Mientras quede un hombre y una sola mujer, existirá la Comuna, porque los grandes principios son inmortales y ellos, sin ayuda exótica, logran hacerse paso, matar a la mentira y brillar en el espacio como un sol de perenne verdad. La Comuna vive en Francia como en México, en los Estados Unidos como en Alemania, en China como en Arabia; pero es preciso que nos reunamos los hombres de buena voluntad para trabajar por la consolidación de nuestros principios, para que se levante un nuevo Koszciusko para la emancipación de Polonia, un Kosuth para la libertad de Hungría, un Garibaldi para Italia, un Bakunin para el mundo; un gran hombre para cada ideal, para borrar las fronteras entre los pueblos, para demoler los tronos y los gobiernos, para cambiar en ósculos de paz las frases de odio; para sustituir la tea por la antorcha para reemplazar el retronar de los cañones con un himno grandioso, eterno, por haber obtenido una nación única, el mundo: una religión única, el trabajo; un dios único, la libertad.[14]
La Comuna ha estallado en América… Una simple huelga de operarios de ferrocarril ha sido el germen que ha desarrollado la Comuna en el Erie. Siempre los grandes incendios tienen por principio una chispa que, por acaso al parecer, cae siempre como un combustible o penetra dentro de un almacén de pólvora cuya explosión hace horribles estragos. … El pasado está en el presente, como éste se halla todo en el porvenir. Mirar con atención y deducir lógicamente los acontecimientos de nuestra época, es ver lo futuro con anticipación. Así pues, creemos, según la ley infalible de la analogía, que la Comuna, extinguida aunque aparentemente en París, germinando en toda Europa y transmigrando a los Estados Unidos de América, no dejará de visitarnos dentro de poco tiempo, cual ave viajera y peregrina que se cierne sobre los pueblos corrompidos, para purificarlos y devorar a los tiranos que los infestan, cual el fatídico bao se coloca sobre la choza del enfermo, atraído por la putrefacción, cantando el himno de la muerte.[15]
Lo comunal no se basa en la idea del “común” (commons), ni en la de la “comuna,” aunque ésta última ha sido retomada últimamente en Bolivia, sobre todo y notablemente no por intelectuales aymara o quechua sino por miembros de la población criolla o mestiza. Lo comunal es otra cosa. Deriva de formas de organización social que existían antes de los incas y los aztecas, así como de las experiencias incaicas y aztecas durante sus 500 años de supervivencia, primero bajo el mando colonial español y luego bajo los Estados-nación independientes. Para que se le haga justicia a lo comunal, tiene que entenderse no como un proyecto izquierdista (en el sentido europeo) sino como un proyecto decolonial.[18]
Las luchas de los pueblos de Oaxaca por su tierra y el modo de vida que le corresponde ha tomado varios caminos, pero quizá ninguno tan significativo como el que podemos encontrar en esas comunidades regidas por usos y costumbres donde la tierra tiene un carácter comunal. Aquí vemos muy claramente cómo el territorio es no sólo un elemento esencial para la supervivencia física sino también una base esencial para su identidad cultural, incluyendo formas de organización sociopolítica basadas en la “comunalidad” como una manera de implementar la autonomía.[19]