Entender los atentados de Bruselas // Juan Domingo Sánchez Stop

«Partamos de un principio : nada de lo que hagan los hombres es ininteligible. Decir : « no entiendo», « nunca lo entenderé », «no lo puedo entender », es siempre una derrota. No hay que dejar nada en el registro de lo impensable. La tarea del pensamiento, si queremos poder, entre otras cosas, oponernos a lo que se declara impensable, es pensarlo. Naturalmente, existen conductas absolutamente irracionales, criminales, patológicas, pero todas ellas son para el pensamiento objetos como los demás, que no dejan al pensamiento en el abandono o en la incapacidad de dar cuenta de ellos. La declaración de lo impensable es siempre una derrota del pensamiento y la derrota del pensamiento es siempre, precisamente, la victoria de los comportamientos irracionales y criminales.»  (Alain Badiou, Notre mal vient de plus loin )
1. El materialismo es un pensamiento de lo concreto, un pensamiento que rechaza la abstracción y busca siempre superarla. No se contenta con la contemplación de los efectos y busca siempre las causas, pero entre las causas no acepta tampoco una causa líneal, una causa simple: no solo afirma el materialismo que una cosa debe conocerse por sus causas, sino que estas causas son siempre complejas. El agua hierve a 100 grados, pero solo en determinadas condiciones de presión, un grave cae con una aceleración uniforme, pero solo si ello ocurre en el vacío, esto es en un complejísimo dispositivo que crea el vacío a su alrededor y que instituye una complejidad no menor que la del resto de las condiciones naturales. Lo mismo ocurre con las cosas humanas: todas dependen de formas complejas de causalidad que, entre otras cosas, implican la propia acción de los individuos. De ahí que no baste nunca para el materialismo, ni en general para un racionalismo riguroso, designar el «sujeto» de una acción, decir: «ha sido este o aquél». La imputación de un acto a un sujeto es una operación común del derecho y la moral, con la cual se determina y se supone la responsabilidad del individuo respecto de sus actos. La imputación jurídica o moral solo sirve para juzgar o condenar a un individuo por una falta, estableciendo un vínculo simple entre un sujeto y «su» acto. Para lo que no sirve es para entender el acto. Afirmar que «X es autor del acto A», no me informa sobre el acto ni sobre sus causas, pues reduce todas las causas del acto a una sola, la libertad de X como sujeto. Conocemos así la relación entre un acto y su agente, pero ese conocimiento es abstracto, pues ignoramos las condiciones del acto, el conjunto de causas que concurrieron a que este tuviese lugar.
2. En el caso de los atentados de Bruselas suele afirmarse que existe en ellos una responsabilidad por parte de sus autores inmediatos, pero que también es responsable el «entorno» de estos sujetos. En este caso, la comunidad musulmana. Esta idea parece respaldada por el hecho de que los distintos autores de los atentados pertenecen a esta comunidad y de que a ella pertenecen también los colaboradores necesarios. También se insiste en que el rasgo ideológico común a los miembros de esa comunidad, el Islam, ofrecería una motivación suficiente para la perpetración de los atentados, pues el Corán incitaría unívocamente a la violencia contra los no creyentes. Esto es olvidar toda una serie de importantes condiciones que rodean los atentados y los sitúan en la historia real y no en la eternidad vacía de la relación entre una conciencia humana, un acto y unas motivaciones ideales.
