Carolina Unrein tiene 19 años y es trans. Nació en Neuquén, creció en Entre Ríos y vino a Buenos Aires a intentar formar su carrera como actriz. Como previa a la Marcha Plurinacional contra los travesticidios y transfemicidios escribió este manifiesto furioso sobre el hartazgo hacia una sociedad hipócrita que lxs usa, lxs golpea, lxs viola y lxs mata.
“Su carita me pone al palanque pero mal”, comentó 8ZPNADB en una selfie que había subido a mi perfil de Instagram en un thread de una red social de foros anónimos. “Uff, tetitas hormonadas para tirarle leche encima”, dijo N32NR70. TQA3EFH agregó que quería “jugar al fútbol con este pibe” en una captura de imagen de un video mío que subí a mi canal de YouTube, de una toma en la que estoy en la ducha sangrando por la concha.
Mi nombre es Carolina Unrein y tengo 19 años. Nací en Neuquén, crecí en Entre Ríos, hoy vivo en la Ciudad de Buenos Aires. Soy una joven trans.
Me mudé a Capital en febrero de este año con la intención de construir una carrera de actriz. Durante mi adolescencia, conocí el trabajo de actrices trans y travestis como Camila Sosa Villada y Laverne Cox. Quería ser actriz porque quería ser para otras pibas lo que ellas dos fueron para mí. Y también quería ser un ejemplo más de que se puede ser artista y trans, actriz y trans, modelo y trans, lo que vos quieras y trans o no trans. Pero ¿se puede?
Mudarme acá también fue chocarme con la industria del cine y el mundo del teatro en el que todo el tiempo se estrenan melodramáticas y trágicas historias sobre las pobres y desoladoras vidas de las personas trans, con violencia. Y con violencia observar cómo pocos o ninguno de esos roles los interpreta alguien trans.
¿Quién les va a dar de comer a las travas que viven en la calle? ¿Y a las trans aspirantes a actrices? ¿Qué tan poca cara tenés que tener para decirles, mirándolas a los ojos, que no dan para el papel mientras se lo das a tu amigo chongo-cis?
No hay un problema inherente en que personas cis interpreten roles trans: el problema está en la hipocresía de hacer una película o una obra “bregando por el colectivo”. Lucrar, hacer llorar a todo el mundo, lograr que los críticos te chupen la pija, y no castear jamás a ninguna persona del colectivo en tus producciones, ni para interpretar roles trans, ni para interpretar roles cis. ¿En qué quedamos?
La población trans está destinada a la prostitución como consecuencia de un mundo que la excluye del sistema laboral, del sistema de educación y el de salud.
Tengo 19 años y viví un montón de vida más de la que debí haber vivido. Y estoy harta. Harta de sus películas de mierda de adolescentes obsesionadas con sus penes, de sus escenas estereotípicas de la trans poniéndose el labial frente al espejo, de travitas frágiles y delicadas. Harta de su perverso morbo escondido en una inocente curiosidad, harta de que sigamos siendo nosotras las deseadas en secreto y asesinadas en público.
Estoy harta de este mundo que me negó el amor que no se le niega de la misma manera a las niñas cis y me obligó a encontrarme a mí misma en la situación de tener que mendigarlo a chabones 10 años más grandes que yo. Porque el mismo mundo que me llevó a mí recurrir a eso, es el que les enseñó a los pibes de mi edad que salir con alguien como yo era alto quemo.
Yo, la pibe del lindo culito; yo, la sobreviviente de abuso sexual; yo, la desorden alimenticio, la ansiosa, la sola; yo, la puto, la marica, la trava; yo, Carolina Unrein, me declaro harta de este mundo de terror y del espanto, de este mundo sin oportunidades, harta de este mundo de mierda que registra que se lleva una de nosotras cada 96 horas (y andá a saber cuántas más se lleva sin anotar). Harta de todos ustedes que no se les mueve un bendito pelo con el sonido de las sílabas chocando los nombres Marcela Chocobar o Diana Sacayán. Estoy harta, creciendo harta en esta vorágine de mierda violenta que este mundo nos dejó.
