeto+de+lei+antiterrorismo+na+camara+ameaca+direito+de+protesto+e+movimentos+sociais.shtml
[16]            MTST. TOMAR AS RUAS POR DIREITOS, LIBERDADE E DEMOCRACIA! CONTRA A DIREITA E O AJUSTE FISCAL. 11/8/15 http://www.mtst.org/index.php/noticias-do-site/1252-tomar-as-ruas-por-direitos-liberdade-e-democracia-contra-a-direita-e-o-ajuste-fiscal-2
[17]             Coimbra: «O lulismo, ontem e hoje», en Carta Capital, 28/7/2015.
[18]            Luiz Zanin. Gramado 2015. Que Horas Ela Volta? e as panelas que batem. http://cultura.estadao.com.br/blogs/luiz-zanin/gramado-2015-que-horas-ela-volta/
[19]            Marcelo Pinheiro. Retrato de um País em transformação. http://brasileiros.com.br/2015/08/retrato-de-um-pais-em-transformacao/
[20]            Verónica Gago, Diego Sztulwark y Diego Picotto. El intelectual orgánico y el cartógrafo: ¿ o cómo discutimos el impasse de lo político radical en un frente común contra el neoliberalismo?   http://anarquiacoronada.blogspot.com.br/2014/09/el-intelectual-organico-y-el-cartografo.html
[21]            Pablo Ortellado «Os protestos de junho entre processo e resultado”. En: Elena Jusdensnaider et. al. Vinte Centavos. São Paulo, Veneta, 2013, p. 237.
[22]            Lincoln Secco. O trabalho de base. http://blogdaboitempo.com.br/2015/04/03/o-trabalho-de-base/
[23]            Robert Michels. Para uma sociologia dos partidos políticos na democracia moderna. Lisboa : Antígona, 2001 [1925]
[26]            José Celso Martinez Corrêa, Balbucio grávido de arte política. http://www.universidadeantropofaga.org/#!z–celso/m2u22
[27]            Tatiana Roque. Os novos movimentos se constituem a partir de diagramas (e não de programas)…  http://www.revistadr.com.br/#!dossie-sub1/c1z4q

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