3. Entre las cosas que se olvidan, está por ejemplo, la inscripción de estos actos en una relación neocolonial entre los países del centro capitalista y la mayoría de los países de la periferia árabo-musulmana. Esta relación en ningún lugar es más patente que en los países sometidos a ocupación, desde Palestina hasta Afganistán o Iraq, o a intervención militar como Siria, Libia o, indirectamente (a través del «aliado» saudí), el Yemen. Esta relación colonial con el mundo árabe se prolonga en el interior de las metrópolis europeas, en países como Francia o Bélgica que acogen en condiciones de relativa exclusión y marginación a importantes comunidades inmigrantes procedentes en su mayoría de Argelia o de Marruecos, antiguas posesiones coloniales francesas. Bélgica no fue directamente potencia colonial en estos territorios, pero a través de la común francofonía, se ve asociada en esta relación con Francia. Como ha afirmado recientemente Pierre Joxe, antiguo ministro del interior y de defensa en gobiernos socialistas franceses, es imposible comprender lo que ha pasado en París o lo que ha ocurrido en Bruselas sin atender a este pasado y este presente coloniales. «Hoy vivimos -sostiene Joxe- crisis que están acompañadas de ciertas imágenes de guerra, e incluso de guerra colonial. Cuando ve usted que se emplean soldados para montar guardia ante las estaciones, o se contempla habilitar unidades militares para abrir fuego en operaciones de policía, que hay estudios realizados para ver en qué medida unas operaciones de mantenimiento de la paz en medio urbano podrían inspirarse de las operaciones de mantenimiento de la paz en medio extranjero, hay motivos para inquietarse. Sobre todo si las reflexiones sobre los orígenes sociales del terrorismo se reprimen, casi se prohíben, con declaraciones alucinantes como «Explicar es ya querer disculpar.» » Por otra parte, atendiendo a las motivaciones de los sujetos que realizaron los atentados, tampoco puede tomarse al Islam como una motivación simple e unívoca, pues el texto religioso musulmán comparte con los demás textos religiosos una inmensa ambigüedad que llega en numerosos casos a la contradicción, invitando como la Biblia, tanto a la guerra contra los enemigos de la fe, como a la paz, al amor y a la tolerancia.
4. El colonialismo actual actúa bajo la forma de la independencia y la soberanía de los Estados y no ya en el marco de una dependencia directa de un territorio extraeuropeo respeto de una potencia europea o, en general, occidental. La larga retahíla de déspotas y dictadores que las insurrecciones árabes pretendían destronar es la forma política de esta dominación. Su forma económica es el control por empresas occidentales o por mercados controlados por los occidentales de las materias primas y productos agrícolas de estos países. La dictadura y el despotismo facilitan la extracción de riqueza desde los territorios coloniales. En algunos casos, no es ni siquiera necesario que exista un régimen político estable, pues los negocios pueden perfectamente adaptarse a las condiciones de una guerra civil abierta o larvada como ocurre en el Este del Congo o en Iraq o Siria. En estos países se considera suficiente que no exista un gobierno potencialmente hostil, lo cual queda garantizado por la perpetuación de la guerra civil. La ocupación y destrucción política y social de Iraq y, posteriormente de Siria, ha supuesto la liquidación como sujetos políticos de los dos únicos Estados árabes capaces de hacer frente al baluarte de la dominación colonial occidental en el Oriente Medio que representa Israel. El restablecimiento en Egipto de una brutal dictadura militar tras un breve episodio democrático obedece a la misma finalidad.
5. Dado que las intervenciones en países como Iraq o Siria son de sobra conocidas, como lo son también sus efectos de destrucción material material, moral y política de sus sociedades, baste decir que, igual que las bombas norteamericanas sobre Camboya produjeron a los Jemeres Rojos, las bombas sobre Iraq y el bloqueo de la insurrección democrática Siria por fuerzas oscurantistas y criminales ha terminado por generar el monstruo llamado Estado Islámico. Sin embargo, el Estado Islámico (o Daesh según sus irreverentes siglas en árabe), solo puede operar en los países occidentales si tiene bases de apoyo. Estas bases de apoyo se las proporcionan los espacios de exclusión, marginación social y racismo antiárabe y antimusulmán, los mismos espacios en los que se reclutó a miles de voluntarios para combatir junto a Daesh en Siria. El racismo como relación social es el caldo de cultivo de los terroristas.
