Foto: Caleidoscopio de la serie Seis movimientos para una línea. Ana Efron
El hombre precisa un silencio cálido, y se le da un tumulto glacial
Simone Weil, “La persona y lo sagrado”
1- “Antes, entre la escuela de Barracas y esta reunión, tenía un bondi. Tengo la vida personal y la laboral toda junta; el laburo y las amistades y la familia y todo, todo junto”. No hay “entre” las cosas: la virtualización general de la vida lo suprime. No solo a los “entres” como espacio-tiempos en algún sentido “libres”. También los entres de las funciones que cumplimos, ahora todas pegoteadas, apelotonadas, en la vivienda si no se sale a trabajar, y en la pantallita continua en general. Entre mi ser empleado de la agencia y mi ser marido, entre ser alumna en la facu y ser hija, hermana, hijastra…
2- Es difícil imaginar que la virtualización -o mediatización- retroceda mucho en el territorio conquistado aunque la pandemia se supere. No solo por el interés de las empresas en continuar implementando teletrabajo, sino, también, por cosas más profundas de la conformación de nuestra subjetividad, como que “las clases de ukelele que empecé en cuarentena andan bárbaro, así que cuando pase la pandemia imagino hacer, por mes, tres virtuales y una presencial”. Más cómodo, más fácil, ahorros de viajes, ahorro de tiempo, ahorro de cruzarse con gente, ahorro de roce urbano. Ahorro o pérdida del ratito pre y post clase, donde…
3- Ocupando la palma de la mano -¡nada menos que el atávico gesto de mirarse la palma de la mano!-, los celulares son un perfeccionamiento técnico de la supresión masiva de los entres, de ahí las crecientes tasas de quemazón general. La TV, gran aparato colonizador del tiempo libre, fue según Jonathan Crary la bisagra entre la lógica de la disciplina y la del control. La TV pautó actividades masivas donde había autoregulación hogareña, primero con horarios disciplinados, pero luego sentó las bases del continuo conectivo -interactivo, fragmentable…-, con el tridente de las grabadoras/reproductoras de VHS, los videojuegos hogareños y, sobre todo, la TV por cable. Ese continuo fue catalizado por internet, luego por la celularidad, y alcanzó un nuevo paroxismo con la pandemia: el continuo conectivo es el patrón de la vida, y borra los entres.
4- Qué es un dispositivo se titula un ensayo de Giorgio Agamben donde dice que puede pensarse lo real humano distinguiendo por un lado lo viviente, y por otro los dispositivos. Y que el sujeto es la resultante de de la captura de lo viviente en dispositivos; de la disposición de lo viviente por dispositivos. Pero no obstante hay un plus, una excedencia, de lo viviente respecto de su formateo dispositivo; un deseo, un malestar… Lo viviente excede una y otra vez a los dispositivos, que por eso se reinventan dinámicamente para contener -y hacerse un lugar en- los cuerpos. Los entres son el espacio de esa excedencia de lo vivo respecto de los dispositivos. Nacho Lewkowicz lo llamaba el envés de sombra: los aparatos producen un sujeto, pero el sujeto tiene un envés que es oscuro para los aparatos (el aparato familiar, el aparato psiquiátrico o el computadora o el auto o el escolar o el aparato cocaína…). Por ejemplo, los obreros textiles franceses de 1830 a quienes les pintó juntarse por las noches a leerse cosas y escribir, en vez de dedicar el entre de las jornadas laborales al descanso debido para la reposición de las energías… y armaron luego un periódico clasista pionero (J. Ranciere cuenta en La noche de los proletarios la historia de este envés de sombra de la subjetividad forjada como “obreros” por el aparato fabril). Pero incluso en escala mucho, pero mucho más modesta (una simple y sabrosa rateada de la escuela…), late, en los entres de las cosas, lo viviente no dispuesto. Contra el imperativo de disponibilidad permanente, en los entres late lo viviente indispuesto: potencia pura que por eso -por ser potencia- puede ser invisible, y ser negada en su existencia por el Realismo del capital conectivo. Puede incluso sentirse como malestar.
6- Llamamos entres a las instancias de presencia no completamente funcionalizada. Instancias o momentos de posible flotación; hendijas de respiración en la normalidad cotidiana. Vacío-poblado, por ensueños, fantasmas, fantasías (pantalla mata fantasma). Toda instancia donde las definiciones de las cosas y de nosotrxs se distienden. Rincones de nosotrxs no tomados del todo por la finalidad prestablecida, por la codificación de rendir-para.