¿Y saben qué más tengo para decir?
Que quiero que se hagan cargo.
Que exijo que se hagan cargo.
Háganse cargo.
Háganse cargo de mis abusadores, háganse cargo de las muertas, háganse cargo de las niñas travestis violadas todos los días, háganse cargo. Quiero que se hagan cargo presidentes, profesores, actores, gestores culturales, arquitectos, médicos, y todo el sistema policial y sus amigos de todas las trans y las travestis muertas y violadas en comisarías. Háganse cargo.
Háganse cargo de que no saben cómo atendernos en un hospital, de que no les importan nuestras necesidades. Háganse cargo de las corrientes biologicistas y patologizantes de la medicina que ustedes gestaron, ayudaron a gestar y mantienen y con las que educan y que nos quieren corregir.
Háganse cargo de habernos perseguido por no haber sido lo que ustedes querían que seamos. Háganse cargo de este genocidio trans que vienen llevando y sosteniendo y queriendo ocultar durante cuánto tiempo ya. Háganse cargo de habernos mutilado, abusado y ultrajado desde tantos planos y formas posibles que ya no tiene sentido seguir contando. Háganse cargo.
Pídannos perdón a nosotras, las trans jóvenes, por haber hecho oídos sordos a los gritos de agonía de mis tías travas, por condenarlas a la clandestinidad, por arrojarlas al calabozo, por haberlas desaparecido y llevarse con ellas inagotable conocimiento empírico y brillantez travesti con la que ustedes jamás habrían podido competir.
Háganse cargo de las travas viejas y de sus manejos de mierda, sus problemas de confianza, sus consumos problemáticos, su desprecio a las trans más jóvenes… porque es culpa de ustedes y nada más que de ustedes que me miren con recelo mis propias hermanas porque son ustedes quienes les hicieron creer que si le va bien a una no le va bien a dos.
Háganse cargo de la enfermedad silenciosa de las personas trans: la soledad. Háganse cargo de la soga, del salto por el precipicio. Háganse cargo ustedes del chongo que nos mata, que buscamos y al que nos aferramos porque nos dio el amor y el sentimiento de deseo que ustedes nos negaron.
Quiero que hoy hagan lo imposible para ir a la Marcha Plurinacional contra los travesticidios y transfemicidios para que pidan un poco de perdón al menos por este mundo que construyeron (o destruyeron) y que nos dejaron a las nuevas.
Y preguntensé ustedes qué pueden hacer para que haya un cambio en la sociedad o qué hace falta cambiar o qué políticas hacen falta implementar. O elijan cualquiera de todas esas preguntas de mierda que nos hacen para que nosotras arreglemos o les tiremos ideas para resolver los problemas que ustedes causaron. Porque nosotras ya estamos hartas.
Carolina es escritora y actriz trans. Autora de “Pendeja. Diario de una adolescente trans” (Las Juanas Editoras-Chirimbote, 2019)
La vida es una tragedia podemos ver a través de los dramaturgos griegos , Shakespeare y tantos otros , La felicidad es solo una limosna para el mendigo , se contenta al recibirla , pero al rato sabe que indefectiblemente lo espera la soledad , la angustia y la muerte . La felicidad es un sentimiento frío que nos hace insensibles a los padecimientos ajenos .Schopenhauer decía que sólo la tristeza era vitalidad , podemos mirar como víctimas la injusticia , o ser conscientes de la crueldad , desprecio de los humanos . Todo depende del lente con el que se lo quiera ver .
Hernán Guernica. Minist. De Educación??
No puedo creer, que a esta altura de la vida y como a evolucionado el mundo en todo sentido, sigan discriminando a las personas que nacieron en un cuerpo equivocado, tanto como para el niño o la niña. Dejense de joder…vivean y dejen vivir a cada uno como se le canten los ovarios o pelota, ok