Dos años. Veinticuatro meses. Una trágica noche que sacudió la conciencia colectiva. Horas desgarradoras que dieron paso a la emersión de una antigua y profunda herida, apenas ahogada entre el tiempo, los discursos, las quimeras y los espejismos.
Una noche de septiembre revivió una noche de octubre que no se olvida y, con ella, también cada noche, cada mañana, cada madrugada, cada día de silenciosa, “anónima” y lacerante violencia cotidiana.