¿Es el estallido colombiano el comienzo de un incendio mucho mayor? // Issac Marcet conversa con Diego Sztulwark

 

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Todos estamos agotados por la pandemia del Covid. Un estudio del Consejo General de la Psicología de España alertaba hace poco de que más del 40% de la población dice tener síntomas de depresión, y otro 30% dice estar sufriendo problemas de ansiedad. Según los expertos, las pandemias futuras de la enfermedad mental serán más terribles, si cabe, que las pandemias víricas.

Muchos nos hemos quedado sin empleo, endeudados, sufriendo los efectos secundarios del Covid. Muchos de los nuestros, han muerto. Ante esta crisis, la más grande a la que nos hemos enfrentado las generaciones más jóvenes, nuestros espíritus han ido rompiéndose poco a poco por el camino. Por eso, cansados como estamos, buscamos soluciones rápidas y simples a la situación compleja a la que nos enfrentamos.

El filósofo político Diego Sztulwark dice que eso es precisamente lo peor que podemos hacer: el querer volver a ‘la normalidad’. Según él, toda crisis representa una oportunidad inmejorable para la creación de nuevos espacios de pensamiento crítico. Más que combatir los síntomas —como lo haría un psiquiatra al uso—, a los síntomas hay que aprender a escucharlos, aliarse con ellos y, con suerte, aprender cuáles fueron los engranajes del sistema que los creó en primer lugar.

Sordos como estamos, vivimos en una sociedad intensamente medicalizada. En España se medican a diario 2 millones de personas con ansiolíticos y en México se ha multiplicado x 2 el consumo de antidepresivos y ansiolíticos durante la pandemia. En un viaje que hice a Ciudad de México, meses antes del confinamiento, en una cena alguien le preguntó a un amigo cuál era la droga favorita entre la juventud de la capital. Él, fríamente, respondió que los antidepresivos. “Tomamos antidepresivos como si fuesen caramelos”, nos dijo, “porque esta ciudad es demasiado dura para nuestra sensibilidad”.

En Colombia, sin embargo, estamos siendo testigos de otro tipo de reacción. La crisis social que estalló hace un mes en el país presenta los síntomas virulentos de una sociedad deprimida y bajo una profunda ansiedad. La gota que colmó el vaso fue el proyecto tributario y de reforma a la salud propuesto por el Gobierno de Iván Duque. Entre otras cosas, el gobierno colombiano pretendía gravar con el IVA servicios públicos y productos básicos hasta ahora exentos, como el azúcar, el chocolate, la sal o el café. La ciudadanía colombiana, harta tras más de un año de confinamiento, decidió salir a las calles a manifestarse. La respuesta de Duque no fue la esperable: el gobierno colombiano se enfrentó con violencia a su propio pueblo. Tres semanas después ya han muerto decenas de personas y los heridos se cuentan por millares. 129 personas han desaparecido durante las protestas, según la Fiscalía General de la Nación.

El gobierno de Duque decidió ceder ante las protestas retirando su proyecto de reforma tributaria. Pero lo que no se imaginaban los dirigentes políticos era que la ciudadanía no iba a tener suficiente con la erradicación del síntoma: la ciudadanía ahora está clamando por un cambio sistémico. Sus últimas peticiones han sido las de erradicar la desigualdad económica o el fin de la corrupción. Los ciudadanos colombianos están exigiéndole a su gobierno que les escuche; que escuche profundamente los síntomas de la enfermedad de su malestar.

Según la revista científica Psicothema, varias investigaciones han llegado a la conclusión de que solo en el tratamiento del trastorno bipolar y la esquizofrenia, la psicoterapia se muestra menos eficaz que los psicofármacos. En todo el resto de trastornos, como la ansiedad o la depresión, las intervenciones terapéuticas de naturaleza fundamentalmente verbal se evidencian como el tratamiento más eficaz. Pero incluso los síntomas psiquiátricos pueden ser tratados con éxito desde la comunicación dialógica (el diálogo igualitario entre personas), como demuestran los modernos encuadres de terapia familiar y sistémica —en especial el llamado Modelo de Diálogo Abierto desarrollado por el psicólogo finlandés Jaakko Seikkula—, con tasas de recuperación en psicosis bipolares y esquizofrenias de cerca de un 70% prescindiendo en todo momento de los psicofármacos y la psiquiatrización. Ante los problemas complejos del ser y de la democracia, cómo no, la escucha atenta a los síntomas y el diálogo abierto siguen siendo la base para la salud.

Quise hablar con Diego Sztulwark precisamente para eso: para aprender a escuchar políticamente y psicológicamente. Dos actividades íntimamente ligadas la una con la otra. En nuestra charla hablamos del estallido de Colombia, de neoliberalismo, de la Grecia clásica y del rol del filósofo en los tiempos de incertidumbre y de caos.

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