6. El racismo se dice de muchas maneras. Hay un racismo de clase como el que describe Owens en Chavs, pero hay también racismos coloniales, inherentes al propio orden colonial. Son distintos. El racismo de clase no disputa el control de un territorio o de toda una sociedad, impone brutalmente un poder social en la misma sociedad. El racismo colonial puede ser exterminista, el social discriminador y excluyente. El racismo colonial extrema la lógica del poder soberano, pone al orden del día el poder de dar la muerte. El racismo social toma como modelo otra discriminación, la sexual, dando al trabajador, al chav, caracteres que la retórica patriarcal atribuía a las mujeres: falta de inteligencia, pulsionalidad, sensiblería de mal gusto…El racismo social es la ideología de una exclusión interna, homóloga a la de la mujer, una exclusión que no puede acabar en exterminio. El racismo colonial, en cambio, se presenta en la periferia como exterminismo, como liquidación violenta de poblaciones mediante el bombardeo, las ejecuciones masivas, las deportacions, las hambrunas etc. El racismo colonial en su dimensión metropolitana es una exclusión interna figurada en modelos como el gueto, la banlieue, el bantustán o el propio campo de concentración. En cualquier caso, todos los racismos tienen una característica común: no tienen como punto de partida una supuesta «raza» preexistente, sino que construyen la raza a partir de los mecanismos de la exclusión, como un efecto secundario de estos. Los japoneses, en la Sudáfrica del apartheid, eran…blancos. El racismo de Daesh, en su inmensa brutalidad, reproduce con justificaciones ideológicas propias, el racismo colonial y su perspectiva exterminista. Pretende ser su espejo. Por eso no es posible ningún diálogo ni negociación con esta gente, del mismo modo que los iraquíes jamás pudieron dialogar con sus brutales ocupantes norteamericanos.
7. Quien afirma, por otra parte, que los atentados de Bruselas son producto del Islam está afirmando que un texto ideológico contradictorio, como todos los textos religiosos, inspira una sola línea de conducta. Lo cual es imposible. Como pueden derivarse del Islam líneas de conducta variadísimas, igual que el cristianismo ha producido la Inquisición pero también al padre Damián o la teología de la liberación, habrá que buscar la explicación de los atentados fuera del texto ideológico. Ningún texto ideológico se explica por sí mismo, a diferencia de un texto científico, pues la ideología es producto de la imaginación, no de la razón o del concepto. Un enunciado ideológico solo se explica por una causalidad exterior. En el caso de los atentados yihadistas, la ideología debe considerarse como un aspecto dependiente de otras prácticas, las cuales, a su vez se explican por las condiciones concretas de existencia de sus agentes, en concreto, las condiciones políticas y sociales. La miseria y la violencia colonial son factores determinantes que crean en el caso del yihadismo un caldo de cultivo para otras formas de violencia: la delincuencia, las pandas, la quema de coches o el terrorismo…. Estas se expresan, en las distintas comunidades, a través de sus significantes ideológicos propios. En la comunidad musulmana, a través de una variante sectaria y herética del Islam.
8. Solo cabe acabar con el caldo de cultivo que hace posible esta violencia especular de Daesh y sus bases sociales occidentales, poniendo fin en primer lugar a la guerra colonial y a los bombardeos que afectan a la población civil, desmantelando en el pleno respeto de la legalidad democrática las redes armadas existentes en la metrópoli, cortando los circuitos de financiación de esas redes, pero sobre todo acabando con su caldo de cultivo social en los espacios coloniales internos (guetos, «banlieues» y demás zonas de exclusión) y externos a Europa (espacios coloniales clásicos como Irak, Siria, Libia, etc..). Hay que acabar urgentemente con la exclusión dentro de nuestras sociedades y con la mirada racista y xenófoba que la acompaña, doblemente racista en el caso de las comunidades procedentes de los espacios coloniales. Hay que acabar con la miseria, el analfabetismo masivo y el despotismo político en los países árabes, como reclamaban hace cuatro larguísimos años las «revoluciones árabes». Esto requiere a su vez que se modifique radicalmente el sentido de la redistribución de la riqueza en nuestras sociedades, que se acabe con el parasitismo del capital financiero propio del ciclo neoliberal.
Sin esto, seguiremos intentando curar la enfermedad atacando solo lo que es un síntoma, pues no se soluciona mediante bombardeos, injusticias y tiranías un mal causado por los bombardeos, las injusticias y las tiranías.

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