A mí me gustaría escribir todo así, l-gante.
Y que la única forma de leer esos textos sea quebrando la cadera hasta el suelo. Lengua afuera. Y la única forma de escribirlos sea con la cara escrachada de palabras. Con la facha de estar listo para cualquier cosa. Todo erógeno el cuero y los colmillos y la voz.
Y la edad hecha un misterio, esfumándose en el aire, como música que el barrio se lleva de paseo. Y una urgencia hoguera en el pecho, la garganta, y el pantalón.
Keloke? Corta nene, que a mí me gustaría escribir todo así, l-gante.
Que se empantanen las patrullas en el barro de mis versos, y tiren luces las sirenas en la noche, para que se luzca el tiktokeo breve de mis letras dispuestas en el desorden exacto que mí mano les dio, para que se rompan los silencios de los autos, y los parlantes con led de colores, y las ventanas vecinas abiertas, recitando mis versos a todo volumen mientras adentro limpian y bailan y aman y crían y viven como si la vida fuera apenas una canción.
Y que los ranking de acá y de afuera no entiendan de dónde salió ese texto guacho, orillero, malandra y compadrón, que no deja de irse al cielo de diamantes en cadenas, a pesar de venir tan de la nada, tan de dos pesos; pero con peso propio, mami, miralo hablando, diciendo cosas, qué atrevido, tan poca cosa y jugando a ser dios.
A mí me gustaría escribir todo así, l-gante, papi.
Mandar una que abrace al rancho; para que retocen, sin objetivo, ni futuro, ni razón. Las zapas grandes, arriba de la mesa, brillándoles el odio en los ojos de los que nacen ortibado el corazón, con sus setenta balcones de aplausos y cacerolas, y ninguna flor.
Farolero y vanidoso mí texto, mí teclado, mí tipeo rítmico. Farolero yo.
Keloke? Corta, que me gustaría escribir todo bien así, l-gante.
Diccionario feat lunfardo, calle y polvo, cordón y vereda, esquina y laburo, mesa y pared, chapa y cartón. Esperanto de mil lenguas, santito del párrafo gauchito, semántica de las onomatopeyas. Palabras inventadas, acomodadas como bloques, como balas de cañón; para que entren y peguen y digan y burlen y se rían de las cosas.
Y cumplan su función. Su tarea maldita de romperlo todo, de ignorar las reglas, de quemar los libros cuando son de normas. Su tarea de contradecir a los ministros de helicóptero y chaleco blindado, a las señoras que opinan en el diario La Nación, y a los congresos, y sus congresales, de educación.
Me gustaría escribir todo así, l-gante mami.
Y que no entiendan nada quienes nada saben; y que entiendan todo, casi todo, quienes tienen que entender.
Y que el resto siga, siga, su ruta boba; su distracción de pantuflas, de la casa al trabajo y del trabajo al cajón. Ignorando que hay un poema escondido en el embrollo, un verso de fondo y fango, una contraseña, un fresco del presente, una intuición.
Una foto hecha de palabras recortadas de cualquier parte, de cualquier modo, y por eso, por su espontaneidad y su irreverencia sin enseñanzas, capaz de hablar completo sobre esta cosa que pasa, que nos pasa, que va a pasar hoy.
A mí me gustaría escribir todo así, l-gante.
Pero no puedo.
Porque me sobra tanto, tanto. Me sobra tanta cosa vieja en esta mansedumbre bien entrenada, tan acomodada, que soy.
Y me falta maña, y fuerza, y hambre, y flow.
Y ese fuego, ese incendio sin dueño, ni nombre, ni billetes, que elige a alguna gente, y le convida una chispa, la mano en el hombro:
«Toma wachi te traje esto, hace tu magia, contalo todo, hace que gocen, escribilo vos.»