7- Llega la primavera, llega el calorcito, y nos alegramos, ¿por qué? Con el calor todo se dilata, se ensancha el espacio que está entre las moléculas -constitutivo de las moléculas, de la materia, en tanto que entre-. El entre existe por naturaleza y tu cuerpo lo sabe; de ahí la alegría de primavera.
8- Por supuesto los entres pueden estar adaptados y ser inofensivos para el orden, respiraderos donde sobrevivir: no deja de ser algo. Pero cuando lo vivo rechaza la disposición, es el entre copando la realidad. “Esto no lo bancamos más”: ¿quiénes? No exactamente lxs sujetxs dispuestos, sino algo de ellxs no reductible a su función; la intolerancia y el levantamiento -macro o micro- implica un pensarse desde otro lugar que desde el dispuesto por los aparatos de la reproducción del orden.
10- Si queremos escuchar la verdad que se habla en una institución, no debemos ir a las oficinas, ni a las aulas, sino al pasillo, como bien se sabe. Porque en los entres respira el ánimo, lo que le pasa a lo vivo con/ante/en el orden de la producción. El ánimo, que no es lo que hacemos sino lo que nos pasa con lo que hacemos, como dice H. Bergson, es improgramable de antemano, y difícilmente convertido en signo instantáneo. El ánimo respira en los entres de modos diversos: se alienta, llora, suspira reflexivo, rumorea, gime de placer, grita, ríe expandido… Expresiones orgánicas de lo viviente en cuanto tal, en su dimensión no codificada.
11- Vaya si hay menos pasillos, ahora… La mediatización total deja a lxs cuerpos más disponibles como trabajadorxs, más cautivos como consumidorxs. Asfixiar el ánimo es una operación política de primer orden. Por supuesto que los aparatos -los artefactos- en sí no tienen la culpa, que puede haber zonas de respiración en la virtualidad, y que cuando algo del ánimo se retoba a lo dispuesto, las tecnologías son un gran recurso. Por supuesto, los artefactos “en sí” tienen una inocencia última; pero tienen un estatuto de cosa cerrada (medio mágica anque berreta), que prefigura patrones de uso. Por dan eso su carga eléctrica crispa un productivismo, un hacer sin parar, pero a la vez inhibiendo el ánimo creador de modos, parámetros, sentidos. “Damos forma a nuestras herramientas y luego ellas nos dan forma a nosotros”, decía Mc Luhan.
12 Los artefactos conectivos son operadores de una esfera suprema y mandamás. Ante la que siempre estamos en falta, siempre nos falta, y por eso también los entres son degradados, como pérdida. Tiempo es dinero, tiempo es conexión, atención dispuesta… El conectivismo continuo da lugar a un estado de distracción permanente, como paradójica parte de un rendimentismo productivista. Nos distrae del ánimo para dejarnos disponibles. Reproduciendo un fondo de precariedad -si te desconectás, si te desactualizás, caíste, chau…- siempre presente aunque por supuesto muy desigualmente repartida. El cuerpo, el alma, se adecúan al patrón del dispositivo, y así quedamos: quemados, con el ensueño atrofiado… ¿Cuánto aumentaron los arranques de pánico y ansiedad, en esta pandemia, bajo supresión de los entres? La gente se asfixia, todo el tiempo expuestos al continuo pantallil, constantemente disponibles: carne viva entregada al dispositivo.
13- La tradición romántica de la nocturnidad, la hermosa, generosa y trágicamente festiva Noche, tiene también la fecundidad liberada de los entres. La noche es el entre natural de las jornadas del Astro Rey, ídolo primigenio. Un punto de inflexión histórica desatendido, entonces, así como Christian Ferrer lo señala del alambrado de las pampas, fue la instalación de la luz blanca en la noche metropolitana. Por supuesto desigualmente progresiva y demás; pero vaya si hubo una oleada enceguecedora, blanquecina, en la ciudad, en algún momento de esta última década. Le tiran con luz de quirófano, de interrogatorio, al territorio madre del ánimo entrista, al refugio éntrico fundamental.
