Fernandización de Cristina, ¿cualquierización del liderazgo? // Agustín J. Valle

Uno de los asuntos a pensar. Recuerdo que León Rozitchner decía algo así como que la potencia movilizada de la clase trabajadora argentina había encontrado en Perón un vehículo y también un límite, un Padre Militar en cuyo cuerpo «oficial» se aglutina -fetichiza- la fuerza transformadora que en rigor es multitudinal, entregando las capacidades propiamente políticas, es decir de creación de posibles y modos de organización del lazo y la producción social, bajo la alegría material  -“desensoñada”- del aumento del consumo y las condiciones materiales de vida; pero que ese vínculo era superado por el dúo Kirchner, pareja hombre y mujer en igualdad profesional, que vino a decirle al gran Fierro del Estado (ese “saber ordenar de última instancia” que ahora vinieron a ejercer los CEOS) “no les tenemos miedo”, y que “somos los hijos de las Madres de Plaza de Mayo”: se abría la capacidad de vehiculizar deseos emancipadores sin castrar al sujeto popular colectivo. Después, el liderazgo devino jefatura idolatrada, los militantes soldados, los trabajadores que osaban luchar, “energúmenos” Berni), y la movilización social, que había abierto el espacio de impugnación anti-neoliberal, fue condenada (“no necesitamos más patrullas perdidas de 2001”), en una dinámica que amerita un “etcétera” y que, fustigando los agites desautorizados, hiperideologizando la propia tropa, y crispando discursivamente a los sectores más rancios, le hizo el juego a la derecha.

Y lo que pasa ahora es interesantísimo y abierto: la decisión de Cristina, de correrse, pero no demasiado, habilita un pluriliderazgo, o mejor, una suerte de espacio de liderazgo flotante, donde Alberto Fernández no se presenta como un mero monigote. Por decisión de Cristina, Cristina no concentra sola el mando, y el espectro social y la banda animosa que se encolumna(ba) detrás de ella, ahora puede prescindir -al menos en parte- de su figura consagrada. La energía multitudinal que tanto cristalizaba en la jefa, muestra capacidad de fluir (quizá esto se gestaba ya desde el 9 de diciembre de 2015 cuando nació el cantito “vamos a volver”, de sujeto plural abierto, como me señaló entonces Rubén Mira).

Hay otros problemas por supuesto para analizar pero esta posibilidad de que los deseos, por decirlo mal y pronto, de que la cosa pública se piense al menos con alguna dosis de criterio local (y no solo desde lo que el gato vil llama “el Mundo”), los deseos de resistencia a la pura razón financiera, no requieran una figura totémica cristalizada, que el liderazgo pueda recaer en cualquiera, es una novedad no menor de la hora. Los efectos son incluso de renominación de la propia Cristina, tan llamada ka ka ka, ahora con Alberto vuelve a ser Fernández.

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