14- El continuo conectivo es el continuo de la Actualidad, de la que estamos siempre en deuda, como mínimo por las inevitables horas de sueño. Cuando el aparato nos informa nuestro “tiempo en pantalla”, está recriminándonos cuánto tiempo perdimos desactualizándonos… La Actualidad impera sobre el presente; vivimos pagando, dormimos debiendo.
15- Una operación garante del continuo y la supresión de los entres es el escroleo. Flujo permanente, cascada de “cúspides”, brillante sucesión de eventos presentados como perfectos y plenos en su efímero instante; es efímero, precisamente, porque lo supremo no se deja agarrar… Matriz patrón de nuestros esquemas perceptivos, de nuestro ordenamiento del mundo; línea imparable del continuo; cinta que transporta lo real eximiéndonos de transportarnos nosotrxs; línea no de montaje -de lo en proceso-, sino de promoción -de lo ya hecho-; el escroleo es el horizonte de nuestra cabizbaja época, o tenemos escroleo en vez de horizonte, o el escroleo sirve para que no haya horizonte.
16- El llamado distanciamiento social es, en cierto sentido, en rigor la supresión de la distancia. De la distancia como dimensión experienciable, la distancia como esfera habitable. En tanto que no hay entres, no hay distancia entre las cosas. Distanciamiento corporal, hiperconectismo social. Y lo que se ajeniza, al punto de la des-empatía, la ajenización de las vidas que, según lo que disponen las máquinas productivas, no se tocan con la nuestra, eso no es distancia, es también la más radical supresión de la distancia.
17- “Estuve todo el día haciendo cosas y sin embargo llega la noche y siento que no hice nada”: porque el continuo sin entres indistingue las diversas cualidades, la diversa naturaleza sensible de las cosas. Suprimir el entre de las cosas es, en última instancia, matar de muerte a las cosas en tanto entes singulares, a lo cósico, en la dominancia plana del patrón. ¿Pueden los aparatos unir sujetos (individuales, colectivos) que no sean adherencias al viento dado sino remansos, pliegues donde lo dado adopta una velocidad diferencial, unas intensidades y una forma singular? Mediar sujetos que no estén puramente dispuestos por los aparatos. Quizá, incluso, con los aparatos podamos organizarle moradas a lo que late en los entres. Hacer viajar en las pantallas elementos que vienen de y nutren autonomías diversas. Autonomía de sentido. Allí donde haya entres hay que alimentarlos, regarlos, darles espacio…
18- “Muchos me preguntan por qué me levanto a las cuatro de la mañana desde hace más de 20 años. ¿Sabe por qué elijo esa hora?… Porque el hombre aún no ha empezado a sufrir. A esa hora estoy puro, limpio, en silencio, y escribo mientras la familia duerme. Entonces, todo yo soy una esponja que absorbe. Leo idiomas, gramáticas, filosofía o escribo mis propios asuntos. La noche no me gusta. Quizás porque los fantasmas vienen al anochecer. Con esto quiero decir que los fantasmas vienen después que el hombre sufrió. Y el hombre empieza a sufrir cuando sale a la calle a ganarse el pan de sus hijos… y se topa con el otro hombre. Entonces, recién entonces, comienzan a salir los lobos que cada cual tiene adentro”. Atahualpa Yupanki.
19- Allí en el entre lo viviente agudiza su inspiración olfativa. Allí en una “atmósfera de silencio”, como quería Simone Weil, “se vuelve audible el hilo sordo del grito de quienes no tienen voz” (sean sujetos o cosas, una montaña, un sector social, una dimensión inactual de nosotrxs…). En los entres se expresa el ánimo (el ánimo de lo viviente sujetado en dispositivos que oprimido (o exprimido…). Ahora quien se levanta a las cuatro, habiéndose ya dedicado al sueño, y antes de que mande Febo, tiene al continuo conectivo para des-entrificar, para no hacerse presente en ese entre. Atahualpa batalló de ese modo con el lleno de su época; pero también en su música muestra que hay entres que pueden instaurarse, que se puede crear entres para la presencia. Hace tanto silencio, Atahualpa, que podria pensarse que lo que sus músicas y sus palabras ponen es, ante todo, los entre-ellas, sus entres. Hendijas para que respire lo no aparateado, donde el ánimo viviente de lugar a su llano del dolor, su gemido de placer, al menos una larga inspiración y exhalación libre.
Video: Fran Paredes